El expresidente de la Generalitat de Catalunya y candidato de Junts a las elecciones catalanas, Carles Puigdemont, realiza unas declaraciones a la prensa, en el Castillo de La Roca d’Albera, a 12 de mayo de 2024, en Laroque-des-Albères (Francia). Casi seis millones de catalanes han sido llamados a las urnas hoy, 12 de mayo, para elegir a su nuevo presidente autonómico para los próximos cuatro años. Hay 135 escaños en juego, en la que será la XIV legislatura de Cataluña, por lo que los candidatos de los diferentes partidos deben alcanzar una mayoría absoluta de 68 escaños para hacerse con la Presidencia.
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Glòria Sánchez / Europa Press
12/5/2024

El líder de Junts, Carles Puigdemont, en una imagen de archivoEuropa Press

El laberinto catalán

La elección de Junts: romper con Sánchez y quedarse sin amnistía o sostenerle y ser arrastrados por su declive

La sensación de final de etapa agobia a Junts, aunque en Waterloo no desean un adelanto electoral bajo ningún concepto

En Junts están preocupados. Se sienten atrapados por el PSOE, como José Luis López Vázquez lo estaba dentro de la cabina. La sensación de agobio y de impotencia invaden las filas de los de Carles Puigdemont.

La legislatura que arrancó gracias a Puigdemont no ha llegado ni a su ecuador y para el de Waterloo se está haciendo más larga que su fuga. Hasta no hace mucho, en Junts habían llevado bien la relación con el PSOE.

Con una ERC en horas bajas Junts ha marcado la agenda y, aunque el Gobierno se hace el remolón y la solemne promesa de Junts de «cobrar por adelantado» no se ha materializado, sí han conseguido que entre el público independentista se haya instalado la sensación de que Puigdemont manda.

Han trasladado la idea de que es un presidente del Gobierno en la sombra y que somete al morador de la Moncloa a una humillación tras otra, marcando la agenda, obligando a cambios de criterio y forzando reuniones secretas en el extranjero para imponer temas. Todo eso es un premio de consolación que hasta ahora ha sido suficiente para la hinchada independentista.

El tablero ha cambiado

Pero en las últimas semanas, las cosas han cambiado. La escalada judicial de los casos de corrupción que acechan al entorno familiar directo de Pedro Sánchez y el creciente ruido, hasta hacerse ensordecedor, que acompaña la política nacional, junto a la degradación de las instituciones y los servicios públicos, han encendido todas las alarmas en Junts.

Todas las encuestas, excepto el CIS, señalan que en caso de elecciones se producirá un vuelco, y Puigdemont teme que en su caída el PSOE les arrastre, como está llevándose por delante a la extrema izquierda de Sumar.

Hay una gran diferencia entre los apoyos que CiU y luego Junts han dado en el pasado a los gobiernos de España y la situación actual. Jamás el nivel de implicación e identificación de Junts con el Gobierno había sido tan claro como en esta legislatura.

En el pasado, los retrasos en la ejecución de obras públicas o el deficiente servicio de Renfe se podían justificar desde las filas nacionalistas e imputarse a la incompetencia del Gobierno o al presunto odio que las altas instancias del Estado sienten hacia Cataluña. Ahora este argumento no vale: Junts está implicado hasta los tuétanos en el entramado gubernamental sanchista, hasta el extremo de ser su base y los cimientos sobre los que se sostiene.

Final de etapa

«Quien puede lo más, puede lo menos», se afirma cada vez desde más voces del mundo independentista. Si alguien tiene fuerza para lograr una amnistía a cambio de votos debe poder resolver los problemas de los trenes. Si alguien es capaz de conseguir las competencias en inmigración y fronteras debe poder lograr que los juzgados funcionen.

La sensación de final de etapa agobia a Junts. En Waterloo no desean un adelanto electoral bajo ningún concepto, ya que aún tienen muchas facturas presentadas por cobrar, y el Gobierno es un moroso de tomo y lomo. Además, la única razón por la que apoyaron a Sánchez tras prometer lo contrario —la amnistía— aún no se ha ejecutado.

El dilema en Junts no es fácil de resolver. Romper con Sánchez implica haber brindado un apoyo que no se ha materializado en logros aún tangibles, pero mantener ese apoyo les puede castigar demoscópicamente.

Mientras, Silvia Orriols, líder de Aliança Catalana —el partido que ella ha definido como «el que dice en el parlamento catalán lo que los de Junts dicen en casa»— espera pacientemente y ve cómo Junts sigue cayendo demoscópicamente y los votos les llegan sin gran esfuerzo.

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