Juan Lobato
Crónica del día 3 del juicio al fiscal general del Estado
La confesión de Lobato que compromete a Moncloa y destapa la ocultación de un delito en la filtración contra el novio de Ayuso
El ex líder de los socialistas madrileños se dirigió a un notario, siete meses después de lo ocurrido, para levantar acta de las conversaciones mantenidas por Whatsapp con varios altos cargos del Gobierno y de su partido
Juan Lobato, el ex líder de los socialistas madrileños, comparecía este miércoles como testigo en el Tribunal Supremo para declarar en el juicio contra el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, por un delito de revelación de secretos. Durante su comparecencia, reconocía expresamente que había recibido indicaciones para utilizar el correo de 2 de febrero intercambiado entre el abogado del novio de Isabel Díaz Ayuso y el fiscal Julián Salto, por entonces encargado del caso. Fue en la mañana del 14 de marzo de 2024, a través de un mensaje del que era su jefe de Gabinete en la Asamblea de Madrid, David del Campo, en el que le decía: «Juan, en Moncloa y en Ferraz quieren el máximo ruido y jaleo para tapar el máximo tiempo posible las elecciones de Cataluña y que no hay presupuestos. Ayuso seguirá viva y en pie la semana que viene, tú también jueves a jueves dando la cara ante ella (…). Y tú seguirás en tu escaño y recorriendo la CAM».
Para aquel momento, Lobato ya tenía en su poder el pantallazo del mail comprometido para el empresario Alberto González Amador, pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, en su poder y, tal y cómo él mismo reconocía en el Alto Tribunal, sólo lo utilizaría, en sede parlamentaria, contra su rival política, con el respaldo de que estuviese publicado, como unos minutos después haría El Plural. «La revelación de secretos a mí no me afecta si tiene un origen legítimo», incidía conscientemente durante su interrogatorio.
Sin embargo, Lobato, que es técnico de Hacienda, y por lo tanto funcionario conocedor de la legalidad, se decidía a acudir a un notario para levantar acta de lo ocurrido en aquellos días clave, siete meses después. El ex secretario general del PSOE de Madrid decidía poner a salvo las conversaciones recogidas en su terminal tanto con del Campo, como con la ex alto cargo de Moncloa, Pilar Sánchez Acera que fue quien le remitió la imagen del correo, siendo la jefa de gabinete del jefe de Gabinete -Oscar López- de Pedro Sánchez.
Es decir, Sánchez Acera le envía el mail a Lobato para que lo utilice. «Sácasela en la pregunta [a Diaz Ayuso]», le propone en relación a la sesión de control de la Asamblea de Madrid que se celebraba aquella mañana y en la que disponen de tres minutos para interpelar a la presidenta. Cabe recordar que es la misma fecha en la que vería la luz la nota de prensa de la Fiscalía hacia la que Lobato mira, automáticamente, nada más tener en su poder el pantallazo: «La carta cómo la tenemos», pregunta a su interlocutora.
Lobato era consciente de que sin tener certificado el origen de aquella evidencia, por «prudencia» era «mejor no utilizarla». En primer lugar porque aquella imagen «no tiene fecha» y, en segundo término porque no sabía de dónde venía, «Ya mi sensación era que eso no…», deslizaba en el Supremo. «Si yo hubiese sacado ese documento sin más se habría interpretado que el interés [en filtrarlo] venía de la Fiscalía», reiteraba ante el tribunal. Lobato no piensa en la Abogacía del Estado, también concernida en el caso tributario de González Amador, ni en la propia Agencia Tributaria. Señala a la Fiscalía.
Así las cosas, la secuencia de hechos que relata Lobato arranca con el mensaje de Sánchez Acera para que utilice el mail comprometido. A lo que el ex socialista replicó que, si aún no se ha conocido como tal, van a pensar que es una maniobra interesada de Ministerio Fiscal.
Sánchez Acera le responde entonces que van a buscar la fórmula de que esté publicado antes de que se inicie la sesión parlamentaria y, poco después, le avisa de que ya está disponible en un digital, cuya directora, Angélica Rubio, le envía mensajes en los que le da instrucciones para el uso de la información, al mismo tiempo en el que su jefe de gabinete le indica lo que se quiere conseguir desde Ferraz y Moncloa con aquello.
Lobato, a esas alturas, es más que consciente de que el «objeto político» de aquel correo «es Madrid» y, tal y como le piden, exhibe el pantallazo del mail de González Amador. Hace uso del mismo y jamás dice nada sobre cómo se fraguó aquella acción. Habrán de transcurrir siete mese y mediar una instrucción penal sobre el asunto, en el Supremo, hasta que tome la decisión de acudir al notario para dejar constancia de todo lo ocurrido, antes de que se puedan borrar conservaciones o de que, como finalmente terminó sucediendo, por ejemplo, Sánchez Acera cambiase de teléfono.
¿Por qué no se negó a participar de aquello? ¿Por qué no dijo nada de ello mientras no se inició una causa penal? ¿Por qué no lo puso en conocimiento de la Justicia si como funcionario de la Agencia Tributaria conocía que las filtraciones de ese tipoi de comunicaciones ni son legales, ni pueden ser usadas con ninguna finalidad? Y, sobre todo, ¿cómo es posible que quien se lo proporcionó, Pilar Sánchez Acera, dijese que lo tenían «los medios» y que ellos eran los que se lo habían pasado, aunque es «incapaz de recordar cuál», pero le pedía a Lobato que lo tuviese «en la retaguardia», mientras trataba de cotejar si alguno de esos medios lo había publicado ya como imagen?.