La calle Romero, de nombre Malburguete en la Edad Media

La calle Romero, de nombre Malburguete en la Edad Media

El portalón de San Lorenzo

Las inmediaciones de Malburguete

Estas calles estrechas de lo que fue la Judería de Córdoba en el siglo XV son hoy día la principal ruta de paseo para los turistas que nos visitan

El exótico topónimo Malburguete o Malburguet está documentado en Córdoba desde 1241; es decir, es uno de los primerísimos de los que tenemos constancia tras la Reconquista cristiana de la ciudad. En 1346 daba nombre a una de las puertas de entrada al barrio de los judíos o Judería conocida como Arquillo de Malburguete. Por aquel entonces, la Judería estaba cercada completamente, aislada del resto de la ciudad salvo por estos portillos.

Se cita asimismo el topónimo en viejos legajos sobre el recorrido de la conducción intramuros de las Aguas de la Fábrica Catedral, magnífica obra de origen califal que entraba en la ciudad por la Puerta de Almodóvar y se dirigía a la Mezquita-Catedral. Esta conducción pasaba por el hospital del Cardenal Salazar, al que dotaba de bastantes pajas de agua para sus menesteres. Uniendo datos, lo que fuera esta calle, arquillo o puerta de entrada a la judería podríamos situarlo alrededor de la actual calle Romero.

No compartimos por tanto las agradables explicaciones de un guía televisivo que protagoniza los itinerarios ‘Paseando por Córdoba’ en una cadena de televisión, que sitúa la que fuera Puerta de Malburguete en la esquina que forman el Palacio del Obispo y los edificios del Seminario y la Residencia de Sacerdotal, actual Amador de los Ríos, donde hubo un arco que se muestra en antiguas fotografías.

En torno a aquella judería del Malburguete tuvieron lugar muchos acontecimientos protagonizados por judíos, musulmanes y cristianos, con los conversos yendo entre unos grupos y otros. Que, a pesar de todo, convivían en aquel mundo con sus lógicas diferencias. Según algunos autores, al principio de la dominación musulmana los judíos de Córdoba residían en su mayoría en el entorno de la Puerta de Osario, aunque parece ser que no estaban obligados a residir en una zona de la ciudad concreta, o al menos no fue así durante las épocas de mayor tolerancia como la califal y parte del período cristiano. Pero en el último siglo de su estancia en la ciudad, el siglo XV, ya consta su presencia limitada exclusivamente, como un gueto, a ese lugar que conocemos hoy como Judería, que se llegó incluso a delimitar y cercar como hemos indicado.

Esta población judía de Córdoba contó con personajes muy lúcidos a los que se les han dedicado calles o plazas en reconocimiento. Ahí está el gran Maimónides, precursor en el aristotelismo de Santo Tomás, como también lo fuera el musulmán Averroes. También está la plaza de Judá Leví, dedicada al insigne poeta e intelectual Yehudah Ben Samuel Halevi, que no era cordobés, pero que llegó a nuestra ciudad atraído por ser la cuna de la cultura y la sabiduría de Occidente. Una de sus obras más destacas, ‘El Kuzari’, fue un trabajo en defensa del judaísmo, en el que mostraba sus anhelos por el retorno a Sión. Quizás para dar ejemplo marchó a Jerusalén, pero no se sabe con certeza en dónde pudo morir.

Como curiosidad, es digno de recordar que el Ayuntamiento que presidía Herminio Trigo llenó la plaza de Judá Leví con un estrambótico edificio de cristal que con sus reflejos desenfocaba la historia y la cultura del personaje que pretendían homenajear. Eran los tiempos en que iban de izquierda «intelectual», «de modernos», y a los muchos que criticaron ese adefesio en plena Judería les respondieron que eran «catetos» que sólo valoraban la «arquitectura propia de la obra de los Álvarez-Quintero» (así llamaron a la arquitectura típica de nuestro casco histórico). Al final, la protesta ciudadana obligó a que medio lo arreglaran. Ojalá hubiese ocurrido igual con otras desastrosas intervenciones similares en aras de la modernidad de las que hay ejemplos numerosos.

Un futuro Papa visita Malburguete

Todas estas calles estrechas de lo que fue la judería cordobesa en el siglo XV constituyen hoy día la principal ruta de paseo para los numerosos turistas que nos visitan. En 1950, uno de los primeros visitantes de cuando empezaba el llamado «turismo de masas» fue un cardenal llamado Ángelo Roncalli, que dejaba su cargo de Nuncio del Vaticano en París tras ser nombrado Patriarca de Venecia. Este orondo cardenal, futuro Papa Juan XXIII, se pasó por Córdoba aprovechando su vuelta del norte de África, a donde había acudido para despedirse de las diócesis de las entonces colonias francesas.

