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05 de mayo de 2024

Vista del acto de homenaje de hoy desde la arena de la playa del Orzán. A la derecha, las olas baten en la zona donde fallecieron los tres polícias

Un momento del homenajeAyuntamiento de La Coruña

Los coruñeses honran a los tres heroicos policías que se llevó una noche de olas

Rodrigo Maseda, José Antonio Villamor y Javier López López murieron hace hoy diez años en la playa del Orzán al intentar rescatar a un joven eslovaco

Una de las películas pioneras del cine español se titula Orzán, oleaje y fue rodada por José Sellier en la ciudad coruñesa. Este año se cumplirán 125 años de aquel momento fundacional. El mar bravo fascinaba tanto a Sellier como para gastar costosísimo celuloide Lumière para hacerlo protagonista de un filme. Días después, la película epató a decenas de espectadores en una oscura sala de cine local. Era lo nunca visto: olas que no mojaban cuando venían hacia ti. Fue esa misma fascinación por las aguas bravas la que un 27 de enero de 2012, hace hoy diez años, movió a Tomas Velicky y a sus universitarios amigos a bajar a la arena de la playa del Orzán. Y de esa decisión nació una gran tragedia.
Tomas era un joven eslovaco (23 años) que estudiaba Económicas al que le restaba solo medio mes en la ciudad tras un semestre de Erasmus. Ese día se celebraba justamente el patrón de la Universidad coruñesa, Santo Tomás de Aquino. Pero ese y otros festejos, así como actos institucionales varios, quedaron aplazados. Por la decisión de Tomas. La policía contó a la prensa que Tomas decidió ir hacia el agua porque quería «mojar los pies». Sus amigos lo negaron y declararon que lo que quería era orinar de forma discreta. Si fue así, podría haberlo hecho junto al inmenso muro que había metros más arriba, pero decidió ir en sentido contrario, hacia la boca del lobo marino.

Alerta naranja

Esa noche se había decretado la alerta naranja y se habían anunciado olas de ocho metros. Pero seguramente Tomas ni leyó el parte meteorológico ni conocía cómo de rabioso es el Atlántico en esas condiciones. Pasaban unos minutos de las cinco de la madugada cuando ocurrió. Cuentan que a la tercera ola se fue para no volver.
Dos policías nacionales fuera de servicio que estaban en la zona fueron los primeros que se lanzaron a su rescate. Los dos mismos que acaban de ayudar a salir del agua a un imprudente militar francés que había decidido bañarse en aquellas condiciones. Ni un segundo lo dudaron. Eran Rodrigo Maseda Lorenzo (Burela, 35 años) y José Antonio Villamor Vázquez (Friol, 34 años). Otros dos policías nacionales se sumaron al rato. Uno de ellos era Javier López López (A Fonsagrada, 38 años). El operativo de rescate pronto lo formaron una treinta de personas, entre ellas ciudadanos que pasaban por allí de vuelta de las discotecas y pubs cercanos. De todos esos ángeles de la guarda, hubo tres que no volvieron.
Cuando se lanzaron a por Tomas, sabían el riesgo que corrían, especialmente Javier, residente en la ciudad herculina. Que el Orzán tiene peligro, sobre todo en esa zona donde se forman traicioneras corrientes, lo sabe cualquier vecino. Porque no es un peligro sordo y ciego, no, es un peligro que se oye y que se ve. Picasso, que en 1895 pintó el mar del Orzán en una tablita que se conserva en su museo barcelonés, conoció bien esa peligrosidad, porque ahí jugaba a torear las olas en sus años adolescentes. Al año siguiente, 1896, un niño llamado Juanito Darriba falleció al intentar rescatar a una mujer en esas mismas aguas; tiene tumba a perpetuidad en el cementerio municipal de San Amaro, y en su sepultura nunca faltan flores. Y en 1897, un obrero llamado Francisco Alcaraz murió en ese mismo punto en su intento por salvar a una mujer de morir ahogada. Estas dos muertes quedaban entonces lejanas, pero en 2012 aún estaba reciente la tragedia vivida en la fiesta de San Juan de 2011, cuando un hombre argelino de 42 años se ahogó a plena luz de la mañana en esas aguas, arrastrado por la letal corriente. Y es que el peligro sigue ahí aunque sea verano, como lo prueba los muchos días de agosto en que ese punto ondea la bandera roja que prohíbe el baño.
Vista del acto de homenaje de hoy desde la arena de la playa del Orzán. A la derecha, las olas baten en la zona donde fallecieron los tres policías

