Tontos, tontas y 'tontes'
«Se criminalizan comportamientos que pudieran parecer soeces y que no pasan, a mi parecer, de una más que reprobable falta de educación»
Desde hace años columbro y ahora afirmo con segura convicción, que parte de nuestra sociedad es tonta. Pero no de una estulticia humilde, simple y mono sémica, que nos movería a una suerte de amable compasión. No. Más acertadamente son de una estulticia acumulativa, pantagruélica y omnicomprensiva. Ofensiva y mendaz. O sea son de golpe y de una sola vez tontos, tontas y 'tontes'. Y todo por falta de un elemental sentido crítico y por el deseo, casi lascivo, de sentirse manipulados.
El primer hecho que me puso en guardia sobre esta realidad fueron las manifestaciones acaecidas en 2014. Echemos mano de la memoria: en el contexto de la epidemia de ébola, una enfermera, Teresa Romero, atiende al misionero Manuel García Viejo, contagiado en Sierra Leona. Teresa resulta contagiada también. Ante el riesgo de que su perro 'Excalibur' pudiera transmitir la enfermedad, el animal es sacrificado. Sin duda lamentable pero, según los científicos, necesario por una elemental prudencia. Y fue entonces cuando los tontos, tontas y 'tontes', salieron a la calle a poner Madrid patas arriba porque habían matado a un perro. “Todos somos Excalibur“, graznaban los muy simplones (Los muy tontos, tontas y 'tontes'). Por supuesto, ninguno de ellos se preocupó luego de hacer una manifestación homenaje en memoria del misionero Manuel García Viejo, que falleció de ébola, y que había consagrado su vida a los más desfavorecidos. La izquierda radical estaba detrás, urdiéndolo todo y manipulando.
Luego llegaron otros acontecimientos que hubieran sido inasumibles en tiempos anteriores y que, sin embargo, fueron aceptados por parte de la sociedad como normales: los llamados escraches se generalizaron. Y los tontos, tontas y 'tontes', que tanto defendían la libertad individual y se oponían al acoso en otros contextos, los admitieron y además participaron, furibundos y orgullosos, en los mismos. La izquierda radical estaba detrás, urdiéndolo todo y manipulando.
Con el feminismo radical ha venido pasando tres cuartos de lo mismo. Se criminalizan comportamientos que pudieran parecer soeces y que no pasan, a mi parecer, de una más que reprobable falta de educación. Y sin embargo, se tolera indiferente las humillaciones públicas a mujeres de determinadas culturas o religiones. No he visto aún ninguna manifestación feminista para ilegalizar el Burkha, la supremacía del hombre islamista sobre la mujer o tantos otros comportamientos similares, ya sea en España, ya sea en el extranjero. Por el 'piquito' del lamentable Luis Rubiales se formó la mundial y por esos otros comportamientos que sí son anuladores de la mujer, la sociedad de tontos, tontas y 'tontes' guarda silencio 'ajongilada'.
Estos hechos de necedad rutilante no son del pasado. Aparecen cada día ejemplos que los ilustran. Hace unas semanas una mujer presentó una denuncia por agresiones sexuales. El presunto agresor es el Presidente del Gobierno, Adolfo Suárez. Suárez murió en 2014. Los hipotéticos hechos ocurrieron entre 1982 y 1985. Por si alguno lo ignora, estamos en 2025. Tales circunstancias y tan manifiesta extemporaneidad hacen muy dudosa la verisimilitud de los hechos atribuidos. Mas al hilo de tanta incoherencia la jefa de Podemos, Ione Belarra, pide al gobierno que retire todos los reconocimientos institucionales a Suárez. Y hay especímenes que se manifiestan apoyando tal iniciativa. La izquierda radical está detrás, urdiéndolo todo y manipulando.
Un querido familiar mío, mi tío Tito Manzaneque, ya fallecido, hombre de un ingenio apabullante y de una inteligencia agudísima, hacía uso de una suerte de agnosticismo a la hora de calificar a alguien de tonto. Cuando un individuo era calificado de tal en su presencia siempre preguntaba:
-¿Pero tú lo has visto comer mierda?
Y cuando el contertulio negaba tan gastronómico acontecer, mi tío abrochaba su teoría:
-Pues si no ha comido mierda, es que no es tonto.
Yo, señora (es un poner) Belarra creo que usted, además de no saber lo que es la presunción de inocencia ni el respeto a los muertos, es tonto, tonta y 'tonte', todo a la vez y en unidad de acto. Y además, creo que sí ha comido mierda. ¡Qué le vamos a hacer!