
Vista nocturna de Setenil de las Bodegas (Cádiz).
El pueblo blanco de Andalucía que muchos bautizan como 'el Santorini español'
Aunque no tiene mar, su enclave único encajado bajo una roca gigante y su luz especial lo han convertido en uno de los destinos más fotogénicos de España. Casi tanto como la famosa isla griega
En Andalucía hay muchos pueblos blancos, pero pocos tan sorprendentes como Setenil de las Bodegas. Enclavado en un cañón del río Trejo, este municipio en el límite septentrional de la provincia de Cádiz ha sabido hacerse un hueco entre los destinos más fotogénicos de España gracias a su peculiar arquitectura con casas encajadas literalmente bajo una roca gigante que parece flotar sobre las calles, un caserío blanco incrustado literalmente en el cañón del Río Guadalporcún, el verdadero arquitecto de Setenil de las Bodegas.
Un paisaje urbano tan singular que, al contemplarlo, muchos lo comparan con la estética deslumbrante de Santorini, la isla griega donde la luz y la piedra blanca juegan también con la geografía extrema. Pero Setenil de las Bodegas no es solo un capricho visual. Es un ejemplo vivo de adaptación al entorno, de historia excavada en la roca y de vida cotidiana que se desarrolla entre la sombra fresca de los salientes de piedra y las fachadas encaladas que reflejan el sol andaluz.
Un pueblo literalmente bajo la roca

Calle de Setenil de las Bodegas.
Lo que distingue a Setenil de las Bodegas de cualquier otro pueblo blanco andaluz es que muchas de sus viviendas están construidas dentro o debajo de la roca, aprovechando la propia montaña como techo o pared. Esta integración única con el terreno crea un efecto espectacular en sus calles cueva, siempre paralelas al río, como la de Cuevas del Sol y su hermana las Cuevas de la Sombra, Jabonería y Cabrerizas (escenarios de aventuras de bandoleros reales y de ficción), Calcetas, Calañas y Herrería, una de las calles más bonitas de Andalucía, como la definió algún escritor.
Estas calles definen el hábitat troglodítico de un pueblo que hace del blanco de sus fachadas y el ocre de la piedra sus señas de identidad, piedra que sobrevuela los balcones y donde los visitantes caminan literalmente bajo toneladas de roca sin necesidad de túneles ni techos artificiales.
La gastronomía es otro de los atractivos de este singular pueblo.
Porque las calles-cueva de Setenil han sido piedra viva, una lección de geología al aire libre, pero también techo y hogar desde la Prehistoria, roca humanizada donde aún perduran las manchas de hollín de chimeneas y humeros y las huellas de cal de sus antiguos moradores. Pasear por estas calles-cueva bajo estas piedras ancestrales es una sensación que nos adentra a un mundo irreal a medio camino entre la química mineral y la literatura romántica, porque sólo en Setenil de las Bodegas puedes pasear bajo la lluvia sin mojarte o empaparte de agua filtrada cuando no llueve desde hace días.
Las calles-cueva de Setenil son una lección de geología al aire libre, pero también techo y hogar desde la Prehistoria
Durante siglos, los habitantes del pueblo han vivido así, sacando partido a la temperatura constante que proporciona la piedra: fresca en verano y templada en invierno. Una solución bioclimática antes de que existiera el término, y un ejemplo más de cómo la arquitectura popular sabe responder a las necesidades reales del lugar.
Historia, sabor y encanto

El origen de Setenil de las Bodegas se remonta a la época medieval.
El origen de Setenil de las Bodegas se remonta a la época medieval, cuando fue una plaza fortificada de gran importancia estratégica. De hecho, su nombre proviene del latín septem nihil, en referencia a los siete intentos que necesitaron las tropas cristianas para conquistarla a los nazaríes. La fortaleza, aún en pie, preside el casco antiguo y ofrece una excelente panorámica del laberinto de callejuelas blancas y tejados que se funden con la piedra.
Sus cuevas albergan tabernas, tascas y bodegas donde degustar los ricos productos locales
Hoy Setenil es también un destino gastronómico de primer nivel que atrae a numerosos visitantes. Sus cuevas albergan tabernas, tascas y bodegas donde se pueden probar productos locales como embutidos, aceites, dulces o vinos de la comarca de la Sierra de Cádiz. Todo ello con la sensación de comer bajo un techo pétreo que parece una ola detenida en el tiempo.
Cómo llegar y cuándo visitarlo
Setenil de las Bodegas se encuentra apenas a veinte minutos de Ronda y a unas dos horas de Sevilla o Málaga, lo que lo convierte en una excursión ideal para quienes estén recorriendo Andalucía. Aunque se puede visitar en cualquier época del año, la primavera y el otoño son perfectos para pasear sin agobios y disfrutar del ambiente local.
En verano, su posición encajonada entre rocas ofrece sombra natural que se agradece. Y en invierno, la piedra conserva el calor acumulado durante el día. Un pueblo inteligente, bello y distinto. Como Santorini, pero sin mar… y con mucho duende andaluz.