Castilla-La Mancha, la región inventada que se hace real frente a 'La España invertebrada' de Ortega y Gasset
Su gente sigue sin sentirse castellanomanchega, pero sí tiene conciencia de su «castellanomancheguismo» como parte importante de España en el intento de salir de la costumbrista parálisis

Paisaje manchego con la Torre de la Higuera al fondo
Dijo Ortega y Gasset que «Castilla ha hecho España, y Castilla la ha deshecho». Fue en La España invertebrada, el ensayo escrito «para corregir la desviación en la puntería del pensamiento político, que busca el mal radical de catalanismo y bizcaitarrismo en Cataluña y en Vizcaya, cuando no es allí donde se encuentra. ¿Dónde pues?».
Después de esto el filósofo escribió la frase, o las dos, con las que comienza este artículo. Él mismo dice que Castilla fue un gran germen de unidad y amplitud de miras hasta que dejó de serlo con Felipe III: «Castilla se vuelve suspicaz, angosta, sórdida, no se ocupa en potenciar la vida de las otras regiones: Cataluña, Vasconia, Galicia; celosa de ellas, las abandona a sí mismas, y empieza a no enterarse de lo que pasa en ellas».
«Café para todos»
Castilla se paralizó y el autor añade: «Si Cataluña y Vasconia hubiesen sido las razas formidables que ahora se imaginan ser, habrían dado un terrible tirón de Castilla cuando esta empezó a hacerse particularista, es decir, a no contar debidamente con ellas». La cuestión era el «aprovechamiento» para crear el todo: España. La España de las autonomías, el «café para todos», cambió ese estatismo casi ya atávico.
Si Castilla -La Mancha, una parte de Castilla y otra de La Mancha, sin nada que ver entre ellas, fueron unidas territorialmente, fue para que al final se crease de forma natural en la esencia de sus ciudadanos un sentimiento contrario al de la suspicacia y la angostura a las que se refería Ortega. Castilla-La Mancha, su gente, sigue sin sentirse castellanomanchega, pero sí tiene conciencia de su «castellanomancheguismo» como parte importante de España, que es justo lo contrario de lo que apuntaba Ortega.
«Castilla-La Mancha vertebrada»
Castilla-La Mancha nació como territorio inventado hace más de cuarenta años y se está haciendo real a sí mismo, a sí mismos. Se está vertebrando íntimamente con sus recursos, con sus esperanzas, impulsando el turismo, rebuscando en su tejido productivo, luchando por su riqueza agroalimentaria y contra la despoblación y sus fallidas infraestructuras de reclamo, quizá sus mayores amenazas, y en todo ello está vertebrado su sentimiento español, natural y sencillo, apartado del regionalismo sin apartarse de su cultura y de sus tradiciones únicas.
Volviendo a hacer España, justo lo contrario del separatismo en Cataluña y el País Vasco, que nacieron diferenciadas, reales, y continúan, sin cambios, intentando deshacer España e inventando sine die, como si fueran esas «razas formidables que ahora se imaginan ser», como escribió Ortega, su propia realidad ajena a ella.