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En primera líneaJuan Díez Nicolás

Strómboli

Todos sabemos cuáles son los bastones de caramelo multicolor que nos ofrece la sociedad a través de los medios de comunicación, y no solo en España, sino en todo Occidente

Recordando otros tiempos me vinieron a la memoria algunas películas de mi infancia, y de pronto el Pinocho de Disney de los años 40. La memoria tiene extraños modos de buscar conexiones entre el pasado y el presente. Recuerdo que esa película me impactó, sobre todo por Strómboli, el malvado titiritero que regalaba a los niños unos bastones de caramelo con franjas de distintos colores para atraerles a su carromato, donde les encerraba, y donde los niños poco a poco les crecían orejas de burro y pezuñas de burro, hasta que finalmente quedaban convertidos en burritos asustados y llorosos porque, demasiado tarde, se daban cuenta del engaño que habían sufrido. Confieso que, como vivíamos muy cerca de la pastelería Mallorca, la original de Bravo Murillo al lado de Quevedo, cuyas ensaimadas eran mi pasión, me extrañaba que precisamente esa pastelería vendiera también bastones de caramelo iguales a los de Strómboli. No extrañará que yo continuase con mi preferencia por las ensaimadas y rechazara los bastones de caramelo multicolor, por prudencia, o como decía mi abuela materna, porque «vale más un 'por si acaso' que un 'quién pensara'».
Lo cierto es que mi cerebro parece haber hecho una conexión entre aquellos caramelos y la realidad actual. ¿Estamos aceptando bastones de caramelo multicolor, estamos convirtiéndonos poco a poco en burritos, o en burros adultos? Esa conexión espontánea de mi cerebro me llevó a reflexionar sobre si realmente había razones para temer la metáfora.
Creo que todos estaremos de acuerdo en que después de la Guerra Civil y de la II Guerra Mundial, el mundo occidental, España incluida, aterrorizada por lo vivido, se puso a trabajar y a mirar al futuro, tratando de olvidar los «desastres de la guerra» (Goya dixit). El mundo occidental, mediante la cultura del sacrificio y el esfuerzo, fue alcanzando poco a poco niveles de bienestar que no había conocido nunca. Las décadas de los 50 y 60 fueron las del desarrollo, las del pluriempleo y las letras de cambio; hubo esfuerzo y resultados, crecieron en todo el mundo occidental el estado de bienestar y las clases medias, debido entre otras cosas a eso que se denominó «la motivación de logro»; todo el mundo quería esforzarse para mejorar. Lo hicieron nuestros padres sobre todo, y nos beneficiamos los hijos. La mayoría de la gente quería mejorar, se esforzaba, y hay que reconocer que una gran parte lo consiguieron. Hubo cambio social ascendente generalizado, y hubo optimismo en que, si uno se esforzaba, mejoraba. Por supuesto eso no fue igual para todos, en España se acabaron poco a poco las alpargatas, las cartillas de racionamiento y el calzado de tipo único, pero siguieron existiendo diferencias entre clases sociales, aunque también es justo reconocer que hubo mucha movilidad social ascendente, de la que muchos nos beneficiamos, aunque no todos lo lograran. Esfuerzo y optimismo han durado unas cuantas décadas en nuestro mundo occidental.

Lu Tolstova

Como enseña la historia, cuando las sociedades logran mejores niveles de seguridad personal y económica, dejan de esforzarse, y se dedican a disfrutar de lo logrado. Ese parece ser el momento en que muchos comienzan a aceptar los bastones de caramelo multicolores. Esos bastones son muy variados en la actualidad, fruto de la sociedad de consumo, que ofrece todo en tres tamaños y con siete gustos diferentes, por lo menos. Lo más evidente es la eliminación del esfuerzo. El saber popular en España acuñó lo de «la pereza es la madre de la vida padre», y por ello se empezó por eliminar el esfuerzo en la educación. Nunca he sido partidario, ni he padecido, lo de «la letra con sangre entra», pero tampoco he sido partidario, como docente, del aprobado colectivo. Soy partidario de la igualdad de oportunidades, pero garantizada ésta hasta donde sea posible, también soy partidario de la desigualdad de recompensas para resultados desiguales. Aprendí de los clásicos griegos que la equidad garantiza mejor la justicia que la igualdad. Actualmente toda excusa es buena para rebajar el esfuerzo, en el estudio, en las titulaciones, en las oposiciones, en el trabajo, y eso conduce a una reducción de la calidad de la formación y por tanto de la profesionalidad adquirida. El aumento de la cantidad de titulados no implica aumento de la calidad de los titulados. Eso conduce, lamentablemente, a un incremento de la incompetencia en todos los órdenes de la vida, excepto en los Strómboli de la actualidad, que trabajan duro y son los que nos atiborran de bastones de caramelo multicolores. No lo digo solo yo, lo dice la prestigiosa revista Nature en un artículo de M. Park, E. Leahey & R. J. Funk («Papers and Patents are becoming less disruptive over time»), en el que analizan 45 millones de artículos científicos y 3,9 millones de patentes durante las últimas seis décadas, concluyendo que en ese periodo no ha habido avances significativos en ninguna de las ciencias, desde las físico naturales hasta las sociales. Sabemos cuáles son los bastones de caramelo multicolores que se reparten por todo el planeta. Cuando veo la España actual, la de mayor tasa de paro en Europa, la de mayor tasa de paro juvenil, la que tiene la edad de emancipación más tardía, la de más baja fecundidad, la de mayor proporción de mujeres que tienen hijos después de los 35 años, la de menor productividad, y una de las de mayor abandono escolar, no me siento feliz ni satisfecho. España no parece ser país para jóvenes, ni para viejos, ¿para turistas sólo? Pero no perdonamos un puente, un finde, vacaciones varias veces al año, nuestra «caña» con aceitunas o patatas fritas, «antes muerto que sencillo» como decía aquella canción de hace años. Todos sabemos cuáles son los bastones de caramelo multicolor que nos ofrece la sociedad a través de los medios de comunicación, y no solo en España, sino en todo Occidente. Conocemos nuestro «panem et circenses». Pero, ¿quién es el nuevo Strómboli?
  • Juan Díez Nicolás es académico de número de la Real de Ciencias Morales y Políticas