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20 de abril de 2024

Finito de Córdoba

Finito de CórdobaJúcaro

Finito de Córdoba: «Sigo manteniendo intactas la pasión, la emoción y la afición»

El matador nacido en Sabadell y criado en La Carlota habla de sí mismo y de la situación de la tauromaquia después de treinta años de alternativa

Honesto, sincero, en corto y por derecho, ofreciendo su verdad con el pecho por delante, al igual que como torea, clásico y profundo con el poso y el macerado del tiempo. Así se muestra Finito de Córdoba en la entrevista concedida a El Debate, tras culminar una temporada en la que el cordobés ha cumplido treinta años de alternativa. El paso del tiempo no ha hecho mella en él, si a un caso le ha servido para acrecentar su pasión y locura por el toreo. Sobre él, lo que significa, su trayectoria y el momento que vive la fiesta de los toros habló Juan Serrano sin taparse ni rehusar tema alguno, dejando muy clara su posición en torno a cómo hacer frente a la situación por la que, actualmente, atraviesa la tauromaquia.
–Treinta años en activo dan para mucho. ¿Ha merecido la pena todo lo que ha vivido?
–Todo. Me quedo tanto con lo bueno como lo menos bueno. He aprendido mucho y todo lo he disfrutado, incluso se sufre después de los triunfos porque el hecho de abrir la Puerta Grande en Madrid es un triunfo, grande, pero después de conseguirlo debes volver a pelear por reeditar ese triunfo y, ahí, se sufre para estar siempre a la altura de lo que exige el público, la plaza, el ganado, los compañeros y lo que te exiges tú mismo. Triunfar en Madrid es abrirte todas las puertas del resto de plazas, pero también hay que saber gestionar con responsabilidad ese triunfo y eso es un reto al que nos enfrentamos siempre.
–Imagino que ha sido una temporada especial, por el aniversario y por las circunstancias en las que se ha desarrollado.
–Estoy feliz porque he vivido una temporada para el recuerdo, muy bonita, con plazas importantes y triunfos importantes y eso es una de las satisfacciones que me llevo. He vivido la temporada con pasión, mi afición sigue intacta, los que me siguen –mi gente– siguen ilusionándose conmigo y disfrutando, y eso no lo cambio por nada. Desde que empecé a querer ser torero sigo manteniendo intactas la pasión, la emoción y la afición y eso es lo que me empuja a querer seguir adelante. No me cambio por nadie, sinceramente.

Soy un apasionado del toreo y torear, incluso en el campo, lo vivo con una pasión tremenda

– ¿Qué queda de aquel Finito, de novillero y comienzos como matador, que levantó aquella expectación y se convirtió casi en un dios al que seguir, cual religión taurina?
–Me siento muy orgulloso de aquella época porque, curiosamente, aún hoy y con el paso del tiempo mis compañeros siguen sorprendiéndose de esa legión de seguidores que han sido capaces de fletar un vuelo para ver la confirmación de alternativa en La Méjico o bien fletar un AVE Córdoba-Madrid para verme torear en Las Ventas. Eso ha sido algo único en el toreo y creo que nunca se ha visto una experiencia como la que viví en mis inicios. Y ahora, con la perspectiva del tiempo, lo vivo con mucha gratitud, la verdad. Fíjate que, por ejemplo, llegué a meter a siete mil cordobeses en Las Ventas en una novillada y eso me hace sentir feliz y orgulloso. No tengo palabras suficientes de agradecimiento a todos ellos, a todos los que me han seguido y han formado parte de mi historia como torero. Han hecho tanto, que siempre estaré en deuda con ellos por muchos toros y detalles que procure tener con ellos.
–Hablando de detalles, tuvo uno muy bonito en su corrida del aniversario en Córdoba con la que concluyó la temporada, donde recordó a todos los que le ayudaron o le siguieron en su trayectoria y ahora ya no están…
–Es que gracias a todos ellos he llegado hasta aquí, con treinta años de alternativa y treinta y cuatro en el mundo del toro. Evidentemente, hay muchos que nos han dejado y por eso quise terminar la tarde de Córdoba con un Ave María en recuerdo de todos aquellos que han formado parte de mi historia y que ya no están entre nosotros. La tarde de Córdoba fue una tarde para mi Córdoba y para mi gente y quise tener ese recuerdo para todos aquellos que estuvieron no solo en los momentos de gloria, sino también en los momentos duros donde las cosas no fueron tan bien como era de esperar, porque es ahí donde conoces a los que de verdad te quieren.

