Cervantes, maricón
No puedo terminar mi admirativo texto sin recalcar dos pensamientos fundamentales de Amenábar, que acaba de cumplir algo más de cuatro siglos desde que se desentendió de Cervantes. Dice el viejo homosexual: «Si las alternativas son ser de ultraderecha o ser 'woke', pues soy 'woke'»
Amenábar, no confundir con Almodóvar, conoció a Cervantes en su presidio de Argel en torno a 1547. Fue soldado español y perdió por España su brazo izquierdo. La izquierda lerda española no valora esos pequeños detalles. Ni el brazo de Cervantes, ni el ojo o el brazo de Millán-Astray, ni lo mismo de Blas de Lezo, el marino de Pasajes silenciado por los pactos de salón del Gobierno casi todos ellos catalanes. Lo importante de esta noticia que ha rodeado al mundo en apenas minutos, es que, al fin, Amenábar se ha atrevido a narrar en historieta cinematográfica la verdad íntima de quien, con Shakespeare, está considerado el más grande de los escritores universales. Era trucha. Figúrense lo que era una mazmorra en Argel en el siglo XVI. Se sinceraron, y Cervantes le confesó a Amenábar que de niño, le gustaba jugar a las muñecas. Después fue soldado del Rey de España, perdió el brazo, se olvidó de Amenábar y se dedicó a escribir más de 2.500 obras y comedias, entre ellas el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, obra que, en mi opinión, merece la pena.
Ello quiere decir que Amenábar y Cervantes estuvieron muy poco tiempo juntos, porque al verse de nuevo, limpios y libres en Alcalá de Henares, ya había matrimoniado don Miguel, sin invitar a la boda a Amenábar, con doña Catalina de Salazar y Palacios, si bien su amor fue doña Ana de Villafranca, de la que se sospecha fue la madre de su hija Isabel de Saavedra. Con tanta guerra, tanta mazmorra, tantas amputaciones y en torno a unas cuatrocientas damas desconocidas, Amenábar no tenía lugar ni sitio en la pasión de don Miguel, y como le gusta amariconar todo lo que toca, le ha tocado el turno a Cervantes porque con Cela no se atrevió.
Esta gente tan descoyuntada intelectualmente todo lo llevan a sus verdes y mentirosas obsesiones. Lo ha declarado. «Renunciar a la trama homosexual de Cervantes sería como renunciar a mí mismo, porque soy homosexual». Es decir, que Amenábar ha encontrado en la figura de Cervantes la falsa justificación de sus derivaciones amorosas. Según Amenábar que fue testigo de todo, se encaprichó de don Miguel de Hasán Bajá, que era de doble tendencia, y cuando ya se había comprometido con don Miguel, Amenábar se disfrazó de Cervantes –¿dónde metería el muñón?–, y Cervantes consiguió con muchas dificultades un lugar reservado en el 'Open Armas', que ya funcionaba enchufado –en el buen sentido–, por Amenábar.
No puedo terminar mi admirativo texto sin recalcar dos pensamientos fundamentales de Amenábar, que acaba de cumplir algo más de cuatro siglos desde que se desentendió de Cervantes. Dice el viejo homosexual: «Si las alternativas son ser de ultraderecha o ser woke, pues soy woke». Me identifico plenamente. Pues vaya novedad. Y también dijo: «Me preocupa que estemos viviendo algo similar a lo que pasó en Alemania con el nazismo».
Que nos lo explique. Y que siga dedicándose a sus imbecilidades con nuestro dinero. Con el respeto que siempre exige escribir del novio de Cervantes.