Vista del acto de homenaje de hoy desde la arena de la playa del Orzán. A la derecha, las olas baten en la zona donde fallecieron los tres policíasNovo

En la coraza del Orzán, un baluarte situado a unos metros de donde el mar se llevó a Tomas y a los tres policías, se montó la base del operativo de rescate. Hasta vinieron los geos para ayudar en el rastreo submarino. Muy cerca, en la pesada balaustrada del paseo marítimo, aguardaban amigos y familiares de los fallecidos. Los gritos de la mujer de Javier López no los olvidará ninguno de los allí presentes. El de su marido fue el primer cadáver en aparecer, el mismo día 27.

El testimonio del ex alcalde

El entonces alcalde de la ciudad, Carlos Negreira, del Partido Popular, recuerda para El Debate aquel día, que fue «el peor» de todo su mandato. Una llamada lo despertó de madrugada y tomó rumbo a la coraza del Orzán. «El dolor sigue ahí y nunca se va a ir. Pero también se mantiene muy vivo el sentimiento de orgullo que todos tenemos por nuestros héroes. Dieron la vida en un generosísimo acto de servicio, sin dudarlo un segundo, y eso es algo que el tiempo no va a borrar».
Tal y como sostiene el ex alcalde, la ciudad coruñesa los ha tenido muy presentes desde entonces. Se han convertido en un faro moral, en una luz que guía los pasos de los coruñeses como la cercana torre de Hércules lo hace con los de los navegantes.
Los «héroes del Orzán» ingresaron en el callejero de forma individual. Y se levantó un monumento en la propia coraza para perpeturar su memoria, y, ya de paso, la de Juanito Darriba y Francisco Alcaraz, a quienes también se recuerda en la placa conmemorativa. Hay una réplica de esa obra escultórica en el interior, en el Complejo Policial de Canillas, en Madrid: la inauguró Cristina Cifuentes en un acto en el que presumió de orígenes gallegos. Además, los tres agentes recibieron la Medalla de Oro al mérito policial a título póstumo.
El operativo de rescate se mantuvo hasta el día 19 de febrero. A los seis días de la tragedia, el 2 de febrero, aparecieron los cuerpos de Rodrigo Maseda y de José Antonio Villamor. A los 23, el 19 de febrero, se halló el de Tomas Velicky. Y casi ocho años después, en diciembre de 2019, el mar devolvió una cartera de cuero negro: dentro de ella estaban la placa y el carné policial de Javier López. Ahora se muestra en el museo local de la Policía Nacional.

El tributo de hoy

El salitre ha trabajado intensamente en estos diez años sobre el monumento conmemorativo, que ha tenido que ser restaurado para el acto de conmemoración del décimo aniversario celebrado esta mañana.
El homenaje se abrió con la banda municipal interpretando Negra sombra, el poema de Rosalía de Castro que musicó Juan Montes, muy habitual en los tributos fúnebres gallegos. Mientras los músicos tocaban, las olas sonaban con fuerza en un día de sol espectacular. María Loreto, viuda de Javier López, intervino en nombre de las familias de las víctimas, recordando «el sacrificio, la entrega y la abnegación» de los tres agentes. «No quiero que este acto esté impregnado de un sentimiento de tristeza», pidió.
La subdelegada del Gobierno en Galicia, María Rivas, cree que el ejemplo de los policías «ha engradecido el cuerpo». En representación de la Policía Nacional intervino José María Esteban Corral, y lo hizo ante numerosos compañeros uniformados y formados. La alcaldesa, Inés Rey (PSOE), recordó que «una imprudencia que provocó una tragedia» y fue la única que citó en su discurso a Tomas Velicky. El padre del joven estudiante y las familias de los policías han estado en contacto en los últimos años.
Rey destacó «la entereza de las familias de los policías» y anunció que el «ejemplo eterno» de los policías será premiado con un nuevo reconocimiento institucional, el nombramiento de Rodrigo, José Antonio y Javier como hijos adoptivos de la ciudad.
Muy cerca de donde hablaba, en la barandilla de la escalera que baja al Orzán, luce un cartel que se colocó después de la tragedia. Dice así: «Un mar bravo donde nadie se puede confiar».
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