¿En qué siglo vivimos?

La política nacional sigue atascada en escenarios que requieren soluciones urgentes. Un ejemplo reciente es la Agencia Estatal de Salud, cuya puesta en marcha sigue bloqueada por la falta de aprobación en el Congreso.

La casi total igualdad entre los bloques de izquierda y derecha convierte cada votación en un pulso interminable, donde cualquier movimiento de un grupo altera el resultado final. Conocemos los nombres de los protagonistas como si fueran la alineación de un equipo de fútbol. También conocemos las reglas. Lo que no cambia es la falta de negociación y consenso.

Los partidos políticos parecen más empeñados en mantener su postura que en resolver los problemas reales del país. Mientras tanto, los ciudadanos seguimos sufriendo las consecuencias de su inmovilismo.

Una sociedad moderna no puede quedar atrapada en debates estériles ni en la parálisis política. No se trata de quién tiene razón, sino de construir acuerdos que permitan avanzar en leyes e instituciones que realmente mejoren el bienestar social. Solo así podremos decir que vivimos en el siglo XXI.