El `gezto´
Y es que los gestos, los detalles, las sugerencias, por muy veladas que puedan parecer, suelen tener un efecto contundente
Hace muchos años, en la temporada de 1.987, el matador de toros Juan Antonio Ruiz “ Espartaco “, que se encontraba por entonces ascendiendo a la cumbre del toreo, se encerró en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla con seis toros de Miura. Era, sin duda, una heroicidad arriesgada y desde luego innecesaria desde el punto de vista racional: el torero, en aquellas temporadas, comenzaba a ser el “ mandón “ del escalafón, el que más toreaba, el que más ganaba y el que llenaba las plazas. Sin embargo, esa situación de triunfo constante exigía un gesto que evidenciara su condición, para ponerla en valor, para que no se normalizara, para que el triunfo, precisamente por ser habitual y reiterado, no se asumiera como algo habitual y perdiera importancia…En síntesis, era necesario ensayar un acontecimiento que sirviera de contraste y que hiciera al público recapacitar sobre la categoría del torero. Hacía falta, pues, lo que el matador denominaba, con su cerrado acento sevillano, “ un gezto “.
Y es que los gestos, los detalles, las sugerencias, por muy veladas que puedan parecer, suelen tener un efecto contundente. Un efecto, aunque parezca paradójico, más expresivo que el del discurso explícito. El gesto nos abre más los ojos que un ensayo bien trabado, igual que la metáfora es más clarividente que lo puramente narrativo, porque el símbolo tiene más fuerza que la razón, especialmente cuando las razones, por evidentes y cansinas, son sobradamente conocidas.
Hay una conciencia generalizada de que el gobierno se vale de las instituciones para garantizar su permanencia en el poder; que fuerza el retorcimiento de las leyes para conseguir los efectos espurios que le favorecen; que es capaz de humillar a la nación siempre que le interese políticamente; que defiende lo indefendible con sobrado cinismo; que ofende a los españoles y adversarios políticos con soberbia y dudosa categoría moral. Frente a esos comportamientos despreciables, no bastan ya los discursos en el Congreso, los mítines, o las manifestaciones en Prensa. El cupo de argumentarios ya está agotado y su eficacia, o poca eficacia, contrastada. No se pueden poner a la “ verea “ más razones. Ahora hacen falta gestos y evidenciar por la vía de los hechos, la repulsa a los comportamientos del gobierno, a su traición y a su indecencia.
En ese contexto sitúo yo, y además aplaudo, la decisión de Santiago Abascal de no acudir, el día de la Hispanidad, al palco de autoridades, para no compartir espacio con el Felón Sánchez. Y evidenciar así que nadie decente puede compartir espacio, el Día de la Hispanidad, con quienes denodadamente luchan por acabar con España. Y optar por mezclarse con el pueblo, contemplar el desfile a pie de calle, entre la gente, como un ciudadano más, pues eso, a la postre, deberían ser los políticos: unos ciudadanos más que transitoriamente se dedican a la cosa pública sin otro deseo y aspiración que mejorar su país.
Este tipo de gestos debieran ser reiterados y acogidos por otras autoridades, representantes del Estado o políticos. Basta ya del centro campismo melifluo de los tibios. Entre la prudencia y la cobardía hay una línea confusa que en determinadas ocasiones hacen que sean lo mismo. Ha llegado el momento de dar un paso adelante. Va por el Partido Popular y sus políticos, siempre situados al hilo del pitón y cuya prudencia, absolutamente desaconsejable en tiempos extremos como los que vivimos, les va a costar ( dicen las encuestas ) cara en las urnas. Y va también, con el debido respeto, por el Rey. Todos sabemos que las funciones de la Corona están encorsetadas por la Constitución. Pero ello no impide que, a través de gestos, detalles y expresiones, Su Majestad ponga de manifiesto su disconformidad con acontecimientos , decisiones y medidas que afectan a lo más esencial e íntimo de España y los españoles. El silencio prudente, las buenas formas , la corrección, no deben perderse. Pero ello no es óbice para que se adopten guiños, detalles o símbolos, que muestren la disconformidad, la indignación o el enfado. Y su lejanía con el Felón. En otro caso se corre el riesgo de que los españoles ( no yo, desde luego ) piensen que la monarquía no sirve para nada. Especialmente los españoles más jóvenes, que no vivieron los tiempos en que la monarquía, encarnada por Don Juan Carlos I, comandó el cambio de un estado autoritario a una democracia plena.
Aquella corrida de Espartaco que señalaba al inicio, no fue un éxito rotundo. El torero demostró su capacidad, su técnica, su oficio…pero no hubo orejas ni Puerta del Príncipe. Sin embargo fue, como decía, un gesto de figura del toreo. Y a partir de ahí escaló hasta la cumbre del toreo, en la que se mantuvo casi diez años. Para mí, tan aficionado a reflexionar sobre la enseñanzas que el mundo de los toros prodiga, se puso de manifiesto que sólo quien arriesga gana. Y algo más luminoso aun: que quien no arriesga, pierde seguro. Más pronto o más tarde, pero pierde.
Aplaudo, ya quedó dicho, el gesto de Santiago Abascal. Porque ese gesto dice mucho más que un discurso. Y en menos tiempo. Y porque sólo el que es capaz de tomar decisiones novedosas, merece triunfar. Sólo el que está al lado de la verdad, sin miedo ni a nada ni a nadie, puede construir una España mejor. Y repito para los tibios «aprudentados» : sólo quien arriesga gana. Y quien no arriesga, pierde siempre. Y pierde seguro.