Portada del libro 'Estuvo entre nosotros', de José Ignacio Tellechea

Portada del libro 'Estuvo entre nosotros', de José Ignacio Tellechea

En el libro ‘Estuvo con nosotros’ del padre José Ignacio Tellechea se describe esta visita, con parada gastronómica en la calle Romero, concretamente en el famoso establecimiento de Pepe de la Judería. Y es que, tras admirar la Mezquita-Catedral, fue invitado a comer en el antiguo entorno del Malburguete por el entonces deán don José María Padilla en compañía de las varias personas que formaban su séquito, así como de los canónigos don Mariano Ruiz Calero, en su cargo de magistral, y el maestro de ceremonias don Antonio García Laguna. Para la Historia, su visita oficial a Córdoba quedó recogida en libro número 128 de Actas Capitulares del Cabildo folio 108 v. El guía turístico que lo acompaño por la Mezquita-Catedral había sido Anastasio Ortega, avisado convenientemente por Juanín Soriano, que hacía las veces de sacristán. Una lápida de recuerdo de esta visita figura en la nave del Evangelio de la Catedral, realizada por los hermanos García Rueda de Puerta Nueva.

Lápida que recuerda la visita del cardenal Roncalli (futuro Juan XXIII) a la Catedral en 1950

Lápida que recuerda la visita del cardenal Roncalli (futuro Juan XXIII) a la Catedral en 1950

Según me comentó el propio dueño del establecimiento años después, aquella comida consistió en entrantes de jamón, queso, y una tortilla de verdura, para rematar con la clásica japuta en adobo, que era la especialidad de la casa y por la que Roncalli había mostrado interés preguntando por ella nada más llegar a la ciudad. Gran aficionado a la comida en abundancia, y gratamente colmado, parece ser que al llegar a Madrid el futuro Papa tuvo una indisposición digestiva que le obligó a guardar cama en los aposentos del Nuncio del Vaticano en España Gaetano Cicognani que afortunadamente era de la misma complexión que el futuro Papa Juan XXIII.

La cátedra cofrade

Por el entorno de estas calles de la judería hace unas semanas que ha transitado el denominado Vía Crucis Magno, excepcional procesión con imágenes cofrades procedentes de la capital y de la provincia que ha tenido a Córdoba llena de gente en las calles, fervor y conversaciones de todo tipo, algunas, por qué no decirlo, de gente quejándose por la incomodidad «de tantas procesiones» o de estar «todos los días con los santos en la calle».

Son muchos los cofrades entendidos que han sabido hablar del origen y algo sobre la historia de estas Hermandades y Cofradías de nuestra Semana Santa. Pero quisiera destacar que, al final, todos o casi todos terminan citando y acudiendo en algún momento a los trabajos del doctor en historia don Juan Aranda Doncel, que si hubiera que establecer una Cátedra Cofrade sin duda sería el mejor acreedor a ella por la cantidad, la categoría y la reputación de sus incontables trabajos sobre la religiosidad popular, incluidas las hermandades. Muchos hemos sido testigos de su trabajo incansable en los distintos archivos, donde como un investigador más rellena sus papeles de media cuartilla apurándolos hasta el mismo filo con su escritura. A él no le importa el tipo de letra que se pueda encontrar, pues está curtido en la escritura de todos los siglos. Es un erudito en todo el sentido de la palabra.

Acto académico con motivo del VI centenario

En este sentido, recuerdo un acto académico que tuvo lugar en los locales de la iglesia del barrio de Cañero (se quedó pequeño para el aforo). Fue organizado con motivo del VI centenario de la muerte del dominico San Vicente Ferrer, titular de la parroquia. Entre los ponentes estaban Fray Vito T. Gómez García OP, que expuso la vida de San Vicente Ferrer como miembro de la comunidad de padres dominicos; el profesor Pedro Pablo Herrera, que habló de otro gran dominico como fue el obispo Fray Albino González Menéndez-Raigada, del cual fue uno sus colaboradores más próximos en la Asociación de Vecinos de Fray Albino (Campo de la Verdad) donde todos colaboraban para el engrandecimiento de su Obra Benéfica (1947-1955), así como el citado profesor Juan Aranda Doncel.

Este último hizo un recorrido por los tres conventos cordobeses de dominicos existentes en los siglos XVI y XVII: San Pablo el Real, del que nos dijo que llegó a tener un gran prestigio nacional por su nivel educativo y cultural, el de Scala Coeli (Escalera para el Cielo) en el paraje de Santo Domingo, que aunque más aislado y sobrio en todos los sentidos fue el centro de gravedad de la renovación de la propia Orden de Predicadores, y el tristemente desaparecido convento de los Santos Mártires ubicado en la ribera del Guadalquivir con los sepulcros de San Acisclo y Santa Victoria, que tuvo gran influencia en el sentimiento religioso del cercano barrio de Santiago. De repaso, también citó los cincos conventos de monjas dominicas.

