Carmen Quintanilla, presidenta de AFAMMER

Carmen Quintanilla, presidenta de AFAMMERAFAMMER

Del barro al wifi: las mujeres rurales que han puesto en pie la España olvidada

Han pasado de guardar las raíces a sembrar el porvenir: las mujeres rurales son hoy la fuerza que sostiene y moderniza los pueblos de España

Hay una fuerza silenciosa que ha sostenido durante siglos los pueblos de España. Una red invisible, tejida con las manos de quienes madrugan antes que el sol, cuidan de los mayores, educan a los hijos, trabajan la tierra, emprenden, innovan y, aun así, apenas aparecen en los discursos oficiales. Esa fuerza tiene rostro de mujer.

En pleno 2025, el campo español late con un pulso femenino. Lo afirma con serenidad y convicción Carmen Quintanilla, presidenta nacional de AFAMMER (Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural), que lleva más de cuatro décadas recorriendo los pueblos de España con un mensaje que hoy suena más vigente que nunca: sin mujeres, no hay futuro en el medio rural.

«Ser mujer rural en el año 2025 significa haber recorrido un largo camino hacia la visibilidad, la igualdad y el reconocimiento», explica Quintanilla. «En 1982 éramos invisibles. Hoy somos mujeres con identidad propia, comprometidas, que sostenemos la vida y la economía de nuestros pueblos. Si nosotras nos vamos, desaparecen nuestros pueblos y con ellos su alma».

De las guardianas del pasado a las arquitectas del futuro

Durante décadas, las mujeres rurales fueron las guardianas silenciosas de la tradición. Cocinaban, cuidaban, cultivaban, transmitían la cultura popular y sostenían la economía familiar sin apenas figurar en ningún registro.

Hoy, ese relato ha cambiado. «Las mujeres rurales son verdaderas arquitectas del futuro», afirma Quintanilla. «Han pasado de ser consideradas solo guardianas de las tradiciones a convertirse en protagonistas del desarrollo económico, social y sostenible de nuestros pueblos».

En cada rincón de España, hay historias que lo confirman. Mujeres que han hecho visible lo invisible. Que han demostrado que el mundo rural no es pasado, sino presente, y sobre todo, porvenir. «Ellas han logrado algo impensable hace décadas: han puesto de moda ser de pueblo», cuenta Quintanilla. «Hace 43 años muchas personas ocultaban sus orígenes rurales. Hoy lo decimos con orgullo, porque sabemos que es un valor que hay que defender y celebrar».

El motor que hace latir la España rural

La presidenta de AFAMMER lo resume con una imagen sencilla pero poderosa: «Cuando una mujer se queda, el pueblo vive; cuando se va, el territorio se vacía».

Esa frase encierra toda una realidad. En la España vaciada, dos de cada tres personas que se marchan son mujeres, la mayoría jóvenes y formadas. El empleo sigue siendo su gran batalla. «Las mujeres rurales están mejor preparadas que nunca, pero no encuentran oportunidades en su territorio», alerta Quintanilla.

Por eso insiste en que el empleo femenino es la semilla de la repoblación. No hay igualdad sin trabajo, ni vida rural sin oportunidades. «La Estrategia Europea de los Cuidados es una oportunidad clave en un contexto de envejecimiento acelerado», señala. «Apostar por la formación y el empleo femenino en sectores como los cuidados o los servicios puede marcar un antes y un después».

También defiende la importancia de feminizar el campo: «Si logramos que las mujeres accedan a ayudas agrarias y a la titularidad compartida de las explotaciones, estaremos impulsando la sostenibilidad real de nuestros pueblos. Porque cuando las mujeres se quedan, se quedan también la vida, la economía y el futuro».

Innovar sin perder las raíces

La innovación ha dejado de ser patrimonio exclusivo de las grandes ciudades. En los pueblos, se escucha el zumbido de los drones sobre los cultivos, se gestionan pedidos por internet y se imparten talleres de marketing digital entre olivos y viñedos.

La digitalización, dice Quintanilla, «no es solo una herramienta, sino una revolución silenciosa que está cambiando la vida de las mujeres rurales».

«Las nuevas tecnologías son una ventana al mundo y una puerta a la igualdad. Gracias a ellas, muchas mujeres pueden emprender sin abandonar su tierra, vender sus productos online y acceder a formación y empleo desde sus casas».

Sin embargo, advierte que la brecha digital sigue siendo profunda: el 40% de los pueblos aún no dispone de una conexión adecuada a internet. «En pleno siglo XXI es inadmisible que haya calles donde una acera tenga acceso rápido y la de enfrente, no», denuncia.

AFAMMER fue pionera en formación digital mucho antes de que la palabra «transformación» se pusiera de moda. En los noventa, lanzó programas de venta online y plataformas como Turisabor para la comercialización de productos agroalimentarios. Durante la pandemia, capacitó a 250 pequeñas empresas rurales con cursos de más de 250 horas de formación digital.

