La mascarilla se ha convertido en una protección psicológica, una barrera que impide mostrarnos a nosotros mismos, nuestras expresiones y defectos

La mascarilla se ha convertido en una protección psicológica, una barrera que impide mostrarnos a nosotros mismos, nuestras expresiones y defectosGTRES

Salud

El 'síndrome de la cara vacía': el revés que deja la retirada de mascarillas

La mascarilla se ha convertido en una protección psicológica, una barrera que impide mostrarnos a nosotros mismos, nuestras expresiones y defectos

El Consejo de Ministros por fin ha aprobado el fin de la mascarilla en interiores. Tras casi dos años de imposición obligada por la pandemia, esta prenda se restringirá a espacios sanitarios y transporte. Pero esta medida, aplaudida por una gran parte de la población, tiene un reverso alarmante: el del síndrome de la cara vacía.
Más allá de los criterios técnicos que han llevado a levantar la imposición, para muchas personas esta medida supondrá una fuente de desasosiego después de dos años utilizando la mascarilla cada día. Y es que no se trata de un miedo más o menos justificado a contraer el virus, el problema viene porque muchos se sienten desnudos sin esta prenda en su rostro.
No se trata de un trastorno psicológico, ni mucho menos, pero sí la causa de las inseguridades de algunos que no se atreven a salir a la calle sin esa barrera protectora que oculta parte de su rostro, especialmente desde que se permitió la retirada en exteriores.
¿Por qué ocurre? Los seres humanos asociamos conceptos para poder entender nuestra realidad. Con el inicio de la pandemia, estábamos inmersos en unas circunstancias de incertidumbre e inestabilidad. Fue ahí cuando la gente empezó a asimilar que mascarilla era igual a protección. De la misma manera, no llevar mascarilla era igual a desprotección.
El problema empieza cuando este significado se mantiene a pesar de que las circunstancias cambien y la amenaza o peligro que nos llevó a hacer la asociación haya desaparecido o sea mucho menor. Si no hay peligro o el riesgo es mínimo, la mascarilla deja de ser una protección.
También por asociación, la protección no solo se aplica al virus, sino que ampliamos su significado a un ámbito emocional. La mascarilla entonces se convierte en una protección también psicológica, una barrera que impide mostrarnos a nosotros mismos, nuestras expresiones y defectos. La mascarilla como ocultación.
Este tipo de perfiles suelen mantener conductas evitativas, es decir, se protegen dejando de hacer cosas. Esta forma de funcionar no hace sino aumentar el miedo. Por ejemplo, dejan de mostrarse físicamente, reunirse con amigos, y en casos más extremos incluso pueden dejar de salir de casa.
Por último, también algunas personas siguen llevando mascarilla por miedo a la reprimenda de quien las lleva o por no dar una imagen social determinada.

Difícil solución

Para este síndrome no hay ninguna solución médica, tan solo adaptarse. Igual que nos llevó tiempo vernos con mascarilla, ahora tiene que llevarnos tiempo reconocernos sin ella y recolocarnos psicológicamente. No obstante, es normal que en la transición aparezcan emociones contrarias.
Según los psicólogos, las personas que padezcan este síndrome deben saber que no se está obligando a salir sin mascarilla, por lo que podrán llevarlas siempre que quieran. También conviene prevenir las conductas de evitación y es recomendable que se vayan exponiendo poco a poco.
Sería bueno crear una lista de situaciones, de menos a más amenazantes, empezando por las más fáciles y concluyendo con las más complejas.

Una barrera para el virus... y para los demás

Hay que tener en cuenta que la mascarilla es una barrera, igual que nos protege del virus, también nos puede distanciar de los demás. Recordar que ver la cara nos ayuda a ver las emociones y a interactuar de una manera más libre con los demás.
En caso de que no mejorase, se deberá acudir a un especialista que nos enseñe a gestionar todas las emociones, miedos e inseguridades.

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