Luego habló de algunos santos y beatos que aportaba la Orden de Predicadores, empezando por San Jacinto y siguiendo por Santa Rosa de Lima, Santo Domingo de Guzmán y San Pedro Mártir de Verona, a los que relacionó con su devocionario en Córdoba. Luego citó a los Beatos Gonzalo de Amaral, al famoso Padre Posadas, relacionado con su hospedería de la Puerta del Rincón e impulsor en el devocionario de los demás santos de la Orden y, cómo no, al Beato Álvaro de Córdoba, tan importante para los cordobeses (para los cuales, directamente, ya es Santo), fundador del citado convento de Scala Coeli después de haber viajado a Tierra Santa y poder presenciar allí mismo, en Jerusalén, cuál pudo ser el recorrido de Cristo con la cruz a cuestas desde el Pretorio hasta el Calvario. En esta nueva fundación dominica de la sierra quiso recrear este «Via Crucis» como un recordatorio penitencial que se institucionalizaría con los años en la Iglesia Católica.

Las Angustias

Justamente, el Vía Crucis Magno quería celebrar los 600 años de este primero realizado por ‘San’ Álvaro en ese paraje de la sierra cordobesa hoy amenazado por las parcelaciones. Entre las invitadas al acontecimiento estaba la cofradía penitencial más antigua (de forma ininterrumpida) en nuestra ciudad, la de las Angustias. Aunque consta que ya el 13 de marzo de 1558 estaba fundada en San Agustín, según se ha podido demostrar por un interesante documento de la Biblioteca Nacional, en pleno siglo XIV ya se daba culto a una Virgen de las Angustias en el convento dominico de San Pablo (evidentemente, no la de Juan de Mesa, que es de siglos posteriores): una declaración jurada de doña Leonor López de Córdoba, hermana del propio Beato Álvaro de Córdoba, viene a decirnos, entre otras cosas, que en la capilla del Rosario donde está su sepulcro y el de su marido, Ruiz Gutiérrez de Henestrosa, existía una imagen pintada en una tabla de la «Virgen Amortecida», expresión que se empleaba entonces al referirse a la composición de la Virgen con su Hijo en los brazos. Fue dispuesta por los condes de Oropesa, titulares de la capilla, con inscripciones latinas sobre el linaje de David. El propio Beato Álvaro fue un gran devoto de esta advocación de las Angustias a la que dedicaba frecuentes rezos.

A pesar de estos ilustres antecedentes, fuese por lo que fuese, la Hermandad como tal que conocemos no terminó fraguando en San Pablo sino en San Agustín. En este convento de agustinos consta el documento con su fecha de fundación del citado 13 de marzo de 1558, acto del que da fe el escribano don Luis Núñez de Toledo, siendo firmado por el hermano mayor don Andrés de Heredia y por el superior de los padres agustinos Fray Diego de Soler. La Hermandad contaba con una pequeña imagen de las Angustias y una cruz. Además, según refleja el citado documento tomaba posesión de la capilla de la Magdalena que le habían cedido los padres agustinos, colgando un retablo pintando en lienzo de la Virgen. Iniciado así su recorrido oficial, la Hermandad fue exitosa desde sus comienzos. Hace poco ha salido a la luz un testamento firmado por un tal Antonio de Ulloa, náufrago de la Armada Invencible, de apenas unos años después de la fundación. El documento fue escrito poco antes de su ejecución por los ingleses, y ahí consta su pertenencia a la hermandad así como su intensa devoción a la Virgen en esos terribles momentos previos a su muerte.

Hermandad Angustias SEMANA SANTA CORDOBA 2025 JUEVES SANTO

Hermandad AngustiasLuis Navarro Photography

Con el paso de los años, las Angustias fue adquiriendo aún más relevancia, porque aunque estaba en San Agustín fue siempre una hermandad de toda Córdoba. Aparte de sus hermanos de las clases populares, a las que nunca se cerró (como sí haría su vecina hermandad del Nazareno), los nobles y la gente de postín quisieron también pertenecer a ella, por lo que adquirió una gran notoriedad pública. Por eso, llegado el momento, la pujante Hermandad, bien orientada por los padres agustinos del momento, decidió encargar al cordobés Juan de Mesa, discípulo muy aventajado de Martínez Montañés, unas imágenes del Señor y la Virgen que marcarían época en el arte. No hay entendido que no haya reconocido que es la Piedad más maravillosa que pueda existir en toda España. El conjunto fue terminado en 1627, tres días después de la muerte del autor, por lo que no pudo disfrutar de ver su obra terminada.

