Paisaje del olivar andaluz
Andalucía
La revolución silenciosa del olivar andaluz: el futuro del aceite pasa por el riego y la mecanización
El cultivo tradicional está dando paso a sistemas intensivos, más competitivos en el mercado internacional
El sector del olivar vive una revolución silenciosa desde hace algunos años. Los olivares tradicionales, mayoritariamente de secano, están dando paso a sistemas intensivos y superintensivos, más adecuados para la recolección mecánica y capaces de afrontar la creciente escasez de mano de obra en muchas regiones de España.
En Andalucía, la comunidad con mayor extensión de olivar de España, esta transición no se ha generalizado. De las 1.679.412 hectáreas cultivadas, más de un millón corresponden a secano tradicional, mientras que el regadío apenas alcanza las 647.030 hectáreas, según la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos (ESYRCE) del Ministerio de Agricultura. Esta situación evidencia la dificultad de modernizar un sector que aún depende mucho de métodos menos productivos.
El olivar de secano representa el 61 % del total andaluz y está concentrado en zonas con escasa disponibilidad de agua, lo que limita su posibilidad de transformación. Esta falta de recursos hídricos se percibe como un obstáculo para mantener la competitividad frente a países que han apostado por sistemas más eficientes, capaces de producir mayores volúmenes de aceite por hectárea.
Portugal es un ejemplo claro de cómo la inversión en regadío puede revitalizar territorios agrícolas. Gracias al embalse de Alqueva, la región portuguesa del Alentejo ha incrementado su producción de aceite de manera espectacular, pasando de 60.000 a 200.000 toneladas previstas para la actual campaña. Este modelo demuestra el potencial de la modernización bien planificada.
Otros países como Turquía, Marruecos, Túnez o Grecia también están aumentando su presencia en el mercado global. Esto sitúa a España, con Andalucía a la cabeza, frente al reto de conservar su liderazgo histórico sin dejar atrás sus extensas zonas de olivar tradicional, de manera que la necesidad de adaptación se ha vuelto cada vez más urgente.
Calidad y especialización
En este contexto, el sector entiende que no todo el olivar de secano puede transformarse, por lo que una parte tendrá que apostar por la calidad y la especialización como factores diferenciadores. Sin embargo, esta estrategia no es suficiente para todo el olivar andaluz, especialmente cuando la demanda internacional favorece producciones más eficientes y rentables.
Así, el coste de producción es un factor clave. Según la Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO), producir un kilo de aceite en un olivar en seto con riego cuesta 2,81 euros, mientras que en olivares de montaña puede llegar hasta 4,61 euros por kilo. La diferencia se refleja también en la productividad, siendo los sistemas intensivos mucho más rentables a largo plazo.
Un estudio de la AEMO revela que el coste por hectárea en olivares de seto con riego alcanza los 3.253,58 euros, ligeramente inferior al olivar intensivo en regadío, que llega a 3.367,5 euros. No obstante, la producción media de estos sistemas supera ampliamente a la de los olivares tradicionales, llegando a 10.000 kilos por hectárea, frente a los 1.750 kilos del olivar de montaña.
La mecanización es otra ventaja de los sistemas intensivos y superintensivos. La posibilidad de aplicar cosecha mecánica reduce la dependencia de la mano de obra, un problema creciente en zonas rurales donde cada vez cuesta más contratar trabajadores para recolectar la aceituna manualmente. Este cambio es también fundamental para garantizar la viabilidad económica del sector a largo plazo.