Juan Milian, nuevo senador del PP

Juan Milian, nuevo senador del PPPP

Cataluña

Juan Milián, nuevo senador del PP catalán: «Illa no insulta, pero humilla»

Sobre la competencia entre Junts y Aliança Catalana, considera que la formación de Orriols ofrece más «credibilidad separatista» y «odio absoluto» a España

Desde hace prácticamente una semana, Juan Milián (Morella, Castellón, 1981) es senador por el Parlamento de Cataluña, tras sustituir a Lorena Roldán. Es todavía concejal del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, cargo que dejará en el Pleno del 31 de octubre. También es coordinador general de Estrategia y Comunicación del partido en Cataluña y, forma parte de la Junta Directiva del PP de Alberto Núñez Feijóo. Ha sido diputado durante varias legislaturas en el Parlament, entre ellas las del momento álgido del proceso independentista. Un proceso, por lo tanto, que conoce muy bien, y que se está trasladando al conjunto de España. De hecho, él es quien ha acuñado esa idea que ha hecho fortuna y que plasmó en un libro: «El proceso español».

Ahora quiere centrarse en su trabajo en el Senado ¿Cuál es su objetivo? ¿Con qué idea va?

–Defender los intereses de todos los catalanes y trabajar para contribuir al cambio que España necesita. El Senado es ahora mismo una de las herramientas más útiles para controlar un gobierno que no quiere ser controlado y para desenmascarar la farsa sanchista. El país está en una encrucijada existencial. El PSOE se ha convertido en un partido desleal a la democracia y sus políticas del «muro» no solo degradan las instituciones, cada vez más afectan negativamente a la convivencia y al bolsillo de los españoles.

La única esperanza para revertir esta situación y volvernos a ilusionar con un proyecto común para todos los españoles es un Partido Popular fuerte y un Alberto Núñez Feijóo en La Moncloa. Y trataré de aportar mi granito de arena en el Senado, y en Cataluña, para que eso suceda.

El día que fue designado senador autonómico, habló de concordia. Va al Senado en un momento de máxima polarización política y en el que parece que no puede haber diálogo, ¿por qué una parte odia a la otra?

–La polarización que hoy sufrimos es consecuencia de la instrumentalización del resentimiento por parte de algunos actores políticos. Estamos ante una división social promovida desde el poder político, desde el propio gobierno de Sánchez. Polarizan premeditadamente porque pretenden tapar todos los escándalos del PSOE, del gobierno y de la familia de Sánchez. Es una vieja estrategia, pero parece funcionarles. Y es muy peligrosa.

Sin concordia la democracia está en peligro. No es una exageración. Sánchez busca que el odio al adversario, ahora convertido en enemigo, justifique cualquier acción que evite la alternancia en el poder. Y, evidentemente, sin concordia, una sociedad tampoco prospera. Si se sigue así, el empobrecimiento será cada vez más generalizado.

La concordia fue posible, reza el epitafio de Adolfo Suárez. Y debe volver a ser posible. Es necesaria para seguir avanzando en un mundo cada vez más complejo e incierto. Cuidar la concordia es una gran responsabilidad que tenemos todos los ciudadanos y, sobre todo, los políticos. Es, por tanto, deleznable que el gobierno de Sánchez quiera hacer del odio su negocio electoral. Por eso, denunciamos esa estrategia irresponsable y ofrecemos una alternativa de concordia y reformista. Es imposible avanzar a garrotazos.

Recuerda esta situación al proceso independentista. De hecho, usted fue el primero en hablar del procés español.

–Sí, el sanchismo está aplicando la misma estrategia que el separatismo con el procés. En los dos casos la propaganda, incluso la mentira, es priorizada a la gestión. En Cataluña no se gobierna, como tampoco gobierna Sánchez. Todos los esfuerzos van dirigidos a construir un relato de confrontación. Esa es la primera similitud, pero hay muchas más: el uso partidista de las instituciones públicas. TVE ya está más radicalizada que la TV3 del procés. La confianza que ofrece la Fiscalía General del Estado es la misma que la de una encuesta del CIS.

En el sanchismo, como en el procés, hay un profundo desprecio por parte del ejecutivo hacia el resto de los poderes. Se considera que se puede gobernar sin el concurso del legislativo. Observan la independencia judicial y la libertad de prensa como obstáculos y no como lo que son, condiciones necesarias para la democracia. En definitiva, tanto el sanchismo como el separatismo favorecen un tipo de sociedad frágil y fracturada en la que nadie sensato desearía vivir. En este sentido, suelo hablar de amarga decadencia. Son políticas malas para la economía y también para la convivencia.

Si hablamos en profundidad sobre algunos temas, ahí está la inmigración, o la gestión de ella, que se está convirtiendo en un eje fundamental. Precisamente el líder del PP está este martes en Barcelona para presentar su plan.

–Los españoles necesitamos hablar en serio sobre inmigración. En serio y, por lo tanto, con responsabilidad. Algunos prefieren no afrontar esta cuestión. Otros señalan los problemas y ofrecen demagogia. El Partido Popular, sin embargo, no rehúye el debate y, además, ofrecerá un plan riguroso. Ni fronteras abiertas, ni expulsión de todos los inmigrantes.

Defendemos un control firme de las fronteras, y el orden y la legalidad, atendiendo a las necesidades económicas de nuestro país, exigiendo integración y respeto por nuestros valores constitucionales y, si se delinque, expulsión. Y, finalmente, debe entenderse que la nacionalidad española no puede ser un regalo. Debe merecerse. Deben respetarse todos los derechos. Somos un partido que cree en la dignidad de todo ser humano, y eso también comporta responsabilidad y deberes.