El importe del encargo supuso un total de 4.400 reales, una cantidad considerable, por los que los hermanos se las tuvieron que averiguar para recabar fondos y atender a los pagos que hubo que liquidar a los herederos del escultor. Afortunadamente, se caracterizaron siempre por contar con una organización muy eficaz, y esa eficacia les valió, y mucho, cuando en 1722 los frailes agustinos plantearon que las imágenes eran propiedad del convento. Como réplica, la Hermandad presentó todos sus recibos de pago realizados, minuciosamente archivados, por lo que la Chancillería de Granada, lógicamente, falló a su favor.

También el estilo, la seriedad y el valor de la Hermandad pudieron con los intentos de algunos obispos que, guiados de un celo excesivo influenciado por la Ilustración pretendieron cambiar su esencia. Y también pudieron contra las provocaciones y coacciones durante la II República, siendo la única hermandad cordobesa que se atrevió a salir en procesión en la peligrosa Semana Santa de 1936. Enfadados con su salida, y seguramente también por el fervor con el que la acogió en la calle gran parte del cristiano pueblo cordobés, los extremistas y pistoleros de siempre (que ya conocemos) quisieron prenderle fuego pero, aunque quemaron parte del altar de San Agustín, previsoramente se habían escondido las imágenes en casa de un hermano y pudieron salvarlas. Si no, en su ficha habría aparecido eso que taimadamente ponen para «escurrir el bulto» en las imágenes destrozadas durante esos años: «Desaparecida en la Guerra Civil».

Todo menos un muro de hormigón

Como es sabido, en las tabernas más populares la gente habla de todo: de fútbol, de política, de lo que debiera ser y de lo que no. Y eso mismo, o parecido, ocurre en todos los barrios de Córdoba. En una taberna en la que entré hace unos días se suscitó una discusión que comenzó sobre las investigaciones judiciales a un tal Koldo, de su relación con el exministro Ábalos; se habló, cómo no, del conflicto de Gaza, que parece que está acabando, y hasta se pusieron en plan más elevado filosofando sobre el Premio Nobel de la Paz concedido a una opositora del singular Maduro.

El fatídico Muro de Berlín levantado por los comunistas en 1961

El fatídico Muro de Berlín levantado por los comunistas en 1961

En el seno de todo debate estos temas, y los comentarios que propician, se podrían considerar como normales y previsibles. Lo que ya no fue tan normal sería el comentario que ese día en la taberna aportó un caballero con gorra embutido en un atuendo muy sobrio. Miraba a través de unas gafas de cristales redondos que acompañaban a una barba más espléndida que su cuero cabelludo. En esta taberna le suelen identificar como el «hombre de la izquierda», sin saber con exactitud si se postula por Sánchez, Sumar, ‘Restar’, Podemos, Hacemos, los independentistas de algún sitio o un Partido Comunista fiel guardián de las esencias.

El caso es que, sin ninguna contención, y sin dar pie a la sana discusión de ideas, mostró su disconformidad a las bravas con el Via Crucis Magno: «Ya está bien de procesiones y santos por la calle, los demócratas tenemos derecho a descansar de tanto beaterío».

Pero aunque parezca que la gente se lo calla y traga todo, allí al fondo de la taberna, junto a la máquina del tabaco, había sentado un hombre de apariencia de jubilado que se tomaba su cerveza sin alcohol. Levantando un poco la voz dijo, sin dirigirse a nadie en particular.

“El Ayuntamiento tiene que darle al pueblo lo que le piden los ciudadanos. Si le piden Carnaval, pues allá que tienen que darle Carnaval. Si le piden Noche Blanca del Flamenco, allá que tienen que procurar buenos artistas flamencos para que la gente disfrute. Si le piden romerías y Patios, el Ayuntamiento debe de ser el primero en propiciar estos eventos con la mayor solemnidad posible. Y si los cofrades le piden procesiones, también debe de procurar que estos cofrades saquen a sus titulares a la calle para darles lucimiento. Todos tienen su derecho, dentro del respeto y la lógica mesura, porque no siempre se puede contentar a todos todo el tiempo. Lo que no debe consentir o tolerar cualquier Ayuntamiento o gobierno, sea del talante que sea, es separar a los cordobeses y sus eventos en buenos y malos mediante la construcción de un muro de hormigón, como aquél que levantaron los comunistas en Alemania en 1961. Algunos parecen que aún lo añoran".

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