¿Quién defiende mejor la cultura de su país: Milei sin ministerio o Urtasun con el suyo?
Todos los que se quejan en Argentina por la política cultural de Milei son casi los mismos que no lo hacen por la política cultural de Urtasun
Javier Milei, el presidente de Argentina, ya había anunciado durante el período electoral que eliminaría, entre otros, el ministerio de Cultura. Y ganó las elecciones. Apareció en televisión de forma histriónica, como es habitual, arrancando pegatinas de una pared donde, en cada una de ellas, figuraba una Cartera existente. Dejó solo unas pocas y al final dijo: «¡Viva la libertad, carajo!»
Defensa del patrimonio cultural
¿Hay libertad sin ministerios? Lo que está haciendo Milei es todo lo contrario a lo que ha hecho en la pasada legislatura el presidente español, Pedro Sánchez, donde hubo precisamente un récord de ministros. Ni siquiera cabían en la mesa del Consejo, todos apretados unos contra otros en las fotos oficiales como imagen directa de la falta de espacio y metafórica de la opresión, que es lo contrario a la libertad.
Más allá de imágenes, más o menos esclarecedoras, hay unos cuantos países occidentales que no tienen ministerios de Cultura (o al menos no con las mismas funciones e intenciones del ministerio de Cultura español) cuya cultura propia ha gozado y goza de buena salud, en algunos casos incluso excelente.
EE.UU., sin ministerio
En Austria, por ejemplo, según se escribe en la propia web de la institución: «La tarea de la política austriaca en el ámbito de las artes y la cultura es crear las condiciones adecuadas para una escena cultural animada. Esto incluye la promoción de obras de arte contemporáneo de diversos tipos, la preservación de la riqueza cultural existente y la provisión de información y educación sobre nuestro patrimonio cultural».
Ninguna referencia a la subvención, tan española. Todo lo contrario a Milei, dispuesto a prescindir de todo lo que no tenga demanda. En Estados Unidos no hay ni ha habido nada parecido a un ministerio de Cultura. Su cultura, sin embargo, ha avanzado firme gracias a organismos estatales, descentralizados. Las donaciones y las fundaciones tienen al otro lado del océano un papel fundamental que no existe allí donde la cultura está protegida por el Estado.
Opiniones diversas
La cultura en Estados Unidos, la gran cultura estadounidense en poco más de 250 años de historia, sostenida en sus orígenes en la cultura europea de la que proviene, está estructural y socialmente protegida al margen del Gobierno. Milei mira al dólar y es como si también mirara a la cultura estadounidense. Muchos profesionales de la cultura se han manifestado a lo largo de los años sobre la existencia del susodicho ministerio y lo han hecho en función de sus preferencias/intereses.
El exministro del ramo César Antonio Molina dijo que resultaba «imprescindible la existencia de un organismo que fije los objetivos, marque las estrategias y coordine las acciones en el interior y la represente con todas las garantías en los organismos nacionales e internacionales». Alguien sin relación con el cargo como Fernando Savater afirmó que «bien gestionado, sigue siendo útil». A otro, completamente ajeno como Fernando Sánchez Dragó, le parecía un ministerio «innecesario y peligroso, propio de regímenes totalitarios».
Ley Ómnibus
Opiniones para todos los gustos en función de su relación con la oficialidad de la cultura y de su desempeño. Milei y los recortes en Cultura de su Ley Ómnibus son protagonistas en estos días. La retirada o reducción de ciertas financiaciones, así como las remuneraciones muchas de ellas relacionadas con organizaciones políticas del anterior régimen, como la famosa Cámpora, han provocado lógicas y esperadas manifestaciones de los perjudicados. Pero Milei fue elegido presidente con estas medidas previamente anunciadas.
La Unesco, a la que el ministro de Cultura español se aferra hoy con tanta pasión, definió en 1996 la cultura como «conjunto distintivo de una sociedad o grupo social en el plano espiritual, material, intelectual y emocional comprendiendo el arte y literatura, los estilos de vida, los modos de vida común, los sistemas de valores, las tradiciones y creencias».
Reorganizar y reinventar
Sí parece razonable la existencia de un organismo (¿por qué no dentro de educación?) que preserve estas tradiciones, los valores, el arte, la literatura y el patrimonio. No tanto que ese mismo organismo, en el caso de un ministerio de Cultura dependiente de un partido político que defiende una determinada ideología y no la cultura general, reparta subvenciones a su antojo, cree organizaciones, cargos, etc. por lo mismo y dirija la cultura de un país a sus intereses partidistas e ideológicos. La transmisión de muchas competencias culturales a las comunidades autónomas supone una «descentralización» cultural que nada tiene que ver con, por ejemplo, la «descentralización» de los museos que pretende Urtasun.
El ministro ataca la cultura española con argumentos sectarios inadmisibles para un ministro de cultura español, en contra de la misma definición de cultura de su tan querida Unesco. Todos los que se quejan en Argentina por la política cultural de Milei son casi los mismos que no lo hacen por la política cultural de Urtasun. La diferencia quizá mayor entre ambos políticos y su acción es que el primero «solo» reorganiza económicamente la estructura pública cultural y el segundo pretende reinventar una cultura milenaria en su esencia. ¿Cuál de las dos opciones conlleva mayor peligro? ¿Quién de los dos defiende mejor la cultura de su país?