Tomàs Grau, dirigiendo la Franz Schubert Filharmonia.

Tomàs Grau, dirigiendo la Franz Schubert FilharmoniaTomàs Grau / FB

Entrevista

Tomàs Grau: «No es verdad que los proyectos culturales vivan de las subvenciones»

El director de la Franz Schubert Filharmonia estrena un ciclo de conciertos por toda Cataluña para celebrar el 200º aniversario de la Novena Sinfonía

Cuentan que cuando Beethoven estrenó su Sinfonía nº 9 en Viena, el 7 de mayo de 1824, el público lo aclamó en pie hasta cinco veces seguidas. En un momento, incluso, los aplausos acallaron la música, y la contralto Caroline Unger tuvo que acercarse al genio –que en aquel entonces estaba ya sordo y seguía dirigiendo la orquesta, absorto– y darle la vuelta para que viese los vítores.
Esta semana se cumplirán 200 años desde aquel momento, y la Franz Schubert Filharmonia lo celebra con una gira de siete conciertos por toda Cataluña en los que interpretarán la Novena. Este viernes ofrecieron el primero en Tarragona, con las entradas agotadas, a la que seguirán Terrassa, Barcelona –el día de la efeméride, en el Palau de la Música–, Vila-seca, Valls y Lérida.
«El del Palau de la Música es el concierto central de la gira, pero todos son especiales: intentaremos que cada uno sea el mejor para nuestro público», destaca el director titular de la filarmónica, Tomàs Grau. El maestro atiende a El Debate para hablar del legado de Beethoven, de cómo enfrentarse con oídos nuevos a una sinfonía icónica y del estado de la música clásica en nuestro país.
–En septiembre de 2020, la Franz Schubert Filharmonia tocó la Novena, en un contexto muy distinto al actual. ¿Qué supone para ustedes retomar ahora esta pieza?
–Aquel concierto estaba programado desde antes de la pandemia, y tuvimos que adaptarlo para no lo quisimos cancelar. Sufrimos para poder tirarlo adelante: la orquesta tocaba con mascarillas y a un metro y medio de distancia; el coro, a dos metros… Había la mitad del público, una silla sí y otra no. Hoy, casi cuatro años después, por fin podemos mostrar la Novena en las mejores condiciones posibles, y sacarnos la espinilla.
–La Novena es una de las piezas más interpretadas del mundo, y el Himno a la alegría de su cuarto movimiento está en la imaginación de millones de personas. ¿Cómo se ha enfrentado a una obra tan icónica para hacerla suya?
–Solo hay dos maneras: estudiar mucho y repetirla muchas veces, esa es la manera de profundizar al máximo. Una vez, un alumno le preguntó a un director de orquesta muy famoso que cuando podría dirigir la Novena, y este le respondió: «Cuanto antes mejor». Es una obra que necesita tiempo para madurarla. Y requiere tener un equipo de músicos y cantantes que te permita ir lo más lejos posible en la interpretación de la obra, siendo fiel al compositor, por supuesto.
–Tras este proceso, ¿cómo aborda ud. la dirección de la sinfonía?
–En mi caso, los cuatro movimientos tienen cuatro caracteres totalmente distintos. El primero es dramático; el segundo, alegre y juvenil, y en el tercero están presentes la belleza y el lirismo. El cuarto movimiento es un collage de muchísimas ideas, una tras otra. Dar a cada movimiento su propio carácter e idiosincrasia te prepara para llegar al cuarto movimiento, hasta el Himno a la alegría.
–Definen la Novena como «un himno para cultivar el espíritu fraternal de la humanidad», pero estrenan en plena campaña electoral. ¿Han pensado en regalar entradas a los políticos, a ver si se les pega algo?
–Bueno, yo veo más necesario el mensaje fraternal de la Novena en el contexto sociopolítico mundial, más que en el catalán o el español. Hay demasiadas guerras en el mundo, y no solo en Ucrania. Guerras sin armas también: ideológicas, tecnológicas, de poder y business… El mensaje está más presente que nunca. Creo que hay una necesidad de que la humanidad haga un giro hacia la belleza y la fraternidad.
–Habla de batallas tecnológicas, ¿qué reflexión le produce el impacto de la inteligencia artificial en ámbitos creativos?
–El cambio más fuerte fue la aparición de internet: en los últimos 30 años, todo ha cogido velocidad de crucero. El correo electrónico, la mensajería instantánea, las redes sociales… y ahora la inteligencia artificial. Es una velocidad, tal vez, peligrosa para nuestra sociedad, dependiendo de qué camino tome. Estoy expectante, a ver hacia dónde va el tema y hacia dónde nos lleva como humanidad, más que como sociedad.
–Además de dirigir la Franz Schubert, viaja mucho por el mundo como director invitado en otras orquestas. ¿Cómo ve el estado de la música clásica en nuestro país?
–Por un lado, hoy hay muchos niños que estudian música: son un público para el futuro, para llenar las salas de conciertos. Pero estaría muy bien que la música no solo se estudiase en los conservatorios, sino también en las escuelas, que formase parte de la educación básica desde pequeños. Que estuviese en la Constitución. Otro tema, si nos comparamos con EEUU o Francia, es que no podemos esperar más a la ley de mecenazgo.
¿Por qué?
En EEUU se desgrava el 100% de los donativos para la música, y en Francia es el 70%, mientras que en España solo el 35%, que ahora pasará al 40%. La ley de mecenazgo haría que las empresas culturales se pudiesen desarrollar y crecer, que diesen más trabajo y generasen más riqueza. Mira, una anécdota: la Franz Schubert Filharmonia paga más en impuestos de lo que recibe en subvenciones. Por tanto, no es verdad que los proyectos culturales vivan de las subvenciones. Al menos, no en nuestro caso.

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