El declive del comercio en el centro de Córdoba

Uno de los muchos locales cerrados del centro de CórdobaLVC

El Centro comercial de Córdoba: entre el cambio y la desolación

Un paisaje de persianas echadas contrasta con el movimiento y la actividad de las grandes firmas

El centro de Córdoba vive una época de paradojas. En las calles más emblemáticas conviven locales vacíos y nuevas aperturas de grandes marcas, mientras el comercio de cercanía intenta mantener su pulso vital. Lo que fue un referente provincial, incluso regional, atraviesa ahora una etapa de mutación en la que confluyen cambios de consumo, presiones inmobiliarias, déficit de accesibilidad y un desplazamiento evidente hacia la hostelería como nuevo motor económico del casco histórico.

El Plan Estratégico de Comercio de Centro Córdoba (2024), elaborado por la asociación de comerciantes, situaba este proceso dentro de una transformación más profunda. Según su diagnóstico, la estructura comercial del centro se compone mayoritariamente de pequeños y medianos establecimientos tradicionales, junto a una presencia importante de grandes superficies y un número creciente de locales en desuso o con actividades mixtas que combinan usos comerciales, de servicios y residenciales. El informe identifica una distribución desigual de la actividad, con zonas saturadas de oferta y otras que padecen una elevada tasa vacante, especialmente en calles secundarias o ejes con menor tránsito peatonal.

Además, el documento incorpora un análisis en el que se detallan las principales debilidades: la falta de aparcamientos, los problemas de accesibilidad, las dificultades de financiación para los pequeños empresarios y la escasa cooperación entre comerciantes. A ello se suma la creciente competencia del comercio electrónico y de las grandes cadenas ubicadas en la periferia.

La hostelería come terreno

Para Juan Andrés de Gracia, presidente del Consejo del Movimiento Ciudadano de Córdoba, la fotografía actual del centro es la de un cambio de modelo. «Yo considero que hay un cambio en el centro comercial. El comercio se está viendo desbordado por el interés en poner negocios de hostelería, que están ocupando espacios que históricamente eran pata las tiendas», explica.

En su opinión, la respuesta del comercio tradicional ha sido intentar sobrevivir con estrategias que hace años hubieran resultado impensables. «Se intenta mantener la actividad comercial a través de actividades específicas, con mucho apoyo institucional - noches temáticas, campañas publicitarias -, y además hay un debate sobre la necesidad que tiene el comercio de salir a la calle. Parece que el comercio ya no confía en que nadie entre en sus negocios, sino que los negocios tienen que salir a la calle».

De Gracia resume la situación con una imagen que refleja la nueva realidad del consumo urbano: «Hoy hay dos formas de ‘salir del negocio’: a través de Internet o poniéndolo en medio de la vía pública. Se permite que los establecimientos de ropa, por ejemplo, coloquen maniquíes o percheros en la calle, algo que antes no existía. Y parece que hay que hacerlo, porque si no, la gente no entra a comprar».

Ese desplazamiento no es solo formal, sino también generacional. «La hostelería está ocupando espacio de forma casi excesiva. Hay una moda, además, que está llevando a gente joven al centro con modelos nuevos de ocio, no tanto a gente mayor. Ya te quedas en el centro y puedes moverte, pero eso pasa solo en pequeñas calles. En el resto, en los barrios y en los centros comerciales de barrio, el panorama es distinto. La Viñuela, por ejemplo, se mantiene, pero el resto está en caída prácticamente absoluta», lamenta.

Una «falta de respeto»

El factor inmobiliario es, para De Gracia, determinante en este proceso. «Un comerciante puede tener una rentabilidad de diez, pero llega alguien del sector hostelero dispuesto a pagar el doble por ese local porque va a sacarle más dinero. El propietario sube el precio, y el comerciante no puede mantenerlo: llega el momento terminal y se tiene que ir».

A eso se suma -dice- un cambio cultural que desprecia la figura del tendero: «La hostelería no tiene fin, y parece que lo aceptamos, mientras que a los comercios de cercanía los vemos caros o excesivos. Le faltamos al respeto al sector comercial. Ya no queremos que nos traten de tú a tú; preferimos comprar desde casa en una plataforma. Eso es un atraso absoluto. Y, sin embargo, aceptamos que nos traten como simples apéndices en los negocios de hostelería».

El «Mátrix» de la visión oficialista

La percepción detrás del mostrador es todavía más pesimista. Eduardo Bautista, gerente de Cazorla Decoración y comerciante del centro desde hace décadas, habla sin eufemismos: «Vivimos en Matrix, por lo que veo, porque esa opinión oficial o oficiosa, la que se refleja en algunos medios, es simplemente falsa. El comercio de Córdoba capital me recuerda al Imperio Británico: al acabar la Segunda Guerra Mundial ocupaba el 25 % de las tierras emergidas, y hoy representa apenas un 1 %. Pues el comercio de Córdoba ha seguido esa misma evolución».

Bautista reivindica la memoria reciente: «En los años sesenta y primeros setenta, el centro de Córdoba era un polo de atracción comercial de toda la provincia e incluso de fuera: venía gente de Jaén, Extremadura o Castilla. Eso se fue debilitando poco a poco, primero con las políticas de los primeros ayuntamientos democráticos, que tenían cierta animadversión hacia el comercio, y luego con los cambios políticos, que lejos de mejorar, aceleraron el deterioro. Hoy, Córdoba capital no es más que una ciudad media más de Andalucía en términos comerciales».

