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Fernando Robleño saludó una ovaciónEFE

Feria de San Isidro

Los toreros remontan con oficio una aparatosa mansada de Samuel Flores

Destacó la solvencia veterana de Fernando Robleño y la seguridad de Damián Castaño, que confirmaba su alternativa en Las Ventas

La terna de matadores, así como sus respectivas cuadrillas de picadores y banderilleros, resolvió con gran oficio las complicaciones y el deslucido juego de la aparatosa y cornalona del hierro de Samuel Flores lidiada en la feria de San Isidro.
Los torancones de esta antigua ganadería aportaron al espectáculo poco más que sus exageradas y, en algunos casos, casi deformes cornamentas, pues dentro de sus espesas hechuras apenas guardaban un mínimo de casta, sino una mansedumbre defensiva que se traducía en constantes calamocheos y cabezazos, cuando no en la renuncia a la pelea huyendo o afligiéndose.
Ante tan desabrido y negado material, a los toreros solo les cupo resolver la papeleta de la manera más digna posible, tal y como hizo, especialmente, el veterano Fernando Robleño, que en todo momento se manejó con una sabia torería para, sin alardes ni falsas apariencias, sacar de cada uno de su lote el mínimo que le ofrecieron.

El primer toro trató de saltar al callejónEFE

Si su primero ya salió mirando a las andanadas e intentó saltar por el burladero de matadores, el cuarto no dejó de soltar hachazos con su descomunal cornamenta, pues más que dos «perchas», como se dice en el argot, lucía todo el perchero de una discoteca de moda.
Pero Robleño se mostró con ambos igual de solvente, buscando robarles el mayor número posible de muletazos limpios, que fueron pocos pero fueron todos, con mucha verdad y con una maestría que le situó muy por encima de la situación.
Esa misma actitud mostró Damián Castaño, que confirmaba su alternativa y que estuvo compuesto y seguro con la devanadera que eran los pitonazos del toraco de la ceremonia, para emplearse luego con el sexto, que se movió sin una mínima clase y no dejó de protestar y de amagar con rajarse, en una faena mucho más que voluntariosa.

Pase del desprecio de Morenito de ArandaEFE

Muy similar al de ese último de la mansada fue el comportamiento del quinto, con el que Morenito de Aranda intentó afianzarse en los medios, pero sin lograr el aseo que sí que tuvieron sus pases con la mano izquierda cuando acabó en terrenos de tablas, donde el manso pareció sentirse más cómodo.
Y fuera del desangelado guion de la tarde se lidió en tercer lugar un sobrero de José Cruz que, este sí, se quiso emplear con nobleza tras unos engaños que el burgalés manejó sin el temple necesario para compensar y equilibrar las medidas fuerzas del animal.

Ficha del festejo

Vigésimo tercer festejo de la feria de San Isidro, con tres cuartos de entrada.

Cinco toros de Samuel Flores (tres con el hierro de Isabel Flores) y un sobrero (3º, en sustitución de un titular devuelto) de José Cruz. Los «samueles» lucieron aparatosas cornamentas, dentro de sus desiguales hechuras y cuajo, y dieron un juego absolutamente descastado y a la defensiva, con constantes y violentos cabezazos, cuando no afligiéndose. El sobrero se movió con nobleza y cierta calidad, aunque medido de fuerzas.

Fernando Robleño, de botella y oro: pinchazo, atravesada que asoma y cuatro descabello (silencio); estocada (ovación).

Morenito de Aranda, gris plomo y azabache: estocada (ovación); pinchazo, estocada caída y descabello (palmas tras dos avisos).

Damián Castaño, de grana y oro, que confirmaba la alternativa: pinchazo, media estocada baja y descabello (silencio); dos pinchazos y estocada desprendida que asoma y dos descabellos (silencio).