El paisaje de Lanzarote conocido como Los Hervideros.

El mágico paisaje de Lanzarote conocido como Los Hervideros.Getty Inages/Fabian Wentzel

Cinco lugares increíbles de Lanzarote fuera de las rutas turísticas (y una cuchara)

Pueblos pesqueros casi olvidados, formaciones geológicas sorprendentes, piscinas naturales y playas de arena blanca aguardan al viajero que quiera explorar los rincones más secretos de esta isla canaria

Lanzarote es una de las islas más volcánicas del planeta y una de las zonas con mayor densidad y número de cráteres de Europa. Las huellas del fuego la han convertido en uno de los destinos turísticos más solicitados de las Islas Canarias, pero guarda rincones alejados de la masificación. Estos son cinco de ellos.

Tenesar, el último suspiro del Atlántico

Tenesar, un olvidado pueblo blanco en la costa de Lanzarote.

Tenesar, olvidado pueblo blanco en la costa de Lanzarote.Getty Images

El pueblo olvidado, ideal para quien busque la atmósfera pretérita de un reloj detenido en la costa oeste de Lanzarote. Entre lava y mar, sus pequeñas casas encaladas ofrecen todo, porque no ofrecen nada más que la esencia de una isla. Perfecto para sentirla en su forma más pura, extrema y sin adornos. Surgió destinada al destierro cuando algunas familias de pescadores arriesgaron su bienestar para poder pescar; nunca tuvieron electricidad ni agua potable, pero estaban en el corazón del tesoro, entre las coladas de la erupción de Timanfaya.

En Tenesar hoy resisten a duras penas cuatro o cinco valientes y algunas casas vuelven a ser habitadas durante el verano

Tenesar nació sin futuro, y sin futuro se quedó, viviendo un presente hostil. A finales de los años 70 quedó prácticamente abandonado. Hoy resisten a duras penas cuatro o cinco valientes, y algunas casas vuelven a ser habitadas durante el verano. Entre caminos de picón, muros de piedra y cal, con el Atlántico azotando su costa, Tenesar se preserva gracias al olvido. El abandono ha conservado su belleza intacta, la esencia de un territorio pesquero.

Caminando hacia el norte se ven las coladas de Timanfaya azotadas por las olas maltratadas por el mar, para crear una escena brutal: la pelea estoica y sonora entre el océano y las rocas volcánicas. Los acantilados se dejan caer como un suicidio que hipnotiza a cámara lenta entre formas caprichosas que se esculpen sin descanso. Las olas son violentas y saltan entre la lava, como en Los Hervideros, pero sin curiosos que las intimiden. En sus grietas, los brillantes cangrejos rojos de la isla recuerdan que hay vida.

Paisaje volcánico de Lanzarote

Paisaje volcánico de Lanzarote.Getty Images

La playa es solitaria por fuera y salvaje por dentro; sus corrientes y oleaje hacen de ella un lugar peligroso para el baño. Acceder a Tenesar forma parte de la experiencia: si bien no es complicado, los últimos kilómetros transcurren por una pista ancha de tierra compacta que atraviesa campos de malpaís y las siluetas del Parque Natural de los Volcanes. Tenesar ofrece la verdad como símbolo de lo que fuera Lanzarote, el último suspiro del Atlántico.

Los Roferos de Teseguite

Las formaciones geológicas conocidas como Los Roferos de Teseguite.

Las formaciones geológicas conocidas como Los Roferos de Teseguite.Getty Images

En el Valle de Picón se extiende una antigua rofera. Hasta finales del siglo XX, de aquí se extraía el rofe o picón, una grava volcánica procedente de depósitos posteriores a las erupciones de Timanfaya, que se convirtió en un recurso agrícola esencial. Se utiliza como capa protectora para absorber la humedad nocturna y proteger los cultivos del viento. Hoy en día forma parte de la espectacularidad de La Geria.

Los Roferos de Teseguite.

Singular formación de Los Roferos de Teseguite.Getty Images/Martine Banckaert

La rofera fue abandonada cuando el gobierno de Canarias comenzó a controlar las extracciones y la cantera estaba casi agotada. Hoy se encuentra protegida por ser un singular patrimonio geológico y cultural. El viento y la erosión la han convertido en un lugar singular donde la naturaleza y la historia agrícola han dejado un paisaje lunar: la llamada ciudad estratificada. Bien podría ser escenario de una película sobre otra galaxia; sin embargo, es poco conocida, un lugar silencioso y fascinante con volcanes por horizonte. Un recorrido sencillo entre columnas, cuevas, arcos y otras caprichosas formaciones invita a detenerse y meditar. Las luces del amanecer y las sombras al caer la noche realzan el magnetismo y la energía de este lugar encantado.

