El poeta estadounidense Robert Frost
La «falsa» sencillez de Robert Frost, el Machado de San Francisco, a los 80 años de su muerte
Se cumplen ocho décadas de la muerte de quien no fue un buen granjero, pero sí un gran poeta
Dijo Robert Frost que un poema sin métrica era como jugar al tenis sin red. Una dación en fe de su clasicismo y tradicionalismo literario cuyos versos: «Dos caminos se abrían en un bosque amarillo,/ y triste por no poder caminar por los dos,/ y por ser un viajero tan solo, un largo rato/ me detuve...», pertenecientes a El Camino No Elegido se saben, o se sabían, todos los alumnos estadounidenses. Si de algún autor saben, o sabían, poemas los alumnos españoles era de Antonio Machado, con quien Frost compartió la melancolía, el dolor vital y la búsqueda de alivio en la poesía, aunque por distintas razones.
La vida del poeta nacido en San Francisco fue dura. Multitud de desgracias personales y familiares invadieron una existencia sostenida por el deseo y la necesidad de escribir. La depresión protagonizó sus días. Huérfano de padre a los 11 y de madre a los 25, antes de que esta muriera, su hermana fue ingresada en un psiquiátrico donde murió varios años después. La depresión asaltó también a su madre, a su hija y a su esposa. Solo dos de sus seis hijos le sobrevivieron. Su mujer murió debido a sus problemas crónicos de corazón en 1938 y pasó el resto de su vida con su secretaria.
Cuatro premios Pulitzer
Si algún motivo caracterizó su obra fue la naturaleza y un individualismo que combatió incluso con humor la tragedia. Poemas como fábulas, donde los árboles o los ríos son como los animales de Esopo, y donde se refleja metafóricamente el alma humana. El poeta conocido, el de los escolares que de adultos siempre recuerdan por su sencillez. Y también por su altura y su fama. Ganó cuatro veces el Pulitzer (un hito casi deportivo) a lo largo de una carrera que no empezó demasiado bien. El profeta poeta en su tierra del final no lo fue al principio, a pesar de conseguir vender la primera de sus composiciones por el equivalente a 300 dólares actuales.
Robert Frost en los años 60
Tras veinte años de fracasos, publicó su primer volumen, A Boy's Will, en Londres en 1913 y en 1915 en Estados Unidos con gran éxito. A partir de ahí a la fama le sucedió el mito, más de treinta obras de poesía y casi una decena de prosa, pero antes de eso, y durante, hubo una vida de culpabilidad y de amargura ocultas en buena medida, del mismo modo que se ocultó, pero no él, que su condición de poeta rural, su vida de granjero, era más falsa que real, no porque no fuera cierto, sino porque estaba completamente incapacitado para el trabajo de campo que dio nombre a la segunda parte de su personalidad poética.
Frost en realidad era un granjero imposible. Le tenía miedo a las vacas y solía abandonar su trabajo sin más cuidado para pasear por el campo o escribir poesía. Él siempre declaró que era un mal trabajador, pero a la posteridad nunca le interesó separar o destruir la dualidad del poeta-agricultor por la que entró en aquella, al menos por el nombre. La dualidad que convirtió al hombre complejo que trataba de desacomplejarse en su escritura, en el poeta de la claridad que dejó reflejada en sus versos.
'El Camino No Elegido'
Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;
Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.
Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.
Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;
Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.
Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.
Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.
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