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Los Príncipes de Gales en el funeral de la duquesa de KentGTRES

Los códigos que definen el protocolo en el adiós a la duquesa de Kent: funeral Real y rito católico

La duquesa de Kent, Katharine Lucy Mary Worsley, falleció el pasado 4 de septiembre a los 92 años

La muerte de la duquesa de Kent, Katharine Lucy Mary Worsley, cierra la trayectoria de una mujer que, desde la discreción, dejó una huella particular en la monarquía británica. Nacida el 22 de febrero de 1933 en Yorkshire en el seno de una familia noble, se educó en colegios privados y muy pronto mostró un talento natural para la música. Estudió piano, violín y canto, e incluso trabajó como profesora antes de casarse. Esa vocación artística marcaría siempre su vida y, junto con un carácter sencillo y cercano, le permitió ganarse el afecto de quienes la conocían, en contraste con la rigidez propia de la realeza.

Los restos mortales de la duquesa de KentGTRES

En 1961 contrajo matrimonio con el Príncipe Eduardo, duque de Kent, rimo de la Reina Isabel II, y pasó a formar parte de la familia real. Desde ese momento participó en numerosos actos oficiales y fue reconocida por su elegancia sobria y por su compromiso con la educación musical, apoyando instituciones benéficas y proyectos educativos. Sin embargo, su papel público fue menguando con los años y en la década de 2000 optó por retirarse de la vida oficial. Antes de dar ese paso, protagonizó un hecho histórico: en 1994 se convirtió al catolicismo, siendo la primera royal en más de tres siglos en abrazar públicamente esta fe desde la aprobación del Acta de Establecimiento de 1701. Su decisión fue profundamente personal, pero tuvo un fuerte simbolismo en un país donde la monarquía, desde Enrique VIII, está estrechamente vinculada a la Iglesia anglicana. Esa elección de vida explica que su funeral no se celebre en un escenario habitual como la Capilla de San Jorge de Windsor, sino en la Catedral católica de Westminster, sede del catolicismo en Inglaterra.

Andrés de Inglaterra y Sara FergusonGTRES.

Así las cosas, este martes 16 de septiembre de 2025, se celebra allí la misa de réquiem en su honor, presidida por el cardenal Vincent Nichols. El féretro, cubierto con el estandarte real ribeteado de armiño, fue recibido en el templo tras una vigilia previa en la capilla de la Virgen María. Se han cuidado detalles muy personales, como la presencia de flores de Yorkshire —su tierra natal— o la representación de su regimiento, que subrayan el equilibrio entre protocolo institucional e identidad íntima. La ceremonia cuenta con la asistencia de los Reyes Carlos III y Camilla, de la Princesa Ana, la duquesa de Edimburgo, Sofía, y de la Princesa de Gales, además de los tres hijos de la difunta y sus diez nietos. Tras la misa, los restos de la duquesa serán trasladados al Cementerio Real de Frogmore, en Windsor.

La dimensión histórica del acto es clara. El fallecimiento de Katharine no solo marca el final de una vida de servicio discreto, sino que abre un capítulo nuevo en la historia ceremonial de la monarquía: por primera vez en la era moderna un miembro de la familia real recibe un funeral católico oficial. La presencia del Rey de Inglaterra en esta ceremonia refuerza un mensaje de tolerancia y pluralismo religioso en un país donde la figura del monarca es también cabeza de la iglesia.

El protocolo de la vestimenta

Más allá del carácter religioso, el día está marcado por un estricto protocolo de vestimenta, en el que se combinan el luto real con la solemnidad propia del rito católico. El negro absoluto es la norma: en contextos menos formales podrían aceptarse tonos oscuros como azul marino o gris marengo, pero en una ocasión histórica como esta no hay margen para variaciones. Los tejidos deben ser sobrios, como lana o crepé, evitando brillos o estampados. El largo más adecuado es el midi, a media pierna, aunque también se permiten trajes de chaqueta con pantalón sastre, siempre en negro y de corte clásico.

El tocado es un elemento casi imprescindible para las mujeres de la familia real. Los más recomendables son los modelos discretos: el pillbox, pequeño sombrero redondo y plano que recuerda a una cajita elegante, o los fascinators, adornos ligeros con lazos o plumas sujetos con diadema, que en este tipo de actos deben ser sobrios y de tamaño reducido. Ambos lucen mejor con recogidos bajos o semirrecogidos, ya que el pelo suelto se considera menos correcto en un funeral de Estado. En cuanto al calzado, la norma es la discreción. Los zapatos deben ser cerrados, de tacón medio o bajo, o bailarinas elegantes en negro. Los guantes, aunque ya no son imprescindibles, siguen siendo un complemento aceptable para las damas de alto rango.