Por cierto, Junts quiere vincular regularización con el tema del catalán.

–El problema de Junts no es el catalán. Es que quiere excluir el español de todos los ámbitos. Y eso es inaceptable, aunque Salvador Illa esté dispuesto a aceptar eso y mucho más. El partido socialista está yendo más lejos de lo que nunca se llegó con partidos abiertamente independentistas. No digo que Illa sea independentista, pero ha comprado el discurso más tóxico del nacionalismo. De hecho, sus consejeros de lengua y cultura sí son abiertamente separatistas. La traición al constitucionalismo es grave. Illa prometió pasar página, y lo ha hecho, pero hacia atrás, hacia las políticas más retrógradas en contra del bilingüismo, de los derechos y de las oportunidades de la mayoría de los catalanes.

La radicalidad de Junts

¿Con esa Junts se puede llegar a acuerdos? Un partido que, en cierto modo, vive una crisis de identidad porque le está comiendo la tostada Aliança Catalana.

–Es cierto lo que dices. Junts está siendo devorado por la revolución que quiso liderar. Aliança Catalana ofrece mayor credibilidad separatista y un odio absoluto hacia España. Cuando se es irresponsable en política, siempre surge alguien más radical. Y ya estamos viendo signos de que Junts va a intentar competir con ellos en irresponsabilidad y radicalismo. Allá ellos. El Partido Popular no se dirige hacia ese tipo de partidos, sino hacia la mayoría de los catalanes que queremos vivir en paz, seguridad y prosperidad.

Y si hablamos de Salvador Illa, hay quien le censura que se ha convertido en un presidente de parte, porque no da un paso si no lo pide ERC, está a merced de los republicanos.

–Salvador Illa ha degradado la presidencia de la Generalitat hasta niveles insospechados. Se ha convertido en un simple emisario de Sánchez, en el nuevo Santos Cerdán. Un día va a Bélgica a entregar a Puigdemont los votos constitucionalistas, y en el día a día, como apuntas, está a merced de los republicanos. De hecho, parece que vamos a estar mucho tiempo con los presupuestos de Pere Aragonès.

No puedo augurar nada bueno a Illa. Estar en manos de ERC es algo que no desearía ni a mi peor enemigo. La historia demuestra que ahí solo encontrará inestabilidad y traición. El problema es que la factura de este mal gobierno la pagamos todos los catalanes. Lo pagamos con los impuestos más elevados de España, con una sanidad deficiente y una educación en quiebra intelectual. Eso sí, amplían la red de falsas embajadas y crean un falso cuerpo diplomático. Ni Torra ni Aragonès despilfarraron tanto en procesismo como Illa.

Solo así se entienden determinados posicionamientos como en materia lingüística. Hace no tanto aseguraba que había que respetar las sentencias judiciales y decía que no había que hacer un drama por dar una asignatura más en español. Sin embargo, ahora, ya desliza que se buscarían fórmulas para no cumplir una posible sentencia del TC contraria a la inmersión.

–La traición a sus votantes es escandalosa. Illa no insulta, pero humilla. Humilla a los constitucionalistas al mantener las mismas políticas del separatismo. Su discurso puede ser más tranquilo, y mucho más aburrido, pero sus actos no se diferencian en nada a los de los gobiernos de la Generalitat anteriores.

Debemos garantizar la libertad de los padres para elegir la mejor educación posible para sus hijos. La elite separatista, que asegura que la inmersión es una política de consenso, elige siempre escuelas trilingües para sus propios hijos. ¡Vaya hipocresía! Nosotros defendemos que, como exigen los tribunales, la educación pública también sea bilingüe, incluso trilingüe, con el inglés. Es una cuestión de derechos y de oportunidades. Illa no solo se opone a la sentencia del TC, se opone al futuro de los estudiantes catalanes.

Illa en la Generalitat, Collboni en el Ayuntamiento. ¿Ha sido una decepción? Prometía darle la vuelta a la ciudad tras la etapa de Colau, pero no acaba de arrancar.

Collboni ha acabado siendo un colauista perezoso. No es tan proactivo como ella dañando la ciudad, pero arrastra demasiado los pies a la hora de cambiar lo que no funciona. Barcelona es cada vez más insegura. Los delincuentes campan a sus anchas porque el PSOE se opone a endurecer el Código Penal, tal y como propone el PP en el Congreso. Y Collboni calla. Para no molestar a Sánchez, tampoco molesta a los delincuentes.

Y en materia de vivienda es igual que Colau. Mantiene una regulación que no permite ni construir ni reformar. Podríamos pensar que la izquierda no quiere que haya vivienda asequible, porque no quiere que haya propiedad. Quiere una sociedad dependiente del poder público.

En el pleno de investidura conseguimos echar a Colau y evitamos que el ayuntamiento cayera en manos del prófugo de Waterloo. Ahora es muy importante que en 2027 el Partido Popular no solo tenga derecho a vetar posibles alcaldes, sino que tenga suficientes concejales como para gobernar Barcelona. La ciudad es maravillosa y tiene un potencial increíble, pero debemos sacarle la losa política que ahora tiene encima. Barcelona puede volver a brillar y a ser vanguardia de lo mejor en cultura y en economía, pero la herencia de Colau y la pasividad de Collboni son un freno.

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