El honor de la diplomacia española

Jesús Silva Fernández, a la sazón embajador de España en Venezuela, se vio en la compleja tesitura, a finales de abril de 2019, de tener que acoger en su residencia al opositor Leopoldo López sin romper con la dictadura bolivariana, que había logrado sofocar la rebelión de unos militares favorables al restablecimiento de la normalidad democrática. Estos últimos habían logrado una limitada movilización en Caracas, fugacísimo periodo de algunas horas durante el cual alcanzaron a liberar a un López sometido a arresto domiciliario desde 2017.

Mas el fracaso de aquellos militares obligó al carismático opositor a buscar refugio en una embajada. Primero fue la de Chile y, más tarde la de España: allí permaneció López durante año y medio, acogido por Silva Fernández y su mujer Sara, hasta que, mediante una improbable fuga, logró salir de Venezuela y exiliarse en España. Nada extraño, pues, que López haya rendido homenaje al embajador en X: tras describirle como «un gran diplomático amante de su país y de su oficio», Silva Fernández «supo manejar las presiones de la dictadura sin ceder un milímetro en principios».

Este último punto no es baladí, debido a que, nada más llegar a Venezuela en 2017, el embajador de España padeció la hostilidad del régimen. Silva Fernández, hasta que fue cesado tres años después, mantuvo sin pestañear su línea de conducta: ser receptivo a los opositores perseguidos al tiempo que mantenía canales de comunicación oficial con el régimen chavista. Lo propio de un diplomático, si bien en circunstancias adversas.

Mas la trayectoria de Silva Fernández trasciende su etapa venezolana: también fue máximo representante de España en Panamá entre 2010 y 2014 –presenció una Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno, así como un Congreso Internacional de la Lengua Española– y en Jamaica y demás países del Caribe anglófono entre 2005 y 2010.