Trasladar todo ese poso de los años, esas horas de soñar el toreo y lograr hacerlo realidad en la plaza es lo mejor

–Con treinta años de alternativa a sus espaldas, ¿cambiaría algo de lo vivido?
–Corregiría muchas cosas, pero cambiar no cambiaría nada porque la vida nos enseña en todo lo que ocurre en ella y no cambiaría nada. La vida hay que vivirla y lo único que siempre pido es salud para la gente que quiero, mi entorno, familia, amigos, seguidores, gente del toro con la que me relaciono. En mis inicios decidí coger un camino y concepto del toreo concreto y, a partir de ahí, ha sido un camino –nada fácil– pero en el que, si tienes salud todo se puede ir solucionando, de nada vale estar anunciado en muchas ferias si no tienes salud para hacer frente a todo ello, pero ¿cambiar? Nada, corregir sí que quiero corregir, muchas cosas, pero ¿cambiar? No.
–Para usted, ¿qué es el éxito?
–Son muchas las circunstancias que se tienen que dar para alcanzar el éxito en una tarde de toros. No siempre es fácil. Y para que llegue ese día hay que trabajar durante todo el año y tratar de ilusionarse –de una manera u otra– uno mismo e ilusionar a la gente para que vaya a verte.
Finito de Córdoba

Finito de Córdoba vistiéndose para torearJúcaro

–El toreo, ¿es un ejercicio del alma, un ejercicio espiritual?
–El toreo es sublime, espectacular, es incomparable. Hoy en día se torea muy bien, aunque creo que siempre se ha toreado muy bien. A mí nunca me falta un capote y una muleta, con su ayuda, en mi coche. Te puedo contar cientos de anécdotas en las que incluso después de salir de un tentadero y vivir una noche de luna llena, irme a torear delante del Cristo de los Faroles aquí en Córdoba, o ese día en el que no han ido bien las cosas en un tentadero y parar el coche, sacar los trastos y ponerme a torear de salón soñando ese toreo que me inspira. Y si miramos atrás en la historia del toreo, fíjese el mérito que tenían las figuras de los años cincuenta, sesenta, setenta que, con la mitad de toro de lo que ahora se lidia, cuajaban unas faenas sublimes. Tenían mucho mérito las figuras del toreo de aquella época expresando su toreo con ese toro y ese tipo de embestida. Fueron, son y serán figurones del toreo y no me cabe la menor duda que lo serían hoy en día.
–¿Hacia dónde evoluciona su concepto del toreo, Juan?
–Soy un apasionado del toreo, incluso en el campo, lo vivo con una pasión tremenda. Poder tentar y torear en el campo es una cosa que lo vengo haciendo durante todo el año. Yo, por ejemplo, no noto lo que dicen los compañeros de que una vez empieza la temporada prefieren no torear vacas por las velocidades de las embestidas, por el ritmo, por el comportamiento. Afortunadamente es una cuestión que no acuso nunca y, por ello, no dejo de torear durante la temporada en el campo y hacer esas labores tan bonitas, aunque si algo me apasiona de verdad es torear de salón.

Para mí el campo es una pasión, es también el modo de prepararnos para cuando debemos estar delante de la cara del toro y lo vivo con mucha intensidad

