Cartas al director
Acerca de la UME
Nuestra Unidad Militar de Emergencias es elogiada en todas sus actuaciones, algo que nos enorgullece a todos los militares. Cuando una población angustiada por un siniestro ve llegar a la UME se siente reconfortada. Y es que, a su profesionalidad añaden virtudes propias de su condición militar: disciplina, valor, amor al servicio… Pero cabe recordar que la UME nació de una tragedia y de un fracaso. Fue en 2005 cuando el fuego calcinó a 11 bomberos forestales en Guadalajara. Alcaldes y vecinos denunciaron la descoordinación y tardanza de los medios de extinción, pero tras la acción de la Justicia, sólo uno de los 29 imputados —entre ellos algunos políticos— fue condenado por imprudencia grave.
El Gobierno decidió entonces dedicar, con carácter exclusivo, una parte de las FFAA a apagar incendios, además de otras misiones del ámbito de Protección Civil. El Ejército cedió –y perdió– así unos 4.000 militares y buena parte de sus recursos, que desde entonces se emplean en un cometido diferente de su misión principal, que no es otra que prepararse para la guerra. En realidad, aquella decisión constató el fracaso del Sistema Nacional de Protección Civil, un fracaso que, aun contando con la UME, se ha repetido frente al virus, el agua y el fuego, ¿será la propia estructura del Estado la causa última del fiasco?
En todo caso, creo que, por pura coherencia, esta unidad no debería pertenecer a las FFAA sino a Protección Civil, que es a quien compete su empleo, y quizás debiera denominarse Unidad Nacional de Emergencias, siempre contando con planes de contingencia para la intervención del Ejército, tal como ocurría antes de 2005 y después, cada vez que la UME se ha visto sobrepasada.