La inteligencia artificial: un desafío para los católicos en la era de León XIV
La ética en la IA sigue siendo, al fin y al cabo, la ética de la Humanidad y debemos continuar preservándola, desde el diseño, y anteponiendo a la persona. De esta manera lo ha entendido también el nuevo Papa, Robert Francis Prevost, León XIV
Revolución drástica. Estas dos palabras son clave para comprender el impacto de la inteligencia artificial (IA) en los próximos años. Nunca antes habíamos vivido, en un periodo de tiempo corto, tantos y tan relevantes cambios, tanto a nivel social como profesional, como los que ya estamos empezando a percibir. Y esto es solo el principio. A nivel profesional, las empresas ven en las herramientas de IA una panacea de eficiencia difícilmente superable por los empleados humanos. Actualmente vivimos en un mundo cada vez más ‘convertible’ a datos. Unos datos que necesitan ser gestionados si se quiere extraer conocimiento. La IA ayuda en este proceso, de hecho, es indispensable dados los límites intelectuales humanos. Por tanto, el uso/desarrollo de la IA no es una opción si no una necesidad en el mundo en el que vivimos.

Y es que esta gestión masiva de datos puede también ser usada para ayudar a resolver algunos de los retos actuales de la Humanidad, como la lucha contra el cambio climático, prevenir futuras pandemias (o ayudar a gestionarlas), predecir hambrunas y gestionar recursos para combatirlas… Es decir, no sería ético, ni deseable, no hacer uso de la IA en el momento en el que nos encontramos. Pero este momento se nos plantea también como una encrucijada. Un punto clave que empieza a alterar estructuras intrínsecas del ser humano que llevaban siglos, o incluso milenios, inamovibles. Hablamos de principios básicos que pensábamos unidos a la propia esencia de nuestra humanidad y que ahora parecen replantearse debido al impacto de la IA. ¿Qué es, en realidad, el Ser humano? ¿Qué nos hace conscientes? ¿Qué es el alma? ¿Podría «algo» diferente al ser humano llegar a tener creatividad o sentimientos? La cuestión es que la hegemonía de esta tecnología no llega solo en forma de pura ‘técnica’ sino que se presenta, en numerosas ocasiones, acompañada de un cúmulo de prejuicios adquiridos por la cinematografía y la literatura de ciencia ficción. Estas imágenes asocian, sin mucho remedio, a la IA a cuerpos humanoides y fomentan la ‘similitud’ en todos los sentidos, y un paso más allá. La idea de tener la capacidad de crear ‘seres artificiales’ nos abruma y parece que nos motiva. Un reto… un límite por fin capaces de superar. Y en ello estamos…
Sin duda se trata de una revolución sin precedentes. Como se ha comentado anteriormente, imparable. Imprescindible. Pero también subversiva e incluso ‘peligrosamente’ disruptiva. Un cambio de estas características requiere del acompañamiento de la filosofía, del pensamiento, del razonamiento humano y del contexto ético y moral.
Este es el escenario en el que nos encontramos. Es en este debate existencial, en esta encrucijada, en la que la Iglesia juega un papel fundamental, y así lo ha asumido. El Papa Francisco, en su encíclica Dilexit nos (24 de octubre de 2024) ya reflexionó sobre la necesidad de preservar la humanidad en la era de la inteligencia artificial. Y para extender este mensaje, la Iglesia Católica ha demostrado su intención de querer entender esta tecnología y sus implicaciones, tanto presentes como futuras. Así, en la Nota Doctrinal: Antiqua et nova (28 de enero de 2025) el Vaticano profundizó en la relación entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana. El documento subraya que la IA debe complementar, y no reemplazar, la inteligencia humana, y destaca la importancia de respetar la dignidad humana en su desarrollo y aplicación. La ética en la IA sigue siendo, al fin y al cabo, la ética de la Humanidad y debemos continuar preservándola, desde el diseño, y anteponiendo a la persona. De esta manera lo ha entendido también el nuevo Papa, Robert Francis Prevost, León XIV, quien ya, desde sus inicios prometió continuar con la cruzada de su predecesor respecto a la IA y su impacto en el mundo, tal y como lo conocemos. Así, en su discurso inaugural del 10 de mayo de 2025, pronunciado ante el Colegio Cardenalicio, el nuevo Pontífice explicó que su nombre rinde homenaje a León XIII, autor de la encíclica Rerum Novarum (1891), que abordó los desafíos sociales de la Primera Revolución Industrial. Hoy, León XIV sitúa a la Iglesia frente a una nueva «Revolución Industrial» impulsada por la IA, una fuerza que, según el Pontífice, redefine la vida humana y plantea profundos desafíos para los católicos en su fe, ética y compromiso social. León XIV destacó además que, al igual que León XIII respondió a la mecanización del siglo XIX, la Iglesia debe ahora ofrecer su doctrina social para guiar a los fieles ante los dilemas de la IA. «Hoy, la Iglesia debe responder a otra revolución industrial: la de la inteligencia artificial», afirmó, subrayando la necesidad de proteger la dignidad humana frente a «algoritmos opacos» que toman decisiones sin contexto y quizá sin contar con la supervisión humana. Actualmente, el mundo de la técnica y de las leyes ya están trabajando en esta cuestión que, no solo preocupa al Pontificado, sino a expertos de todo el mundo. Cada vez se tiene una mayor comprensión sobre los ‘riesgos’ de esta tecnología y se están desarrollando metodologías y herramientas técnicas para prevenirlos. Además, sin duda, la Regulación Europea en IA (AI Act), que entrará en vigor de manera efectiva en agosto de 2026, ayudará en este cometido haciéndonos más conscientes de la necesidad de incidir en las medidas que ayuden a mitigar los riesgos sobre nuestros derechos fundamentales. Y en este proceso de concienciación sobre la manera de acercarse a esta tecnología, a nivel mundial —buscando la unidad— la acción de El Vaticano constituye un pilar fundamental.
El reto de la dimensión espiritual
En cualquier caso, más allá de los retos prácticos y éticos, es cierto que la IA también interpela la dimensión espiritual de los católicos. La capacidad de las máquinas para imitar la creatividad, la toma de decisiones e incluso la empatía puede llevar a cuestionar las propias bases del ser humano. De hecho, ya está ocurriendo por parte de algunos pensadores y filósofos. En este sentido, León XIV recuerda que la tecnología debe de ser vista como un medio, no un fin. Es posible integrar los avances tecnológicos de la IA y continuar fomentando la espiritualidad, sin perder de vista lo eterno. El nuevo Papa reclama una Iglesia plenamente involucrada en el mundo contemporáneo, fiel al Concilio Vaticano II y al legado de Francisco. En su discurso, pidió a los cardenales «renovar juntos» su compromiso con la vía de la Evangelii Gaudium, la exhortación apostólica que llama a una Iglesia misionera y cercana. Esto debe implicar un diálogo activo con científicos, desarrolladores de tecnología, responsables políticos y comunidades para asegurar que la IA se desarrolle con responsabilidad y al servicio del bien común.
Tal y como comentábamos al principio de este artículo, el uso/desarrollo de la IA no es una opción en la Era en la que vivimos. Su tremendo impacto sin duda hará (y ya está haciendo) tambalear algunos de los principios básicos de la Humanidad. Los retos para los católicos, y para los humanos en general, son muchos, y en este proceso el compromiso y la guía de la Iglesia Católica es fundamental y necesario. La actitud dialogante y abierta del nuevo Pontificado, no solo fortalece la misión de la Iglesia, sino que también permite a los católicos llevar las enseñanzas del Evangelio a los debates sobre el futuro de esta revolucionaria tecnología.
- Idoia Salazar es directora de la Cátedra ENIA en IA Generativa: retos y riesgos de la Universidad CEU San Pablo