–Torear de salón, ¿es soñar el toreo?
–Para mí torear de salón es soñar el toreo y también trabajar la elasticidad, la armonía en el movimiento, la rotación de la cintura, la composición corporal. Me viene muy bien, aunque nada que ver con lo que luego es la realidad en la plaza. Torear de salón sí que es soñar esa tanda perfecta que quieres después interpretar ante la cara del toro. Trasladar todo ese poso de los años, la experiencia acumulada en el toreo, esas horas de soñar el toreo y lograr hacerlo realidad en la plaza… es lo mejor. Cuando un animal es capaz de darte la embestida que uno siempre sueña y logras interpretar lo que has soñado toreando de salón, para mí es una satisfacción tremenda. Me llena por dentro y eso es lo que busco en el toreo. He conseguido muchas cosas a lo largo de los años como torero y haber vivido muchas tardes de gloria y otras menos buenas de las que también se aprende, pero sin duda y, con el paso del tiempo, lo que uno busca son pequeñas gratificaciones, logros que me llenan por completo el espíritu.
–¿Sigue siendo la tienta su banco de pruebas?
–Claro que sí. Para mí el campo es una pasión, es también el modo de prepararnos para cuando debemos estar delante de la cara del toro y lo vivo con mucha intensidad. A mí, torear en el campo me encanta y creo que es el banco de pruebas de todo torero. En mi caso es el lugar donde estudio todo lo que hago porque me grabo todas las tientas y no me acuesto sin haberme visto todo lo que he hecho, buscando aquellos aspectos que hay que corregir.
Finito de Córdoba

Finito de Córdoba con la muletaJúcaro

–¿Tanto tiene por corregir?
–Pues sí y creo que es una suerte, porque hay que agradecer que habiendo pasado tantos años aún veo defectos que pulir y que mejorar en mí y en mi toreo. Creo que es bueno que existan esos defectos porque gracias a ellos uno sigue con la pasión, la motivación y las ganas de querer seguir toreando, ponerse delante de la cara del toro y querer mejorar en cada tarde, en cada actuación, en cada tienta… Con el paso del tiempo uno se va dando cuenta que va madurando y consiguiendo muchos objetivos o sueños que era impensable poder conseguir, pero junto a eso aparecen otras cosas que están por corregir y aparecen otras muchas que están por hacer y que hay que atender, conocer, descubrir. Ese mejorar, en todo momento, forma parte de lo que es nuestra profesión, pero igual a como pasa en otras tantas profesiones y situaciones de la vida misma.
–¿Cómo ha visto la evolución del toreo en estos treinta últimos años?
–El toreo ha evolucionado en muchas cosas y en otras aún nos falta evolucionar. Estamos estancados y es una pena porque es un espectáculo grandioso. Se ha evolucionado en el diseño de los trajes, pero poco en la protección de los toreros y eso en pleno siglo XXI habría que pensárselo porque no estamos en la época de los gladiadores y el riesgo que asumimos cada tarde es máximo. Se ha evolucionado en la integridad de la fiesta con la creación de las fundas de los pitones que ha hecho que las bajas en el campo desciendan y los toros puedan llegar en perfecto estado para la lidia en las plazas. Y en cuanto a la embestida del toro, en un momento donde se torea con mucha perfección, estamos ante un toro muy bravo que ha mejorado en transmisión, fondo, calidad, humillación, ritmo…

A todos los que me han seguido y han formado parte de mi historia como torero, siempre estaré en deuda con ellos por muchos toros y detalles que procure tener con ellos

