Captura de la llegada de Nada a España tras ser liberada

Captura de la llegada de Nada a España tras ser liberadaGuardia Civil

Cataluña

El doble rescate de Nada: salvada de una secta en la selva de Bolivia, pero olvidada al volver a Cataluña

«Final feliz para el secuestro de una menor que había sido raptada hace ocho meses en Hospitalet de Llobregat y ocultada por su presunto captor, un ciudadano boliviano, en la zona selvática de El Chapare, en este país latinoamericano». Así empezaba una nota de la Fiscalía, el 13 de marzo de 2014, para anunciar que se había conseguido liberar a Nada, una niña que entonces tenía 9 años de edad. Fue su primer rescate, porque el segundo lo protagonizó una protagonista, Neus Sala, que ayudó a normalizar la vida de la niña, olvidada completamente por todas las administraciones cuando llegó a España, empezando por la DGAIA.

Nada llegó a España con su familia, desde Marruecos, cuando tenía 4 años. Se instaló en el barrio de La Florida de Hospitalet. La situación de la familia era muy complicada: no tenían comida, agua, ni luz en casa. Habían entrado de forma irregular en el país y eso empeoraba aún más las cosas. Pero apareció la figura de un vecino que les ayudó: les da comida o les construye una ducha. «Era como el vecino perfecto, alguien increíble, bondadoso», dice ella. Pero esa bondad era una fachada.

Con el tiempo, ella ha entendido que este vecino la sometía a abusos sexuales ya en esa época. Pero también hizo una oferta a los padres de Nada: un viaje de «una semana de vacaciones» a Bolivia como premio por sus buenas notas en el colegio. Entonces ella tenía 8 años. Entonces, ninguno imagina el verdadero propósito: secuestro y sumisión a la secta «Amy Pooh», popular en países como Perú y Bolivia.

La pequeña no lo sabe, pero este vecino lo tenía todo preparado y calculado. Y es que, para ascender como líder en la secta, necesitaba casarse con una niña menor de 10 años: «me necesitaba a mí para convertirme en su esposa, someterme a toda esta explotación durante siete meses, súmale los malos tratos y la peor parte: las violaciones». La obliga a vestirse con velo, aprender guitarra para cantar canciones dedicadas a Jehová, estudiar la Biblia y debatir con extraños como un «trofeo»: «Mira a mi esposa, que es muy culta, mira todo lo que ella sabe». Pero era un orgullo que maltrataba a diario.

Las primeras dos semanas de su estancia en Bolivia transcurren en la ciudad. Nada consigue llamar a sus padres para advertirles de que ese hombre había tirado todos sus documentos. Entonces, ellos alertaron a la policía en España. Y el captor, asustado, huye a la selva, en un punto remoto y peligroso, dominado por narcotraficantes. De hecho, la niña es explotada trabajando en campos de cocaína. Y allí, durante siete meses, se suceden los abusos y las agresiones: llegó a apuñalarla con un machete en un arrebato.

Una de las cosas que a la niña le llamó la atención, es que en la iglesia de la secta, estaban separados los hombres y mujeres. Mujeres no, niñas, menores, que eran las «esposas». De hecho, junto a ese edificio había un parque infantil para que ellas pudieran jugar. Y Nada también era la «esposa» de su captor.

Siete meses después de su llegada, el 8 de marzo de 2014, tres días después de su cumpleaños, llega el rescate en el punto más peligroso de la selva, aunque reconoce que la Guardia Civil pensaba que ella estaría muerta. Lo cierto es que se movilizan agentes de la Benemérita, militares bolivianos, DEA e Interpol. «Tuvieron que entrar con helicópteros, solo dos, porque era una operación muy rápida de 10 minutos, por si les disparaban». Retenida la noche anterior a punta de AK-47 por cocaleros, para no perder los 500 kg de azúcar del intercambio, Nada es rescatada: «Escuchar mi nombre fue el mejor momento de mi vida».

El díficil regreso a España

Y después viene el retorno a España, que no fue como ella esperaba. De entrada porque estuvo durante cuatro años yendo de un centro de menores a otro. Pasados esos cuatro años, volvió con sus padres, algo que no entiende, porque sus padres fueron condenados por un delito de abandono, por autorizar esas «vacaciones», que no el secuestro. Dice que fueron años «muy duros», en los que se sintió abandonada por la administración, porque «necesitaba muchísima más ayuda en muchos sentidos», y no la tuvo.

Y con 13 años vuelve a su casa, pero la situación es peor. Allí ve situaciones de violencia, pero, además, no ha recibido apoyo psicológico y sigue sin tener regularizada la situación, por lo que tampoco puede acceder a becas para estudiar. Y ella es una alumna brillante. Explica que la pobreza persistía en su casa: iba al cementerio a por agua y no tenían comida, En la escuela, duerme en la biblioteca; los directores dejan magdalenas y zumos preparados para que desayune. «Me levantaba la camiseta y veía los huesos, me estaba muriendo de hambre», resume.

Pero llegó a su vida su «ángel de la guarda», como así la califica. Es la periodista Neus Sala, especializada en periodismo de sucesos. Sala estaba buscando a Nada porque quería saber cómo había acabado su historia. Lo que nunca se hubiera imaginado es que la niña estuviera en esas condiciones. «Se indignó», explica ahora la joven. Y es que Neus Sala tuvo que hacer todo el trabajo que las administraciones no habían hecho hasta ahora. Y eso que llamó a todas las puertas que pudo, pero la respuesta fue la inacción.

La periodista tiró de contactos, de comisarios de la Policía Nacional, de los Mossos, de abogados o de fundaciones de ayuda, y así es cómo consigue regularizar la situación de Nada, que se la considere como víctima de trata y que tenga un lugar donde vivir. Hoy, la chica, de 21 años, estudia Derecho y se alegra de estar fuera de «este núcleo de violencia y decadencia».

Tiene claro que quiere ser abogada para de ayudar a víctimas de trata, de matrimonios forzados, de abusos sexuales, y defender los derechos de la infancia, además de intentar que se endurezcan las penas para quienes vulneran esos derechos.

También está haciendo prácticas en un despacho de abogados y su cometido es preparar su propia demanda contra la DGAIA: «Estoy recopilando todas las leyes y negligencias. Cada vez encuentro más: no están preparadas para estos casos, necesitan un cambio total». Esa es su misión y por eso cuenta su historia, para que otras niñas no pasen lo mismo por lo que ha tenido que pasar ella.

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