Las Grietas de Montaña Blanca

Las Grietas de Montaña Blanca

Las Grietas de Montaña Blanca.Carla Royo-Villanova

En uno de los conos más antiguos de la isla, la tierra se abre para mostrar su intimidad más secreta. Desde la carretera LZ-35 nada hace presagiar que, a cuatro kilómetros del encantador pueblo de San Bartolomé, el capricho se hizo vena de volcán. Se trata de tres barrancos de incisión vertical, resultado de la erosión torrencial del agua y el viento sobre las coladas volcánicas. Fisuras que han ido formando pasillos ondulantes entre estrechas paredes, por donde la luz penetra, imprevisible, para acariciar sus entrañas milenarias.

Las Grietas forman pasillos ondulantes entre estrechas paredes.

Las Grietas forman pasillos ondulantes entre estrechas paredes.Carla Royo-Villanova

El resultado es una inmersión casi erótica, y un punto morboso, en las sucesivas erupciones que formaron capas y vetas, creando texturas y colores para robar el alma al volcán con las fotografías. Las Grietas son otra dimensión en todos los sentidos: un templo geológico escondido e inesperado.

Caletón Blanco y Caleta del Mojón Blanco, en Órzola

Caletón Blanco en Lanzarote

Caletón Blanco en Lanzarote.Getty Images

La costa noreste es el reverso de la imagen popular de la isla. Los ocres y rojizos ceden protagonismo al blanco, al negro y al turquesa. Lanzarote encuentra aquí el final feliz de su geología y lo refleja en un espejo de identidad: su reflejo más puro, el de su esencia dura, luminosa y radical. Este paraíso de contrastes y piscinas naturales, con las aguas más claras de la costa, es la escenografía de un sueño: el de un volcán que quiso ser espuma.

La costa de Órzola es uno de los escenarios más singulares de Canarias y, sin embargo, aún es posible disfrutar de estas calas escondidas sin tumultos

Obrando el milagro, la costa de Órzola es uno de los escenarios más singulares de Canarias y, sin embargo, aún es posible disfrutar de estas calas escondidas sin tumultos. Esta costa horadada es la reconciliación de los elementos; en ningún otro lugar conviven de forma tan visible fuego, aire, agua y tierra, en una alquimia perfecta que da una lección magistral de colores. La roca oscura, marco de charcos y piscinas naturales, procede de erupciones de hace más de tres mil años que extendieron sus lenguas de basalto hasta el mar.

Vista de Alegranza desde la Caleta de Mojón Blanco.

Caleta de Mojón Blanco.Carla Royo-Villanova

La arena más blanca de Canarias es fruto de la biogenética marina, compuesta por conchas, algas calcáreas y restos de organismos triturados por la corriente. Ideal para disfrutar en marea baja, cuando las turquesas lagunas son espejos y las playas más profundas. Alegranza y el peñón de Montaña Clara se perfilan en el horizonte, por si el espectador olvidó estar en las Afortunadas. Para quien no pueda evitar sumergirse en estos charcos cristalinos, las corrientes pueden ser fuertes y no hay vigilancia: extremen precauciones.

Punta Mujeres, armonía frente al mar

Pueblo pesquero de Punta Mujeres

Pueblo pesquero de Punta Mujeres.Getty Images/Cristian Balate

Muy cerca de Órzola, y con las coladas del volcán de La Corona como esqueleto, surgió un poblado pesquero acotado por el océano. La belleza suele estar en lo más simple: sencillas casas encaladas que defienden la esencia estética de Lanzarote con su integración perfecta entre arquitectura, paisaje y vida cotidiana. Punta Mujeres es la proporción perfecta; el crecer despacio al ritmo del terreno y la armonía espontánea bajo la batuta del mar.

La Casa Carmelina.

La singular Casa Carmelina.Carla Royo-Villanova

Punta Mujeres es un pueblo con alma íntima y corazón doméstico. Algunas puertas y ventanas se bordean de azules o verdes, y las calles se trazan según la lava dispuso: irregulares pero perfectas, improvisadas pero orgánicas, la coherencia de una isla irrepetible. Una casa destaca entre todas por su explosión de color y alegría: la Casa Carmelina, con sus paredes blancas adornadas con conchas y estrellas, y los balcones verdes rebosantes de flores, cactus, maceteros y calabazas pintadas. Todo un símbolo de identidad artística, un monumento a la vida marinera.

La cuchara enterrada de Playa Blanca.

La cuchara enterrada de Playa Blanca.Carla Royo-Villanova

En Punta Mujeres nada sobra y nada falta, ni el sentido común. Las piscinas naturales que caracterizan su orografía son los pulmones del litoral, aspirando y expirando el vaivén de las mareas. La Piscina de Las Rosas, en pleno corazón marino y entre muros volcánicos, es el patio de agua para los vecinos y será un recuerdo imborrable para los niños. Y, como niños, terminamos paseando por Playa Blanca, para encontrar la cuchara enterrada en su paseo marítimo.

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas