¿Qué pasa si me como la piel de las patatas?

Las patatas son un alimento muy versátil que se puede incorporar en una dieta equilibrada. Para aumentar el componente de fibra dietética de las patatas, Candida Rebello, profesora de Pennington Biomedical, aconseja hervir con la piel intacta y luego refrigerar entre 12 y 24 horas. La piel de las patatas contiene un tipo de fibra llamada «almidón resistente», que ha demostrado mejorar el control de la glucosa, los perfiles lipídicos y la saciedad.

La divulgadora y experta en bienestar María Verónica Sarmiento @Misionvidasana, en un vídeo de TikTok explica que la piel de la patata puede ser la parte más nutritiva. Cocer la patata con piel evita que durante el cocinado se pierda gran parte de la vitamina C que contiene. La experta explica que «esto sucede porque la vitamina C es hidrosoluble, es decir que puede disolverse en el agua. Por eso cuando cocemos la patata sin piel y en abundante agua, la vitamina C de la patata pasa el líquido de cocción. En cambio la piel actúa como una barrera entre el alimento y el líquido». La experta añade: «Si eres de lo que tienes miedo a las patatas por sus calorías ten en cuenta que comer la piel de la patata, ayuda a que sus calorías sean más saludables, porque es pura fibra. De esta forma disfrutaremos de todo el sabor de la patata saciándonos antes».

Los nutricionistas aseguran que al aprovechar la piel se obtiene un plato mucho más nutritivo y saludable. Comer la patata con piel aporta muchos más nutrientes de los que solemos pensar. La piel es rica en fibra que ayuda a la digestión y también a controlar el apetito. Además contiene antioxidantes que protegen nuestras células del desgaste, diario así como minerales, como el potasio y la vitamina C que fortalecen nuestras defensas.

Cocer patatas con piel de forma segura

Cocinar las patatas con piel puede ser una opción más nutritiva y práctica, pero requiere ciertas precauciones. Los expertos advierten que si las patatas presentan manchas verdes, brotes o raíces, es fundamental retirarlos antes de cocinarlas, ya que pueden contener sustancias tóxicas como la solanina, un compuesto natural que en altas concentraciones resulta nocivo para el organismo.

El siguiente paso consiste en lavarlas cuidadosamente bajo el grifo, frotando la superficie con las manos o con un cepillo específico para eliminar restos de tierra y posibles residuos. Solo así se garantiza una preparación segura y saludable, conservando al mismo tiempo los nutrientes y el sabor de este alimento básico de la dieta.