
Las tablas de Daimiel
Los Ojos del Guadiana: el río que aparecía y desaparecía en Ciudad Real
Se trata (o se trataba) de manantiales procedentes del inmenso acuífero subterráneo de La Mancha
El ejemplo más notable y mítico de la riqueza acuífera ciudadrealeña eran los Ojos del Guadiana. Dichos luceros naturales sobre los que se reflejaba el cielo de La Mancha eran los rebosaderos del llamado acuífero 23 o acuífero de La Mancha occidental, con una impresionante superficie de casi 6.000 metros cuadrados situados a 80 metros de profundidad.
Un auténtico mar de agua dulce bajo tierra si se tiene en cuenta, por ejemplo, que el lago más grande de España, el de Sanabria, solo tiene tres kilómetros cuadrados, o el Lago Como, en Italia, solo tiene 146. Pero esta inmensidad era finita. Los ojos se han cerrado porque el agua ya no rebosa y en su lugar aparece casi todo lo contrario: fumarolas a cientos de grados de temperatura provenientes de la acumulación de gases.
Agua subterránea
Hace algunos años, sin embargo, el agua subterránea volvió a aparecer por las surgencias de los ojos en plena sequía, lo que contradijo en parte la teoría de la esquilmación, después de décadas de sacar el agua sin fin del acuífero.
Los Ojos del Guadiana son en parte mito por esto y porque no hay un consenso absolutamente firme entre los expertos sobre que son en realidad. La opinión más sólida es que son el nacimiento del cuarto río más largo de España, con la singularidad de ser en medio de la llanura manchega y no en una montaña: el agua procedente de la infiltración de la lluvia sobre la superficie permeable, unido al agua procedente de los cauces excedidos de los ríos y de otros acuíferos próximos formaron su impresionante caudal.
Un vergel convertido en desierto
Oficialmente la sobreexplotación por la agricultura y el descenso de las lluvias lo agotaron. Lo que antaño era un río, un vergel, hoy es un desierto. Los manantiales ya no existen, ni siquiera en época de sequía cuando los ojos eran visibles con su forma de charcos. Con abundancia de agua, los ojos desaparecían para formar un cauce, el del Guadiana.
En esa fluctuación nacieron los humedales y las tablas próximas como las de Daimiel, muy mermadas por la desaparición de la inmensa riqueza acuífera agotada que las alimentaba, pero de momento a salvo a través de sus otras aportaciones y de distintas actuaciones que no llegaron a tiempo o no han servido, de momento, para que el Guadiana vuelva a abrir sus ojos en La Mancha.