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El Real Madrid ha perdido en Mallorca en un encuentro muy hostil con permisividad arbitralEFE

Mallorca 1-0 Real Madrid

El Madrid tropieza en la impune colección de faltas del Mallorca

Los de Ancelotti no pudieron superar el esquema agresivo de los de Aguirre, beneficiados por la insólita permisividad del árbitro

Courtois lesionado era un nuevo capítulo de este Crea tu propia Aventura madridista bajo el sol deslumbrante del invierno mallorquín. Courtois, Militao, Benzema. Un cúmulo de bajas contra las que el Madrid se revuelve antes de empezar.

Una sensación amasable, como hacer pan. Valverde bailó claqué de puntillas, casi con tutú, y en esa delicadeza perdió la pelota en medio de un juego bronco, enraillado, maffeano, que buscaba amedrentar a domicilio.

No lo conseguían los mallorquinistas. Camavinga, dios de ébano, rebañaba en su lateral como un titán de mil años de experiencia en ese lugar mitológico. El juego local era fuerte, pero se dolía al contrario en la táctica.

Tchouaméni hizo algunos movimientos imperiales. Se le ondulaban las jarreteras en el trote magnífico. Hizo el sol en la cara de Lunin (cuyo fondo parecía una ruina romana) un efecto que amplió el cabezazo inverosímil de Nacho. La curvatura imposible que detuvo el mundo.

Ni Aguirre lo creía. Tuvieron que pasar unos segundos para asimilarlo. Era gol, sí. Imposible pararlo. Suerte (mala) en propia puerta. Estaban los medios tomados por el Mallorca, desde donde se atascaba por delante o por detrás el Madrid.

Camavinga era un paisaje de Turner: marea, viento y rayos, las fuerzas de la naturaleza. Trataba el Madrid de superar el muro isleño central, como en Oficial y Caballero, pero aún faltaba un poco. Bordeándolo el asunto parecía ir mejor. De ese modo se abría el Mallorca y el Madrid encontraba luz y sitio en los andurriales del área rival.

Eran faltones los de rojo. Ceballos trataba de poner inyecciones de clase en el cogollo, en la tela de araña. Los jugadores pegados, pegajosos más bien. De araña era el movimiento de reparto del utrerano. La pierna fina, grácil, cascabelera.

Vinicius sufrió toda una encerrona en Mallorca

Vinicius sufrió toda una encerrona en MallorcaEFE

Estaba arriba el Madrid. Probaba el disparo lejano. Aureliano y Federico. La pierna de Camavinga era el pincho de las hojas de los jardineros antiguos con gorra de soldado, un instrumento de precisión. En opinión del árbitro un toquecito de Vinicius fue merecedor de tarjeta. Ver para creer.

La primera del partido. El mundo al revés. Una decena de faltas locales para que la primera amonestación fuera al visitante y al jugador que más faltas recibe. Hubo además propina a Ceballos por protestar. Y así se llegó, en realidad ya se había llegado, al interludio fantástico.

La tónica faltona, inamonestable para el árbitro, una táctica de faltitas antirritmo, se vio en el acoso y derribo de Vinicius, al que se pitó falta al borde del precipicio por el que además fue despeñado sin consecuencias. Una aplicación delirante del reglamento.

La interpretación en el choque de los mallorquinistas era la de una Sarah Bernhardt vulgar que al árbitro Hernández parecía encantarle. Las imágenes de los entresijos del encuentro mostraban el trash talk, y mucho más que talk.

Asensio falla un penalti

Se vio en los manejos del portero Rajkovic en los instantes previos al penalti a Vinicius. El árbitro Hernández los permitió y el lanzador Asensio se enfrió. Era feo el partido. Feo como ejemplo, como imagen y estética y moralidad. No estaba fino el Madrid, de todos modos, aunque buscaba afilarse.

Lo de las faltas mallorquinistas, permitidas en el delirio antideportivo, era un escándalo mayúsculo. Una tortura medieval inflingida por el rival y sus guardianes (y su guardián rubicundo) de la que Vini se salió con talento enloquecido. Una patada en la tripa, ¡en la tripa!, al brasileño significó una tarjeta. Increíble. Un milagro.

El lamento de Marco Asensio tras fallar un penalti en Mallorca

El lamento de Marco Asensio tras fallar un penalti en MallorcaAFP

La sombra del declive del sol y del Madrid iba tomando la yerba. Como las 26 faltas (y subiendo) pitadas al Mallorca. No conseguían encontrarse los blancos, salvo en Camavinga, el jugador del momento, coleta de depredador. Tuvo un remate Mariano, noticia ambas cosas: remate y Mariano, que recibió una tarjeta.

Cada falta del Madrid era tarjeta: signo preciso de la imposibilidad de la tarde, que parecía escrita. Que estaba escrita. 29 faltas donde cayeron los blancos como al salir de una trinchera terrible, inadmisible en el fútbol profesional, a pesar de que el Madrid no jugó. Entre otras cosas porque no le dejaron.

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