Perfil
Quienes lo conocen de cerca señalan que no hay tal; que misterios pocos o ninguno. Los mismos interlocutores, en cambio, ponen en valor su carácter metódico, discreto y sagaz. Recogemos un elenco de anécdotas y rasgos que definen al líder del PP.
Nace en 1961 en Os Peares, una pequeña aldea situada en la frontera de Lugo con Orense. Allí todavía es «o neto da Eladia», su abuela. O como mucho «o fillo da Sira e o Saturnino». Sus orígenes son humildes; su abuelo paterno es panadero y su padre, un ferroviario que conoce en primera persona el significado del desempleo; su familia por parte materna regenta una pequeña tienda de ultramarinos.
Con 18 años, como tantos otros jóvenes gallegos, emprende el camino hacia Santiago de Compostela para realizar sus estudios universitarios. Se decanta por la carrera de Derecho con el objetivo de convertirse en juez, pero al poco de terminar los estudios una emergencia familiar le obliga a cambiar de planes. Su padre, Saturnino, se queda en el paro. No puede permitirse el lujo de estar encerrado un largo periodo de tiempo opositando, con lo que ello significa de carga para los demás. De hecho, quiere hacer lo contrario, es decir; contribuir él mismo cuanto antes a la economía de la familia. Se decanta por unas oposiciones menos complejas, las del Cuerpo Superior de la Administración General, grupo A. Las aprueba en escasos meses. Es el número dos de su promoción.
Cuando Feijóo era joven funcionario, emboscado en la fronda administrativa de la Xunta, fue oteado por José Manuel Romay Beccaría, entonces vicepresidente de la Xunta y mano derecha de Fraga. El propio Romay recordaba en El Debate cómo fue aquel decisivo encuentro.
Sus mas estrechos colaboradores señalan que formar parte del equipo de Feijóo en lo externo puede ser un trabajo, pero en lo interno termina por asumirse como una vocación específica debido al alto nivel de exigencia profesional, 24 horas, siete días a la semana, que demanda a sus próximos. Lee, analiza y subraya, en ocasiones memoriza, cada uno de los papeles e informes que le facilitan. Tiene un conocimiento exacto de las cuestiones que, además, le gusta verificar con frecuentes viajes al terreno. ¿Fines de semana libres? Pocos, muy pocos, o ninguno. En el plano laboral solo hay un punto de relax con Feijóo: habitualmente comienza a trabajar tarde, sobre las 10:30 AM. También termina sus jornadas tarde, bastante después de que se haya puesto el sol. Un detalle: no le gustan nada los aduladores.
Pese a ser una de las personas más conocidas de la sociedad gallega, hasta ahora era frecuente ver a Feijóo caminando por Coruña, ciudad en la que reside junto a su pareja e hijo pequeño, como un ciudadano más, sin escolta ni especiales medidas de seguridad. Galicia es una comunidad tranquila y los gallegos aprecian la discreción, aunque de vez en cuando algún ciudadano aprovecha para mostrarle su apoyo, o bien para interpelarle con alguna demanda. En Madrid tendrá que cambiar su estilo de vida.
Ajeno a sobresaltos y exabruptos, gran autocontrol emocional, sagaz y rápido en la acción concreta, pero siempre pensando a medio y largo plazo, pulcro, irónico, fino sentido del humor, reservado, muy inteligente, muy exigente, mantiene las distancias de forma elegante y educada, le cuesta expresar los sentimientos, tanto en los pesares como en los éxitos; ambos prefieren llevarlos por dentro.
Más presumido de lo que pudiera parecer; se cuida, come sano, hace deporte, toma algún complejo vitamínico.
Cuando en 1996 José María Aznar ganó las elecciones generales, nombró a Romay Beccaría ministro de Sanidad; y con él se llevó, destinado a Madrid, a Feijóo, que por entonces contaba con 34 años. Durante cerca de ocho años vivió en la capital de España mientras desempeñaba puestos de alta responsabilidad en el organigrama del Gobierno; primero, presidente del Insalud; luego, director de Correos y Telégrafos. Los ecos de su buena gestión en la capital llegaron hasta Galicia. Sabía que estaba a punto de recibir un ascenso y ello generó en Feijóo sentimientos enfrentados; por un lado, suponía un honor crecer un peldaño en la carrera profesional, pero, al mismo tiempo, le dolía abandonar Madrid, una ciudad a la que cogió cariño. El caso es que Fraga en 2003 le nombró consejero de Política Territorial, Obras Públicas y Vivienda.
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