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30 de abril de 2024

Viktor Orbán en Paris en la ceremonia de despedida del expresidente de la Comisión Jaques Delors

Viktor Orbán en Paris en la ceremonia de despedida del expresidente de la Comisión Jaques DelorsAFP

Segundo semestre 2024

Así podría el Parlamento Europeo bloquear la presidencia rotatoria de Hungría

La sola posibilidad de que un gobierno conservador como el de Orbán se haga con las riendas por seis meses de la Unión Europea aterra al centro y a la izquierda

A nadie se le escapa la tensa relación entre Budapest y Bruselas desde hace años. Al partido Fidesz de Viktor Orbán se le tilda de ‘ultraderechista’ y ‘ultranacionalista’ desde hace años pero es un partido conservador como los que existieron en gran parte de Occidente entre los 80 y los 90.
Treinta años después, eso es considerado hoy en día de extrema derecha: la promoción de la familia hombre-mujer, la natalidad propia y no extranjera, la libertad religiosa, de pensamiento y económica… todo esto aterra a gran parte del establishment político europeo desde parte del Partido Popular Europeo hasta la izquierda más verde.
¿Por qué? Porque Orbán ha demostrado en sus 20 años de mayorías absolutas que la supervivencia de los Estados nación como los conocemos distan mucho de las fórmulas alquímicas bruselenses. El mandatario húngaro ha demostrado que se puede hacer política de otra manera dentro de la Unión Europea y, además, que se puede mantener cierta autonomía dentro del club.
Así como los cangrejos agarran y empujan hacia abajo al que quiera salirse del cubo, lo mismo pasa con la burocracia europea: nadie quiere ni atisbo de autonomía no vaya a ser que demuestre que otros caminos no solo son posibles, sino deseables.
En este contexto se aproxima la presidencia húngara rotatoria del segundo semestre de este año, justo cuando de las urnas salga una nueva -y supuestamente renovada- UE. No son pocas las voces que han pedido que Hungría no asuma el cargo que le corresponde. Azuzar el miedo a la ultraderecha puede servir en algunos círculos, pero más allá de la retórica política, el hecho es que Budapest arrima el hombro como todos cuando toca.
No sentó nada bien la reunión del húngaro con Putin en China, y esto se está utilizando para demostrar una inexistente traición a «los valores europeos». Tampoco ha sentado bien su postura sobre Ucrania pero, como se pudo ver en la pasada reunión del Consejo de Estado, hay fórmulas para todo cuando interesa.
Recientemente Hungría ha conseguido desbloquear 22.000 millones de euros que Bruselas tenía congelados por problemas con el cumplimiento del Estado de derecho. Eso parece que ya son tormentas pasadas. ¿Entonces cuál es el problema? La cosmovisión iliberal de Fidesz.

La democracia iliberal

Hungría se unió a la UE el 1 de mayo de 2004 y firmó el Tratado de Lisboa en 2007. Los partidarios de evitar la presidencia de Orbán esgrimen que no cumple al pie de la letra estos tratados, ya que sigue defendiendo –y disfrutando– de cierta autonomía que otros países, a través de sus gobernantes de amplio espectro ideológico, ya han cedido hace tiempo. Omiten, aparte, que en Lisboa se respetó el derecho de veto que ejerce Hungría cuando, como otros países, sus intereses están en juego.
Por su parte, el Parlamento Europeo tiene el poder legislativo y está facultado para limitar la soberanía nacional aplicando leyes de rango superior. Leyes que luego la Comisión ejerce, como Ejecutivo comunitario, en nombre de los Estados miembros, incluido Hungría.
De acuerdo con la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, la Comisión tiene la autoridad para salvaguardar la estructura y los principios fundamentales de la Unión frente a las violaciones cometidas por los Estados miembros. Y aquí es donde los partidarios de contener a Hungría inciden. Una resolución del Parlamento Europeo se aprobó en junio con el fin de evitar que el gobierno húngaro asuma la presidencia del Consejo.
Aunque el artículo 236 del Tratado de la Unión Europea apenas reserva un margen para el papel del Parlamento Europeo en este aspecto, los eurodiputados que quisieran censurar a Orbán podrían esgrimir que la cosmovisión iliberal de Hungría no tiene cabida en una «asociación de Estados democráticos liberales».
Esto suscitó enormes críticas porque la propia existencia de la Unión Europea es contraria al principio de gobierno liberal. Si ya los Estados son todo menos liberales, ¿cómo se define a un superestado que regula más del 80 % de las legislaciones nacionales?
El artículo 236 permitiría modificar la presidencia del Consejo por mayoría cualificada. El Parlamento, para ello, debería convencer a la mayoría de los Estados miembros que de aprueben la suspensión de la presidencia húngara. La herramienta existe, eso es cierto, pero nunca se ha aplicado. Sería abrir la caja de Pandora.
Llegado el momento, incluso el Parlamento Europeo podría mostrarse en rebeldía contra el Consejo y negarse a colaborar pero, de nuevo, es algo que nunca ha ocurrido. No al menos de esta manera.
Por el momento todo está en el aire. Si no hubiera elecciones de por medio, estas medidas quizás no serían tan descabelladas, pero dado que todo está en el aire y muchos puestos de trabajo en juego, todo apunta a que nada ocurrirá y que, cumpliendo con el calendario previsto, Viktor Orbán presida la Unión Europea durante el segundo semestre de 2024. Después, Polonia, aunque con Donald Tusk al frente es ya otra historia.
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