El Castillo de Santa Catalina es hoy uno de los principales atractivos turísticos de Jaén
Jaén
Descubre el castillo que mandó construir Fernando el Santo y que resistió a la ocupación de Napoleón
La fortaleza se levantó sobre las ruinas de una alcazaba musulmana tras la conquista de la ciudad
En lo alto del cerro que domina la ciudad de Jaén se alza el Castillo de Santa Catalina, un símbolo indiscutible de la historia militar y cultural de la provincia andaluza. Esta fortificación no solo ha sido testigo de conflictos y conquistas, sino que también ha cambiado de función a lo largo de los siglos, reflejando el paso de diferentes civilizaciones y épocas.
El origen del castillo se remonta al siglo XIII, tras la conquista de Jaén por las tropas cristianas lideradas por el rey Fernando III de Castilla. La toma de la ciudad en 1246 fue un punto estratégico dentro del avance castellano durante la Reconquista. Fernando el Santo ordenó la construcción de la fortaleza sobre las ruinas de una alcazaba musulmana, con el objetivo de garantizar el control sobre la frontera con el reino nazarí de Granada.
La estructura original del castillo incluía un sistema defensivo compuesto por murallas, torres de vigilancia y un foso. La ubicación privilegiada permitía controlar los accesos a la ciudad y a los valles circundantes. Además, el monarca mandó levantar una capilla en honor a Santa Catalina de Alejandría, la santa a la que había encomendado la conquista de la ciudad. Desde entonces, la fortaleza tomó su nombre definitivo.
A lo largo de los siglos posteriores, el castillo sufrió distintas remodelaciones y ampliaciones, especialmente durante el siglo XVI, cuando se reforzaron sus defensas debido a la inestabilidad política y las amenazas internas. Las modificaciones arquitectónicas añadieron elementos renacentistas que todavía hoy pueden apreciarse en algunos de sus muros y torres.
Sin embargo, uno de los episodios más singulares de la historia del Castillo de Santa Catalina tuvo lugar durante la ocupación napoleónica de España, a comienzos del siglo XIX. En 1810, las tropas francesas tomaron Jaén y transformaron la fortaleza en un hospital militar. La elección del castillo como hospital respondía a razones estratégicas, ya que su altura lo alejaba de las zonas de combate y facilitaba el aislamiento de los heridos.
Durante su etapa como hospital, el castillo acogió a decenas de soldados franceses que fueron tratados de heridas y enfermedades. Los grandes salones se convirtieron en salas de cura, y las torres, en almacenes de material médico. La adaptación del espacio fue rápida pero precaria. Los testimonios de la época describen duras condiciones de higiene y escasez de recursos, propias del contexto bélico.
Tras la retirada de las tropas napoleónicas en 1812, el castillo volvió a quedar en desuso militar. Durante el siglo XX fue sometido a varios procesos de restauración, que permitieron recuperar parte de su esplendor original. En los años 60, el Parador Nacional de Turismo se instaló en uno de los sectores del castillo, permitiendo así su conservación y puesta en valor como patrimonio histórico.
Hoy en día, el Castillo de Santa Catalina es uno de los principales atractivos turísticos de Jaén. Desde sus miradores se obtiene una vista panorámica incomparable de la ciudad. Los visitantes pueden recorrer sus torres, sus patios y su capilla, además de visitar el Centro de Interpretación instalado en su interior, que recorre la historia de la fortaleza desde sus orígenes hasta la actualidad.
En definitiva, el legado de Fernando III y el paso de las tropas napoleónicas han quedado grabados en las piedras del Castillo de Santa Catalina. Sus muros, testigos de siglos de historia, siguen transmitiendo ecos de batallas, conquistas y momentos de transformación. Hoy, este monumento no solo ofrece vistas espectaculares de Jaén, sino que invita a recorrer el pasado de la ciudad y a descubrir las huellas que el tiempo ha dejado entre sus torres y estancias.