La carga fiscal y laboral

El gerente de Cazorla apunta también a la carga fiscal y a la falta de incentivos: «Aquí el problema es la fiscalidad. Mantener un negocio no es barato. A día de hoy, un pequeño comercio trabaja básicamente para el Estado -entendiendo por Estado todas las administraciones-. Es muy difícil cumplir con todas las obligaciones fiscales: cotizaciones de autónomos, IVA, IBI municipal, tasas… Si logras pagar todo eso, como mucho puedes aspirar a no tener pérdidas».

A su juicio, el factor logístico es igual de importante: «No se ha facilitado que el cliente llegue al centro. No se han habilitado aparcamientos suficientes, y eso es clave. No hay que darle más vueltas: cuando hablas con los técnicos te hablan de dinamización, de directorios de calles, de proyectos… pero todo eso no sirve de nada. Lo único que hace falta es que el cliente que vive en Fátima, en Benamejí o en La Carlota sepa que si coge el coche para venir a Córdoba con su familia, sabrá dónde aparcar y cuánto le va a costar. Todo lo demás es gasto inútil de dinero público».

Bautista describe también reducción de las zonas más dinámicas del comercio urbano: «Hemos notado que, efectivamente, esta es prácticamente la única arteria comercial que queda en el centro. Me refiero a Concepción, Gondomar, el primer tramo de Jesús y María -gracias a la apertura de nuevas tiendas-, o el primer tramo de Cruz Conde. El resto está en decadencia. En hostelería no entro mucho, pero sí parece estar mejor implantada en zonas como la Ribera. Para el comercio, literalmente, quedan cuatro calles».

El Centro sigue siendo atractivo

Frente a las visiones más pesimistas, Manuel Blasco, presidente de Comercio Centro Córdoba, defiende un escenario más dinámico. «Ahora mismo hay movimiento, tanto en locales pequeños -comercios de cercanía- como en locales grandes ocupados por las grandes firmas. No tenemos una gran preocupación. De hecho, el centro sigue siendo atractivo, tanto para franquicias como para el comercio tradicional. El grueso de los comercios de cercanía continúa en el centro, y estamos mejor que hace diez años».

Blasco aporta ejemplos concretos: «El local que dejó Bershka en Concepción está vacío, pero ya hay detrás una gran firma interesada. Lo mismo ocurre con el antiguo local de Zara, que ya está adquirido, creo que por una empresa de perfumería. Son espacios muy codiciados que se ocupan enseguida».

Aunque reconoce la presencia de locales cerrados, relativiza su impacto: «Es verdad que ahora hay alguna calle donde cinco o seis locales se han quedado vacíos, pero no me preocupa: rápidamente se reactivan. La calle Claudio Marcelo, por ejemplo, llegó a tener el 70 % de los locales vacíos y hoy están todos ocupados. Es una calle delicada para implantarse, pero se ha recuperado. Es cierto que Cruz Conde ha coincidido ahora con varios cierres, cinco o seis, pero yo he conocido esa calle con veinte locales cerrados. Ahora mismo no hay tantos. Y en calles secundarias, donde muchos locales llevaban décadas vacíos, hoy están abiertos».

El presidente del colectivo considera que el centro «tiene vida, mucha vida», y advierte de que la principal amenaza no son los cierres puntuales, sino el riesgo de despersonalización: «Nos preocupa acabar como en Cádiz, Jerez o Ronda, donde el comercio tradicional ha desaparecido tras la salida de grandes firmas y el auge de las franquicias y los supermercados. Eso nos duele, porque despersonaliza las ciudades y hace perder atractivo».

La accesibilidad sigue siendo negativa

Blasco coincide con los demás en que el acceso al Centro es un obstáculo estructural. «La accesibilidad sigue siendo negativa. Basta con observar el tráfico: hace quince años, vías como Gran Capitán estaban llenas de coches. Desde que se abrió la Ronda Norte, todo el tráfico se desvía por allí. Recuerdo que antes incluso se permitía aparcar en doble fila en Gran Capitán, porque interesaba que hubiera movimiento. Hoy no: técnicos municipales nos han dicho expresamente que no quieren tráfico en el centro, solo el transporte público de Aucorsa. Eso es un hándicap tremendo para una zona con unos 500 negocios, la mayor concentración de la ciudad».

Párking de La Victoria

Párking de La Victoria

El problema del aparcamiento, añade, «es evidente. Cuando se construyó el actual, siendo alcaldesa Rosa Aguilar, ya llegaba tarde y se hizo demasiado pequeño. Propusimos duplicar su capacidad, pero no se pensó a largo plazo. Está siempre lleno».

También recuerda que desde Comercio Córdoba propusieron un nuevo parking en Colón, «donde no habría afección arqueológica. Podrían hacerse varias plantas subterráneas e incluso aprovechar la superficie para una plataforma de autobuses. Pero nunca se ha querido hacer, a pesar de los informes técnicos que lo avalaban».

Buscar el equilibrio

De Gracia vuelve sobre la necesidad de equilibrio: «El comercio tiene que seguir existiendo. En los barrios es fundamental, y también en el centro, porque da vida. No todo puede ser hostelería. Tiene que haber otra dinámica».

Y en una frase que condensa la crisis del modelo añade: «Los negocios se han dado cuenta de que o salen a la calle o la gente no entra. Por tanto, hay que tener ideas nuevas, proyectos nuevos, e intentar que, si el modelo clásico tiene que morir, al menos lo haga poco a poco y no de un infarto inmediato».

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