«Las nuevas tecnologías han abierto una oportunidad histórica: emprender sin irse. Cada mujer que abre un negocio online crea empleo, fija población y genera arraigo. Esa es la auténtica revolución rural», afirma.

Pero no basta con tecnología. «Los fondos europeos no han llegado al terreno como deberían», lamenta. «Solo la Comunidad de Madrid nos ha apoyado con programas para formar a más de 4.000 mujeres en competencias digitales. En el resto de comunidades, seguimos esperando.»

El rostro femenino de la despoblación

Si algo ha aprendido Quintanilla en más de 40 años de lucha, es que la despoblación tiene rostro de mujer. «Cada joven que se va es una pérdida de talento, de innovación y de vida para el territorio», dice.

Por eso, insiste, hay que crear las condiciones para que quedarse sea una elección, no una condena. «Si una joven encuentra trabajo en su pueblo, se queda. Pero también necesita vivienda, servicios, conectividad, cultura y ocio. No podemos pedir arraigo si no ofrecemos dignidad».

La clave está en mirar el medio rural no como un problema, sino como una oportunidad. «Necesitamos políticas que hagan atractivo emprender en el campo, especialmente para las mujeres. La agricultura y la ganadería deben verse como sectores de futuro, sostenibles y con innovación».

Y recuerda que la igualdad no se logra con palabras, sino con hechos: «La conciliación sigue siendo una utopía. En muchos pueblos no hay escuelas infantiles, transporte ni servicios de dependencia. Sin esos recursos, hablar de igualdad es un brindis al sol».

Ejemplos que inspiran

De todos los rostros que ha conocido, Carmen Quintanilla cita uno que simboliza la nueva ruralidad: Lola Gómez, fundadora de Clisol Agro en Almería.

«Lola ha sabido unir la producción agrícola con la educación ambiental y el turismo. Su invernadero es un aula viva donde muestra cómo se cultiva respetando la tierra. Representa la nueva generación de mujeres rurales: las que cuidan y transforman al mismo tiempo».

Pero no es un caso aislado. Hay mujeres gestionando cooperativas, diseñando experiencias turísticas sostenibles, creando marcas de moda rural, o liderando proyectos de biotecnología agrícola. En sus manos, el campo está dejando de ser sinónimo de atraso para convertirse en territorio de futuro.

AFAMMER: cuatro décadas sembrando igualdad

Detrás de muchas de esas historias hay una red de apoyo. AFAMMER nació en 1982, cuando hablar de igualdad en el campo era casi un acto de rebeldía. Hoy, con miles de socias en toda España, la asociación ha formado, acompañado y empoderado a generaciones de mujeres rurales.

Entre sus programas más recientes destaca Conecta Rural, galardonado con el Premio Big Good por su impacto social, y Cuida Rural, impulsado junto a Fundación MAPFRE, que promueve el empleo femenino en el sector de los cuidados. También desarrolla iniciativas específicas para mujeres mayores, como Mujeres Rurales en Acción, centrado en la formación, el autocuidado y la prevención de la soledad.

«Nuestro trabajo tiene un impacto real», asegura Quintanilla. «Pero para llegar a más mujeres necesitamos apoyo institucional. La transformación digital del campo no será posible sin nosotras, sin quienes llevamos más de 40 años sobre el terreno.»

El futuro será femenino o no será

A estas alturas, Carmen Quintanilla no necesita demostrar nada. Su voz es una de las más respetadas en la defensa de la mujer rural, y sus palabras resuenan con la fuerza de la experiencia.

«Sí, el futuro de la España rural será femenino o no será», dice sin titubear. «Porque sin mujeres no hay arraigo, ni economía, ni escuela, ni vida comunitaria. Son ellas quienes están cambiando la historia del campo».

Y recuerda con emoción su mayor logro: haber contribuido a que el mundo reconozca el 15 de octubre como el Día Internacional de las Mujeres Rurales, un día que Naciones Unidas proclamó gracias a una propuesta nacida en AFAMMER.

«Lo que más me emociona es cuando una joven me dice: ‘mi madre y mi abuela me hablaron de usted, y quiero formar parte de AFAMMER’. Ese es el mayor reconocimiento: ver crecer una nueva generación de mujeres rurales orgullosas de serlo».

El alma del campo

Al final de la conversación, cuando se le pregunta cómo definiría el espíritu de la mujer rural, Carmen Quintanilla responde sin dudar: «El alma de la mujer rural se define en dos palabras: valentía y lucha». Y deja un mensaje que es también una promesa: «A todas las mujeres rurales que cada día luchan por su tierra, por su familia y por su futuro, quiero decirles: no están solas. Vuestra valentía ha cambiado la historia del mundo rural. Sigamos caminando juntas, porque sin vosotras, no hay futuro».

En cada emprendedora que levanta su negocio en un pequeño pueblo, en cada agricultora que cultiva con tecnología, en cada cuidadora que asiste a un mayor, late la certeza de que el campo sigue vivo.

Y que, al final del camino, cuando el polvo del atardecer se posa sobre los olivares, la historia del mundo rural sigue escribiéndose —día tras día— con nombre de mujer.

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