Fundado en 1910

José de Saavedra y Salamanca, marqués de VianaWikipedia

Picotazos de historia

El duelo al amanecer que paralizó San Sebastián en 1906

La historia del duelo entre el marqués de Viana y su sobrino el duque de Andría

San Sebastián, año de 1906. En esa fecha aún no existía el emblemático Hotel María Cristina, que fue inaugurado en 1912, por lo que el hospedaje elegante por antonomasia en la bella ciudad era el du Palais. Estaba en la calle Fuenterrabía y cuando lo derribaron sobre su solar levantaron la sede del Banco Guipuzcoano. Pero volvamos al asunto que acá nos trae.

La noche del día 8 de septiembre el comedor del hotel está lleno. Muchos testigos confirmarán que vieron que el marqués de Viana –don José de Saavedra y Salamanca– se dirigió hacia su sobrino, el duque de Andría –don José de Bustos y Ruiz de Arana– y le interpeló: «Me han dicho que has tomado mi nombre diciendo que yo te había comprado unos caballos y, aunque supongo que sea una broma, te ruego que no vuelvas a gastarla, pues ya añade la gente que eran para S.M.».

En ese momento el marqués de Viana –Pepe Viana– era el Caballerizo Mayor del Rey, por lo que no tiene nada de raro que cualquier asunto relacionado con caballos en el que interviniera él sería vinculado también con el Rey Alfonso XIII.

Andría respondió, algo amoscado, que efectivamente se trataba de una broma inocente. A lo que su tío respondió: «Cierta clase de bromas ni deben darse ni pueden ser toleradas». A lo que el señor duque saltó sobre su tío.

No hay unanimidad sobre qué tipo de agresión fue. Los presentes están de acuerdo de que Pepe Viana cortó el asunto de cuajo. Sujetó a su sobrino y lo obligó a sentarse «¡Por Dios! ¿Te has vuelto loco?». Después templaría gaitas con el maitre del hotel y quitaría hierro al asunto, entre los testigos del enfrentamiento.

Ya todo tranquilo, abandonó el hotel el marqués de Viana. Se encaminó al bello Palacio de Miramar, donde presentó su renuncia inmediata al puesto de Caballerizo Mayor de S.M. y, después, se reunió con sus recién nombrados padrinos (el marqués de Villaviciosa y el Sr. Cívico aceptaron serlo), quienes fueron a ver al duque de Andría.

Tras recibir a los padrinos de Viana, Andría hizo otro tanto y eligió al duque de Gor y al marqués de Martorell para que le representaran. Para entonces todo el mundo en San Sebastián estaba al tanto de lo sucedido en el Hotel du Palais y las consecuencias que podían derivarse. Había una gran expectación.

Se reunieron los padrinos de ambas partes, obligados como estaban por sus funciones, tratando de buscar una solución amistosa antes de que degenerase a más. No hubo conciliación, por lo que los padrinos de Viana renunciaron. Este eligió nuevos padrinos: el duque de Tovar y el capitán López Castro.

Enterado de lo sucedido, el gobernador de San Sebastián dio orden de retener en el Hotel du Palais al duque de Andría y al marqués de Martorell, su padrino. De poco serviría esta precaución ya que, horas antes de la cita para el duelo, los retenidos saltaron por una de las ventanas que daba a la calle de San Marcial.

Subieron los fugados a un automóvil que les aguardaba y partieron en dirección a la frontera. Imagino que por la antigua carretera de Francia, pasando por Ategorrrieta. Por el camino se les unieron dos coches más. En estos estaban la parte ofendida, sus padrinos y los médicos por si alguien se hacía daño. Los padrinos habían acordado que el duelo se celebrara esa misma noche, en la línea de la frontera con Francia, a las 5 de la mañana. En definitiva, que se les echaba encima el amanecer y aún estaban lejos de la frontera.

Piensen ustedes la velocidad que podían alcanzar los coches de esa época –recuerden que es el año 1906–, que era noche cerrada y los faros alumbraban poco y mal. Piensen que todavía no había carreteras asfaltadas tal y como ustedes las han visto toda la vida, pues estas eran de tierra –como en la Edad Media– y en estado regular, en el mejor de los casos. Así que la velocidad a la que podían avanzar no podía ser mucha ¡Vamos, que les pillaba el amanecer y no llegaban, ni de broma, a la frontera!

Decidieron que era mejor llevar a cabo el duelo en un prado adecuado a la salida de la siguiente población, que resultó ser Rentería.

Salieron de la carretera y pararon en un prado sito entre los caseríos Recalde y Egusquiza. Decidieron que aquel era un buen lugar para proceder al duelo.

Los padrinos habían fijado que el duelo se desarrollara a espada, «con punta y dos filos, a todo juego» y a «primera sangre». Este era un límite fijado que afirmaba que al ser herido una de las dos partes se daría por concluido el duelo. Esta era una modalidad muy despreciada por el marqués de Cabriñana, máxima autoridad en el código del honor y autor de Lances entre caballeros, considerada la Biblia en la materia.

Duelo en el Bois de Boulogne, de Godefroy DurandWikipedia

Los padrinos determinaron que cada asalto duraría cinco minutos. Y sin más se dio inicio al duelo. Los dos primeros asaltos fueron de tanteo, midiéndose los adversarios el uno al otro. Se realizaron diferentes fintas y ataques. Sin resultado. En el tercer asalto, Andría llevó a cabo un ataque que fue hábilmente neutralizado por Viana. Al finalizar este se comprobó que el señor duque tenía un corte en el antebrazo derecho y un rasguño en la mejilla del mismo lado.

Intervinieron los padrinos. El ofensor reconoció que había perdido los papeles y se había dejado llevar por la ofuscación, disculpándose en toda regla. Viana tendió la mano a su sobrino, que este estrechó. La reconciliación fue completa.

Volvieron todos a montar en los coches y pusieron rumbo de vuelta hacia la Bella Easo, a donde llegaron poco después de las ocho de la mañana. Debido a la hora que era se decidió que lo mejor que podían hacer era ir todos a desayunar al comedor del Hotel du Palais. Donde había empezado todo.

Cuentan que el desayuno fue copioso y muy animado, y que los integrantes del grupo fueron saludados por los huéspedes, que les felicitaban por el feliz desenlace del duelo.

Cada cual que piense lo que quiera, pero, para mí, si no eran más civilizados al menos tenían mejores modales que ahora.