–¿Le gusta el toro que se lidia ahora?
–Por sus características sí, pero no me gusta que se esté lidiando un tipo de toro que es el más grande que jamás ha existido. Está bien hecho, es perfecto, pero tiene un trapío tremendo que hace complicado, a veces, torearlo. Ahora da igual donde te anuncies porque en cualquier plaza sale un toro muy voluminoso, como si fuese para una plaza de toros de primera. No hay diferencia en torno al trapío, torees donde torees, y te encuentras un toro grande en cualquier plaza y eso no puede ser. Yo no sé quién fue el lúcido que se le ocurrió pensar y defender que el toro debía ser grande y voluminoso para hacer el toreo. Eso nunca ha sido así. No sé quién ha impuesto este tipo de toro para hacer el toreo de hoy. Deberían dejarnos a los profesionales elegir delante de qué toro queremos jugarnos la vida, y en el caso de los equipos veterinarios ellos deben estar para certificar si el toro es apto para la lidia y está en perfecto estado de salud para ello, pero no para determinar qué toro está perfecto para la plaza en la que se va a lidiar en base al volumen. Eso no puede ser, pero como no nos plantamos y los toreros no tenemos personalidad y tampoco los que nos acompañan, pues tragamos con todo y con un toro con un volumen que no es apto para el toreo. Al final nos echarán un búfalo y, si nadie alza la voz, acabaremos matando búfalos en las plazas de toros, y eso no puede ser.
–Este parón por la pandemia donde se podría haber reflexionado sobre su futuro, ¿ha sido desaprovechado? ¿Está la fiesta de los toros en crisis?
–Totalmente. En una crisis muy grande y el que no quiera verlo que no lo vea, pero la crisis es muy grave. Aquí es muy fácil entrevistar a personas del sector como toreros, ganaderos, empresarios y escuchamos decir que la fiesta es grandeza y que todo está bien, pero no es cierto. Hay que decir la verdad y ser transparentes y no ir con argumentos vacíos. ¿Quién vive de la fiesta? El 5 % de compañeros y somos doscientos los que hemos toreado al menos una vez en una temporada, y si hablamos del 5 o 7 % que viven como merece vivir un torero, ¿qué hacemos con todos los demás? Vivir como se vivía hace veinte o treinta años tanto el torero como las cuadrillas, hoy no se puede vivir así. Que se sepa la verdad. No hay un empresario que diga que gana dinero, todos dicen que no llegan, que pierden dinero, pero siguen organizando festejos, luego algo no cuadra. Año tras año, temporada tras temporada, siguen diciendo que tienen pérdidas, pero no lo demuestran con números y con claridad. Yo, con el paso del tiempo, he pasado por muchas manos y muchos apoderados a los que les estoy muy agradecido por todo lo que han hecho por mí y por mi carrera y he aprendido mucho de todos ellos, pero en los últimos años que he padecido, sufriendo lo que he sufrido y viendo todo lo que he visto y tratando–-de alguna manera más directa– con ellos es un atropello al que nos sometemos los toreros y nadie o casi nadie reacciona. Cuántas cosas a lo largo de mi vida, como torero, no me habré enterado y me habrán tapado mis apoderados para que no me entere de cómo está el toreo en los despachos.
Finito de Córdoba

Finito de Córdoba en un desplanteJúcaro

–¿Tan mal está el toreo desde ese punto de vista?
–Los toreros hemos estado en manos de apoderados que han sido empresarios, hemos sido toreros de cambio, hemos callado porque se ha generado mucho, y siempre hemos vivido el toreo con bohemia, con romanticismo. Hemos querido viajar, torear, disfrutar, vivir la vida del toro de una manera apasionada, pero, al final, hemos vivido un mundo ficticio que ahora se da de bruces con una realidad como la actual en la que no se torea lo mismo y en la que el toreo no está como lo estaba –de bien– hace veinte o treinta años atrás. Ojalá me equivoque, pero no veo un futuro en el que se puedan matar cien corridas de toros y me resulta bastante difícil que alguien lo logre, salvo que sea una exclusiva o un reto. Dudo que volvamos a las cifras que viví en los años noventa y principio de este siglo. Antes éramos siete u ocho los toreros que matábamos cien corridas de toros y a nosotros se sumaban otros siete u ocho que mataban noventa, pero de eso nada queda… O se reestructura el mundo del toro o difícil lo vamos a tener.
–Suena un poco apocalíptico.
–Soy bastante transparente y a día de hoy echo en falta que los toreros seamos capaces de jugarnos la vida delante la cara de un animal como es el toro bravo y, en cambio, cuando nos quitamos el traje de luces, no somos nadie en la calle. No somos capaces de que se nos note que somos toreros y que ahí anda un torero; no somos capaces de alzar la voz y hacernos notar en la sociedad, siempre desde el respeto a esta profesión y al toreo. Esa falta de personalidad en el toreo no la veo y no la entiendo. Lo que hoy se le hace a un toro es tremendamente difícil y, sobre todo, al toro que –hoy en día– está saliendo a la plaza por su trapío, su volumen, su presencia. Se hacen faenas. Qué bonito y qué grandeza tiene hacerle ese toreo hondo y profundo a un toro de los de ahora, pero qué tristeza salir de ese ruedo y esa plaza y que vayamos por la calle y que no nos conozca nadie, no despertemos la admiración que antes se tenía por la figura del torero. Es muy triste. A mí me resulta bastante triste porque nos estamos dejando llevar de una manera que no creo que sea para bien.

