Casamiento de Quiteria y Camacho

Casamiento de Quiteria y CamachoHispaleto

¿Qué festín degustaron Don Quijote y Sancho en las «Bodas de Camacho»?

Azares del camino guiaron a Don Quijote y Sancho a una boda nunca vista, con ostentosidad de alimentos y una trama amorosa sin desperdicio

En su empeño por desmitificar e incluso lindar con causar ridículo en la extendida novela caballeresca, Miguel de Cervantes, logró asentar con su pluma a la que es considerada como primera novela moderna. En el vagar de las aventuras de Don Quijote y Sancho, se respira un fiel reflejo a la cultura de La Mancha y por ende, de parte de la España de la época en que se seguía más que presente la hidalguía.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, confecciona una historia consagrada en eterna, dividida en dos partes que comparten carácter, con la intención de satirizar el ideal heroico. La obra trasciende a la burla y cera un tono reflexivo que ahonda en los límites de la realidad y la ilusión. La condición humana guía la historia, fiel reflejo de la España del Siglo de Oro.

Si bien Don Quijote toma el papel de la ilusión, el actuar con nobleza y perseguir los sueños, Sancho, por el contrario, aporta una figura ligada a la realidad, con su humilde sensatez decorada sabiduría popular. Con tal tesitura, la curiosa pareja atraviesa diversos territorios con protagonismo en La Mancha y en los diferentes eventos a relatar, se extrae una crítica social y moral ante las injusticias de la época.

En uno de sus episodios, concretamente en el segundo libro y en los capítulos XIX, XX y XXI, Don Quijote y Sancho se topan con un suceso inesperado. En mitad del camino, se toparon con dos estudiantes y dos labradores, que tras saludarse y darse a conocer, les comentaron con fervor el gran acontecimiento que estaba por celebrarse. Un festín de lujo les esperaba, motivo de las Bodas de Camacho.

Una boda con conflicto

Don Quijote no desaprovechó la ocasión para presentarse como aventurero hidalgo dispuesto a recorrer el mundo, lo cual supuso clara admiración en quienes le escuchaban. Mención de caballero ganada, los labradores invitaron a que les acompañaran porque como bien comentaron, «verá una de las mejores bodas y más ricas que hasta el día de hoy se habrán celebrado en La Mancha, ni en otras muchas leguas a la redonda».

Sorprendidos de hallar tal celebración, con un aire de riqueza inesperado, no dudaron en preguntar si se trataba de boda de príncipes, pero lejos de ello, el enlace uniría a dos labradores. El hombre más rico de aquella tierra, situada por muchos en Munera, Villarrobledo o Fuenllana, tomaría como esposa a la más bella conocida en el lugar, Quiteria la hermosa.

Como en toda buena historia de amor hay un tercero en discordia, Basilio. Enamorado de Quiteria desde sus tiernos y primeros años, Basilio había sido rechazado por el padre de la hermosa joven. Temeroso ante el futuro de su hija, la ordenó casar con el rico Camacho, lo cual solo vaticinaba un desenlace horroroso para Basilio, sumido en una profunda tristeza, que incluso hacía sospechar de muerte a los curiosos sabedores de la historia.

Advertidos de lo que estaba por llegar la siguiente jornada, negaron el techo de sus acompañantes y durmieron en el campo. Mientras tanto, el lugar tomaba decoro para la gran boda. Danzas, riquezas y adornos tomaban parte, pero el gran festín manchego de la época, no cualquiera, uno de riquezas, también les esperaba en las Bodas de Camacho.

Un festín para el recuerdo

El cocinero agasaja a Sancho con los alimentos

El cocinero agasaja a Sancho con los alimentosGustave Doré

Por mucha riqueza que guardaran Camacho y su familia, el banquete no prestaba otra intención que no fuera la de ostentar la abundancia como espectáculo añadido. Desde entonces, nadie podrá dudar del buen vivir del esposo que estaba por tomar a la hermosa Quiteria y pronto, el gran dúo protagonista de la historia quedaría asombrado por sus manjares.

Con la primera luz del alba, Sancho no tardó en advertir lo que estaba por venir. Si nada más despertar, disfrutaba del gran olor a torreznos, la boda prometía. No esperen un banquete de vanguardias y creaciones elegantes, en tal momento, la abundancia y el festín se medían de otra manera. Todo a lo grande. Sancho, ilusionado, comentaba a Don Quijote la generosidad de la boda, pero el hidalgo tan solo pensaba en ver qué ocurriría con el pobre Basilio.

La vista de Sancho nada más llegar al lugar no le dejó indiferente y desde luego, corroboró las palabras de los labradores: «espetado en un asador de un olmo entero, un entero novillo; y en el fuego donde se había de asar ardía un mediano de leña, y seis ollas que alrededor de la hoguera estaban, no se habían hecho en la común turquesa de las demás ollas, porque eran seis medias tinajas, que cada una cabía un rastro de carne».

Carneros enteros e incontables liebres sin pellejo y gallinas sin plumas se disponían colgadas preparadas para su turno en la olla. Cervantes relata presencia de caza de todo tipo, pero más aún quedo Sancho sorprendido, cuando contó sesenta zaques de dos arrobas de vino cada uno. Ideales para acompañar con un muro de ladrillos hecho a base de quesos incontables. Del aceite salían fritos alimentos de masa que se embadurnaban de miel.

Las especias se contaban por arrobas y de pronto Sancho se vio inundado de indecisión. Tal cantidad de alimentos le hacían dudar por dónde empezar, pero pronto se decidió por las ollas que el cocinero le animó a probar sin vergüenza, recomendándole coger un cucharón y comenzar a disfrutar.

Mientras Sancho no cesaba su festín personal, Don Quijote quedó atento a la ceremonia en la que a instantes del ‘sí’ de Quiteria, apareció ocupando la escena Basilio fingiendo haberse suicidado. La joven hermosa quedó helada al ver a su verdadero amado con la espada en el cuello, el cual pidió como última voluntad casarse con Quiteria. Ella accedió alegando que lo ama de verdad y confesando que sabía de la treta que tenía preparada.

Un final con mensaje, que pone por delante el sentir al poseer, criticando profundamente los matrimonios por conveniencia. Un festín que valió de poco, solo ostentó una boda que nunca fue, viró el amor y Sancho quedó con la barriga llena.

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