Molina de Aragón, Guadalajara

Molina de Aragón, GuadalajaraFlickr

El secreto mejor guardado del verano está en Castilla-La Mancha y desafía la ola de calor

Mientras España arde, hay un rincón en Castilla-La Mancha donde aún se duerme con manta

Castilla-La Mancha es tierra de sol y verano implacable. Pero hay un lugar que parece vivir en otro clima, otro ritmo, otra estación. Molina de Aragón (Guadalajara), enclavado en el corazón del Parque Natural del Alto Tajo, se ha ganado a pulso el título de «la Siberia española». Y en plena ola de calor, este apodo suena más atractivo que nunca.

Mientras ciudades como Córdoba, Sevilla o Madrid rebasan los 40 °C, aquí las noches de agosto bajan a 10 °C, y las máximas rara vez superan los 30. Dormir sin aire acondicionado y con colcha es algo habitual. Tan habitual como salir a pasear al atardecer sin sudar una sola gota. Digamos que Molina de Aragón es «The Place To Be».

El corazón helado de Castilla-La Mancha

Ubicado a 1.060 metros de altitud, Molina de Aragón forma parte del conocido «Triángulo del frío», junto a Teruel y Calamocha. Una denominación que no es una anécdota: este municipio ha registrado mínimas históricas de hasta –28 °C en invierno, y mantiene una temperatura media anual por debajo de los 10 °C.

En verano, aunque el sol calienta durante el día, las noches son radicalmente distintas: refresca, sopla el viento de la sierra y todo se detiene. El bochorno no existe. Aquí el verano se vive de otra manera.

Historia viva entre el frescor

El principal emblema de Molina de Aragón es su castillo —uno de los más grandes de España—, que se alza imponente sobre el paisaje y brinda espectaculares vistas panorámicas. Construido en el siglo XII y notablemente bien conservado, este recinto fortificado constituye el núcleo histórico de la localidad. Desde lo alto, el visitante puede contemplar el entramado urbano y los valles que lo rodean, como si el tiempo se hubiera detenido.

Otra visita imprescindible es el Monasterio de San Francisco, fundado a finales del siglo XIII. Hoy, gran parte del edificio está dedicado a una residencia para mayores gestionada por las Hermanas de la Caridad, aunque una pequeña sección alberga el Museo Comarcal de Molina de Aragón, una joya poco conocida que guarda parte del alma del Señorío.

Pasear por sus calles es adentrarse en siglos de historia. No puede faltar una parada en el barrio judío, de notable encanto medieval, o en el barrio de la morería, ubicado al otro lado del río Gallo. Ambos márgenes se unen gracias al Puente Románico, uno de los símbolos más representativos de la localidad, construido en arenisca roja y compuesto por tres arcos que han resistido al paso de los siglos.

Molina de Aragón

Molina de Aragón

Templos, arte y silencio

La riqueza artística y religiosa de Molina también se deja sentir en sus templos cristianos, que abarcan varios estilos arquitectónicos. Desde la sobria belleza románica del convento de Santa Clara, en la plaza homónima, hasta la iglesia de Santa María la Mayor de San Gil, completamente reconstruida en el siglo XX.

También destacan la iglesia de San Pedro, con su elegante espadaña mudéjar como ejemplo del Renacimiento, y el Convento de San Francisco, que muestra las líneas propias del neoclasicismo. Todos ellos ofrecen un recorrido tranquilo, fresco y lleno de detalles para quienes escapan del bullicio urbano.

El verano más fresco está en Guadalajara

Rodeada de montañas, hoces, pinares y ríos cristalinos, Molina de Aragón es también un paraíso para los amantes de la naturaleza. Senderismo, baños en el Tajo, rutas entre cañones y miradores... Todo con temperaturas que no obligan a buscar sombra constantemente.

National Geographic lo recomendaba como uno de los pueblos más bonitos para visitar en julio. Y no es para menos. Su combinación de clima amable, entorno natural, patrimonio y tranquilidad lo convierte en uno de los secretos mejor guardados del verano español.

Mientras media España se derrite…

Mientras otras localidades de Castilla-La Mancha, como Almadén o Talavera de la Reina, han llegado a superar los 43 grados este verano, en Molina todo es distinto. Aquí, el calor no se impone. Se tolera. Se esquiva. Se olvida.

Y eso —en un país que vive cada ola como una amenaza— es un privilegio que empieza a atraer a quienes huyen del calor, del ruido y del asfalto.

«Aquí aún se puede vivir», dicen los que saben

Los vecinos lo saben. Algunos lo sufren en invierno, otros lo agradecen en verano. «Aquí aún se puede vivir», repiten. Porque dormir a pierna suelta en pleno agosto es un lujo. Y porque cuando todo el país arde, Molina resiste.

Así que si estás buscando un destino para escapar del bochorno, de los ventiladores, del aire irrespirable y de los calores que derriten, Molina de Aragón te espera con las puertas abiertas, las sábanas puestas y el frescor asegurado.

Porque no todos los paraísos tienen playa. Algunos tienen historia, montaña y noches de 10 °C.

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