El miedo siempre está presente cuando te enfrentas a la cara del toro y eso es difícil de gestionar

¿La fiesta de los toros viaja hacia la irrelevancia?
–Yo antes iba por la calle y uno se sentía torero. Entrabas en muchos sitios y te identificaban como torero y te lo preguntaban, pero hoy en día pasamos tan inadvertidos que eso es contraproducente para el propio torero y para la fiesta de los toros. Yo he entrado en sitios, con muchos compañeros que han abierto puertas grandes en Madrid, con lo difícil que es eso, y han pasado inadvertidos… y por la calle no son nadie y eso me resulta muy triste. Hace veinte años el torero seguía siendo muy conocido y reconocido, pero ahora no lo es. Había interés en el público, nos paraban por la calle, nos echaban una foto, les firmábamos un autógrafo, pero ahora eso se ha perdido.
–Los toreros relevantes no son muy dados a exponerse a la opinión pública, ni siquiera en los medios especializados o generalistas, en cambio vemos el fútbol y es un espectáculo.
–Soy amante del fútbol y del deporte y fíjese qué diferencia con el mundo del toro. El deporte ha sabido evolucionar y ha sabido hacer ver en los deportistas los nuevos ídolos de la actualidad. Se les hace sentir ídolos y héroes hasta el punto de que los chavales son capaces de esperar muchas horas en la puerta del hotel para ver a su futbolista favorito, el cual llega con los cascos puestos y ni le mira a la cara, pero ellos los ven como sus ídolos… y llevan cuatro o cinco horas esperando. ¿Esas personas, esos deportistas, son dioses? Pero el caso del torero es distinto. Somos personas que nos sometemos a una presión y responsabilidad tremenda y eso dificulta el estar o ser más visibles. Siempre hemos estado sometidos a esa presión, pero también somos gente muy cercana al público porque no rehusamos el contacto con él, y llegamos a un patio de cuadrillas y nos vienen a ver, a tomar fotos, los callejones suelen estar llenos de gente porque es una fiesta del pueblo y siempre nos hemos sentido identificados con el pueblo, con la gente, con su cercanía, pero somos personas que nos vamos a jugar la vida y eso la gente no se da cuenta.

Al que no les gustan los toros lo que me gustaría es que nos respeten como nosotros los respetamos a ellos

–Es difícil gestionar, cada día, que uno se juega la vida en todo momento.
–Los toreros somos unas personas que pasamos mucho miedo y a pesar de que pase el tiempo, el miedo siempre está presente cuando te enfrentas a la cara del toro y eso es difícil de gestionar. Nunca encontramos la solución definitiva para superar ese miedo, aunque sí que buscamos –de la manera más inteligente posible– cómo poder superarlo y que no te venza él cuando te pones delante de la cara del toro para interpretar tu toreo. Pero te das cuenta que por muchos años que pasen y mucha técnica que hayas adquirido o madurez, no superas ese miedo tan grande que se pasa todas las tardes, incluso se va agravando, aprendemos a convivir con él, aunque no es fácil…
–¿Cómo lograr esa mayor visibilidad del toreo?
–Antes, nosotros participábamos en coloquios, ahora lo hacemos menos; antes, el ambiente taurino de una ciudad se recogía en torno a varios hoteles y ahora estamos cada uno por nuestro lado, sin aglutinar el ambiente del toro en los hoteles de esas ciudades. Estamos todos desperdigados y así es complicado recuperar ese runrún del toreo, ese interés, ese ambiente que siempre ha rodeado a la fiesta de los toros y al torero. Al final, nos tendríamos que sentir obligados a parar en el mismo o los mismos hoteles y recuperar ese ambiente que se ha perdido en torno a la fiesta de los toros. Eso ayudaría a recuperar el interés, la vistosidad de la fiesta, ese sentir del aficionado correspondido por el torero. Participar en coloquios, dar ruedas de prensa… Lo que pasa que, cuando las cosas no ruedan bien hasta yo soy el primero en quitarme de en medio y así hemos ido perdiendo esa presencia en la sociedad que ahora pienso que es bastante difícil de recuperar. Pero hay que intentar recuperarlo, encajar la realidad y estar con la gente, aunque se ha ido perdiendo y cada vez es menos la presencia, lo que nos está llevando a lo peor porque podemos terminar cayendo en esa irrelevancia que mencionaba.

