De comienzo en comienzoElena Murillo

Hay sueños que se hacen realidad

Actualizada 05:00

Un poco más allá del río Manzanares, en el Alto de Extremadura, se alza uno de los colegios que los Salesianos dirigen en Madrid. Al contrario de lo que ocurre en los edificios de la Gran Vía, las instalaciones se encuentran en segunda línea de una fachada de viviendas que parecen ocultar a primera vista ese oasis en el que brotan la alegría y la amistad propias del carisma heredado de su fundador. Sin embargo, desde el día 4 de abril, los pasos de una multitud de público llegada desde los rincones más inusitados de nuestra geografía, se dirigen al Teatro Paseo, lejos de la arteria principal madrileña pero sin nada que envidiar a esos otros céntricos teatros que cada día albergan los más variopintos musicales. Hasta allí ha llevado Toño Casado su nuevo espectáculo, Sueños, en el que recoge retazos de la vida de Don Bosco y, utilizando el hilo conductor de una exhibición circense, hace a los espectadores una invitación a soñar despiertos.

Volviendo la mirada al siglo XIX y efectuando un guiño a la realidad de nuestro siglo XXI, a través de los cantos y con una puesta en escena muy divertida, narra el sueño que Juanito Bosco tuviera con nueve años. El tema no está elegido al azar, no es fruto de la casualidad, sino que hace una aportación muy enriquecedora a entender mejor el lema que ha ido vertebrando la campaña pastoral de la comunidad salesiana durante el presente curso, «un sueño para ti».

Al cumplirse dos siglos del sueño de la vocación, de la acogida, que permitió cambiar la realidad de tantos muchachos jóvenes que hoy estarían incluidos en el grupo de los considerados en riesgo de exclusión, se ponen en boca de San Juan Bosco aquellas palabras que recuerdan que los adolescentes son «el cielo que siempre soñé».

Los sueños de este santo se cuentan por decenas. Se podría denominar un soñador pero no entendiéndolo como alguien que fantasea o imagina sino aludiendo a proyectos hechos realidad porque las suyas fueron ensoñaciones proféticas. Así nos va situando, en primer lugar, en la infancia de un niño huérfano de padre que decide hacerse cura. Más tarde, ya en Turín, será Bartolomé Garelli quien represente el punto de partida, el germen de la escuela y de la casa que Don Bosco fundara con elementos clave como la confianza en las personas, las relaciones o algo tan esencial como sentirse querido, poniendo siempre todo en manos de la dama del trapecio, María Auxiliadora. Un chico que, sin estudios ni familia, sería el primer ejemplo de cómo hacer digna la vida de muchos niños y jóvenes.

Mamá Margarita, otro de los personajes principales, traerá sábana y mantel a la Casa Pinardi, un espacio que ofrecía a los muchachos un sitio donde jugar, una escuela para aprender y un hogar en que vivir, el origen de la casa madre de los Salesianos.

También aparecen Domingo Savio y Magone, dos caras de una misma moneda en manos de Don Bosco: el primero invitado a recorrer el camino de la santidad, ocupado en rezar y hacer el bien; el segundo, llamado a seguir el mal camino, inmerso en un proceso de conversión que lo llevaría a transformarse en persona de bien.

Especialmente emocionante resultaría la intervención final de Don Bosco en la que pedía a los presentes no ser marionetas, aceptar nuestro rol y comprobar que las mejores experiencias son aquellas en las que se pueden cumplir los sueños.

En total serán unas treinta mil personas las que asistan a esta ingeniosa representación que ya ha sido galardonada con el premio Carisma en la categoría de Pastoral Juvenil Vocacional que otorga la Confederación Española de Religiosos y Religiosas (CONFER). Sueños es una producción de calado que, subrayando la importancia de la educación de la juventud, despierta la sensibilidad de los que han tenido la suerte de presenciarla.

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