El arquitecto burkinés Francis Kéré, ganador del Premio Pritzker 2022
El Pritzker llega a África: un premio al arquitecto capaz de cambiar la suerte de su comunidad
La arquitectura social y sostenible del burkinés Francis Kéré gana el premio más importante de la disciplina, que cae por primera vez en el continente
Cada día, para ir a la escuela, Francis Kére (Gando, 1965) tenía que recorrer más de 20 kilómetros a pie. Pasó de jugar con sus 12 hermanos a estudiar en una escuela de Tenkodogo, construida con bloques de hormigón y muy mal ventilada. Kéré no olvidó nunca el calor sofocante que pasó en ese edificio; un calor que condicionaría toda su vida; una vida llena de estereotipos de la «biografía de la superación», de esos que dan por hecho que el logro de quien tiene que sobreponerse a ciertas condiciones desfavorables tiene más valor. Pero Kéré emigró a Alemania, donde se convirtió en carpintero y estudió arquitectura para convertirse después en emblema de la construcción social y sostenible. Gando es un poblado de uno de los países más pobres del mundo, Burkina Faso, pero logró una beca para estudiar en Berlín, donde se formó y donde acabó abriendo su propio estudio de arquitectura.
Y ahora, ante la sorpresa de (casi) todos, se ha hecho público que la edición de 2022 del Premio Pritzker –conocido como el «Nobel» de la arquitectura– ha reconocido a este arquitecto y promotor burkinés, que se convierte en el primer africano en recibir esta distinción. El galardón, otorgado anualmente desde 1979, está dotado con 100.000 dólares (91.000 euros). La 44 ceremonia del Premio Pritzker tendrá lugar en el Marshall Building de Londres en una fecha aún sin decidir.
Serpentine Pavilion 2017, la galería londinense salpicada con los recuerdos de la infancia de Francis Kéré
Su obra está profundamente enraizada en su país natal, pero hace uso de elementos y principios universales que permiten insertarla en contextos tan diferentes como el de su ciudad de adopción. Autor de una arquitectura ejemplar en el empleo de recursos limitados y técnicas sostenibles, este burkinés se ha convertido en el líder de una nueva generación de arquitectos que, según comentó en 2018 Luis Fernández-Galiano, está «empeñada en hacer el mundo mejor trabajando para los que menos tienen».
Que el Pritzker haya recaído sobre Kéré marca un cambio de paradigma, porque celebra al arquitecto capaz de dialogar con su comunidad y mejorarla, de ser realmente sostenible (con medios locales y materiales clásicos) y de tener en cuenta las necesidades de todos antes que la fortuna de unos pocos.
Clínica en Léo (Burkina Faso), 2014, de Francis Kéré
Fue estudiando arquitectura cuando se convirtió en promotor. Reunió dinero para levantar la Escuela Primaria de Gando, con un objetivo en mente: la ventilación y el alivio de las altísimas temperaturas de su pueblo natal. Implicó a todos: los hombres harían el barro y los ladrillos, mientras que las mujeres alisarían el suelo. La cubierta quedaría elevada sobre el muro para dejar pasar el aire y evitar parte del calor. Para 2001, Gando seguía sin electricidad y sin agua corriente, pero tenía escuela. «Con la gente implicada, los diseños prosperan. El mejor mantenimiento es el entusiasmo».
Las intervenciones que ha llevado a cabo, como la Royal Academy (2013) o el pabellón temporal de la Serpentine en Londres (2017), aumentaron su fama, produjeron una reflexión sobre otra forma de construir y le permitieron reunir fondos para seguir construyendo en África, su gran objetivo. A medio camino entre Berlín y Gando, ahora el burkinés tiene doble nacionalidad, el reconocimiento del mundo entero –da clases en Harvard y en Yale y la AIA o el RIBA lo hicieron arquitecto honorífico– y, habiendo cambiado la escala de valores de la arquitectura, le queda por demostrar hasta dónde puede llegar como proyectista.
Escuela de Gando construida por Francis Kéré
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