La tauromaquia es cultura, es santo y seña de nuestro país, de nuestras tradiciones, es la fiesta del pueblo, y la sostiene el propio pueblo

–¿Qué hacer entonces?
–Enseñar lo que es el toreo porque la tauromaquia se defiende por sí sola. La tauromaquia es cultura, es santo y seña de nuestro país, de nuestras tradiciones, es la fiesta del pueblo, y la sostiene el propio pueblo. Lo que ocurre es que los toreros nos hemos ido despegando del pueblo y de la gente y eso no es bueno. Hay que enseñar lo que es la fiesta de los toros al público, a la gente, a los más jóvenes. Difundir la grandeza de esta fiesta. Explicar a los más jóvenes cómo es, por qué es así y no de otro modo, y eso es lo que debemos hacer, fomentarla de alguna manera y hacérselo ver al indiferente porque al que está en contra no lo vas a ganar para el toreo, pero a lo mejor al indiferente sí que lo consigues. A los que no les gustan los toros lo que me gustaría es que nos respeten como nosotros los respetamos a ellos y el que no quiera ir –porque no le gusta– que no vaya a verlos, pero que nos respeten, es lo mínimo que se puede o debería hacer. Actualmente, es verdad que hay mucha gente indiferente y a esa gente es a la que hay que darle a conocer la riqueza del toreo, lo bonito que es la crianza del toro bravo en la dehesa, enseñar el toro, el toreo, convivir con el torero. La fiesta no es sacar una entrada e ir a ver el espectáculo un día de feria en la barrera de la plaza, la fiesta es mucho más que todo eso y eso es, precisamente, lo que hay que dar a conocer, explicar, enseñar, que la gente lo conozca.
–¿Le falta a la fiesta de los toros un mito?
–Yo creo que más que faltar héroes o mitos lo que hace falta es, como he comentado, enseñar lo que es el toreo. Aunque aquí hay un compañero que se llama José Tomás del que deberíamos todos aprender y escucharle. Él se dio cuenta que tenia que gestionar de una manera diferente su camino y, tal y como lo ha hecho, creo que nadie jamás en la historia ha sido capaz de hacer lo que él, con su concepción del toreo y en el modo de vivir y gestionar su trayectoria. Me parece grandioso y tremendo, y –a día de hoy– está en otro plano, nadie sabe de él, es un mito en vida. Yo he disfrutado muchas tardes con él en las que he ido abriéndole cartel y en las que he cuajado maravillosas actuaciones en las que hemos rivalizado. Unas setenta u ochenta tardes son las que he compartido e imagínese la cantidad de momentos vividos con él.
Finito de Córdoba con el capote

