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«En memoria mía» Jueves Santo, Día de Cáritas

Actualizada 11:20

«Haced esto en memoria mía». Son estas palabras del Maestro las que hoy toman un significado, si cabe, más trascendente que en el resto del año. Porque nos las repite, a todos y cada uno, después de levantarse de la cena, aquella cena en la que nos entregó todo lo que Él mismo es, despojarse de su manto y ceñirse una toalla para arrodillarse ante nosotros y lavarnos los pies. Y para que quedara claro el sentido del gesto, del signo, del mandamiento que instituía para todos los siglos venideros, no tardó el Maestro y el Señor en explicarlo, sin florituras que llevaran a engaños: «os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».
Es la única manera, el único camino para el amor «hasta el extremo», el único mandato de quien se considere discípulo de este maestro que está a punto de impartir la gran lección magistral en las horas que sigan, desde el Cenáculo hasta el Gólgota.
Haced esto en memoria mía. En todo tiempo y lugar. Servir, servir siempre. Romperse como el pan de su Cuerpo que se parte y reparte, derramarse como el vino de su Sangre que se ofrece por nuestra liberación. Y hasta el extremo, que es la Cruz, donde se demuestra el amor «de veras», no el de las palabras huecas y escaso compromiso, sino el de las obras que confirman lo que los labios profesan. No hay cristiano que no nazca en el Cenáculo, que no viva su fe desde esta experiencia de amor hasta el extremo, que no exista desde el encuentro vivo y definitivo con este Señor arrodillado, Creador frente a criatura, que se abaja al lugar de los últimos, de los no atendidos, de los más pobres y vulnerables.
Por eso, el Jueves Santo es el día de Cáritas. Porque recibir el mandato de Cristo de celebrar el Santo Sacramento del pan y el vino, que es Él mismo que se entrega, no figurado sino real, por todos nosotros y nuestra salvación, supone, inseparablemente, acoger en nuestra vida el modelo de Jesús arrodillado, del Señor que no ha venido a ser servido sino a servir. Como viven todo el año los mil setecientos voluntarios que, sólo en nuestra Diócesis, hacen realidad este deseo del Corazón de Cristo en cada una de las Cáritas parroquiales, verdaderos hospitales de la misericordia de Dios que se abren de par en par para escuchar, acoger y ayudar a quienes lo necesiten.
No hay otra manera de ser Iglesia, al menos de ser la Iglesia de Jesucristo, que la de ser una Iglesia servidora de los pobres. ¡Cuántos viven hoy olvidados de su propia dignidad, excluidos, sin derechos, olvidados…! ¡Cuántos siguen crucificados en la cruz de sus sufrimientos, sus dolores, sus enfermedades, sus dependencias, sus esclavitudes, su pobreza…! ¡Cuántos hombres y mujeres siguen esperando esta buena noticia del amor hasta el extremo a través de las obras concretas de los discípulos del Nazareno!
No hay Iglesia sin servicio. Y por eso no hay Iglesia sin sacerdotes. Ellos, especialmente ellos, están llamados a una vida eucarística, que significa partirse y derramarse como el Señor, que los hizo configurarse con Él para el ministerio por el bien de todo el Pueblo de Dios. Hombres como son, están llamados a oficio divino, hecho más de sufrimiento, entrega y renuncia que de gozos, aunque también los haya, para levantar, liberar y redimir a los que todavía viven en las tinieblas de sus propias oscuridades. Sacerdotes de Cristo Sacerdote que enjugan lágrimas y abrazan pobrezas, que consuelan, acompañan y comparten lo que son y lo que tienen.
Sin ellos no hay Iglesia y, por tanto, tampoco Cáritas. Es por ello que hoy queremos reconocer y agradecer la ofrenda de su propia vida y, desde nuestro servicio de cada día a los que sufren, pedir al Cristo escondido en nuestros hermanos más débiles, que sean siempre fieles a las promesas que el amor les llevó a afirmar el día que les impusieron las manos y les ungieron con el santo crisma y que no nos falten nunca quienes nos sigan partiendo el pan cotidiano, el eucarístico de Cristo y el diaconal de su propia vida ofrecida especialmente por los más pobres.
Jueves Santo. Día del amor fraterno. Día de Cáritas.
Salvador Ruiz Pino es director de Cáritas Diocesana de Córdoba
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