Finito de Córdoba con el capoteJúcaro

–¿Era o es ese el camino de la fiesta?
–Era ese, pero lo que pasa es que sostenerlo no era fácil. Él lo ha hecho perfecto y nos ha enseñado el camino. Existen toreros grandiosos actualmente, pero José Tomás es incomparable. Yo creo que él nunca ha estado en contra de la televisión, sino que está en contra de cómo se está gestionando la televisión y los derechos de imagen de todos nosotros, de todos los toreros y los que formamos el mundo del toro. Y lo ha hecho muy bien, pero no le escuchamos. José Tomás tiene razón en el hecho de que si yo me juego la vida en una plaza ¿por qué tiene que ser el empresario el que me gestione los derechos de mi imagen? ¿No será mejor, y más normal, que sea yo mismo, mi entorno, quien me gestione los derechos de imagen? Lo más normal es que negociemos nuestros propios derechos y si participamos en una Gira de Reconstrucción como la del año pasado ¿no será más fácil que gestionemos nosotros nuestros derechos de imagen? Es triste que tengamos que respaldarnos en otras instituciones porque no seamos capaces de gestionarnos estos aspectos como son esos derechos de imagen por torear y ser televisados. Lo suyo es que lo gestionase la propia Unión de Toreros… Son cosas que no entiendo de la gestión del mundo del toro y debería ser todo más fácil. Yo me estoy vistiendo de torero y en muchas ocasiones no conozco lo que me pertenece por derechos de imagen y si eso lo digo yo, con los años que llevo de profesión, ¿qué no dirán los demás toreros? El noventa por ciento restantes, no sabe qué tiene que cobrar y, entre ellos, gente joven que han triunfado y ni saben lo que están ganando y eso no es justo para un hombre que se juega la vida delante del toro. Si los derechos de imagen no los controlamos y no los compensamos, ¿qué pasa entonces con los toreros? Hay compañeros que se van a jugar la vida como yo y no van a tener ni para pagar los gastos o poder comprar un traje de luces. ¿Qué hacemos ante esas discriminaciones o desequilibrios? La realidad es que muchos matamos o matan toros como búfalos y no les queda ni para los gastos y eso no puede ser en un espectáculo donde nos jugamos la vida cada tarde. No hay transparencia y si nos sometemos a las mismas exigencias y vemos que no hay equidad en relación al esfuerzo que hacemos para ponernos delante de ese tipo de toros no esta claro, lo que ocurre, no está claro. Hay que contar la realidad de la fiesta a la gente. Todo eso se debe contar por el bien de la fiesta.

Ojalá que Dios me permita seguir manteniendo la salud para disfrutar de la profesión

–¿Qué le motiva para seguir adelante?
–Me motiva mi familia, mis amigos y sentirme torero. Mientras tenga salud esa es mi mayor felicidad, ir al campo, disfrutar de los amigos, de torear a las vacas y los toros en tientas, torear de salón. Todo eso es lo que me motiva. Comprobar tu estado físico, anímico, tu equilibrio personal, profesional, la concentración, el cuidado físico… todo eso es lo que me gusta. Al final es vivir en torero y con eso disfruto, la verdad. Es tratar de mantener con cincuenta años, la ilusión de un chaval que empieza.
–¿Habrá continuidad con Juan Rodrigo, su hijo?
–¡No, espero que no! (Sonríe) Aunque uno nunca sabe lo que puede deparar el futuro. Los niños no dejan de sorprenderte con el paso de los años. Juan Rodrigo es un gran aficionado. Este año me ha acompañado durante la temporada e incluso ha metido la mano en el sorteo, con trece años recién cumplidos y todo lo que eso implica de responsabilidad. El hecho de llevar la temporada tan bonita que hemos tenido, disfrutar y hacer feliz a tanta gente, imagínese como está él. Él nunca me había visto salir a hombros por la puerta grande de Córdoba, y es verdad que he estado a punto de abrirla en estas últimas temporadas, pero se resistía y el chaval ahí estaba con ganas de verme salir a hombros, hasta que lo ha vivido en este último festejo de temporada. Fue una experiencia muy bonita, por verlo a él disfrutar de la salida a hombros de su padre en su tierra. Eso es impagable. La última de Córdoba fue una tarde en la que sentí a mi Córdoba como la sentí en los noventa y estar acompañado por dos novilleros de la tierra y, entre ellos, una mujer torera, ha sido una satisfacción muy grande. Fue una tarde que siempre llevaré en mi corazón.
–¿Para cuándo su nombramiento como sexto califa?
–(Ríe) No sé si aún he hecho lo suficiente para ese nombramiento. Ojalá que Dios me permita seguir manteniendo la salud para disfrutar de la profesión. Va pasando el tiempo y, cada vez más, se acerca el momento de tomar la decisión de descansar porque queda menos para descansar, pues un torero no se retira, sino que descansa. No me ha preocupado nunca lo del califato. Los he admirado a todos y he aprendido de cada uno de ellos. Si sumáramos las virtudes de cada uno de ellos se crearía un torero único, porque no existe el mejor torero. La grandeza de esta profesión es la imperfección que hay y eso hace mucho más grande nuestra fiesta y el arte de la tauromaquia. Así que Dios dirá lo del sexto califa… Si tengo que serlo, bienvenido sea, será para mí un honor y un orgullo, pero si no llega, soy muy feliz con lo que he sido capaz de hacer y lo que sigo haciendo.
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