Antonio Llucià, en dos imágenes

Antonio Llucià, en dos imágenesCedida

Historias de Barcelona

La vida de película del pícaro catalán que fue conocido como el «príncipe de los estafadores»

Mario Pickman, Tomás Portolés, Rafael Villamil, José María Pina o Fernando Caamaño... los mil nombres del estafador Antonio Llucià

En todas las sociedades han existido personajes curiosos y que han sobresalido gracias a su astucia. Pícaros que, en una época en la cual la informática no existía, consiguieron sobrevivir y enriquecerse gracias a suplantar personalidades inexistentes. Profesionales del hampa como el que hoy nos ocupa: el catalán Antonio Llucià.

Se hizo llamar Mario Pickman, Tomás Portolés. Rafael Villamil, José María Pina y Fernando Caamaño: de ahí que se le conociera como «el hombre de los mil nombres» o de las «mil caras», o como el «príncipe de los estafadores». Una leyenda del hampa a nivel internacional que nació en Capellades (Barcelona) en 1890.

Esta población a orillas del río Llobregat se dedicaba a la fabricación de papel, y el padre de Antonio era un empresario de este sector. Llucià estudió en las Escuelas Pías de Barcelona, llegando a cursar primero de Medicina. Sus padres le mandaron a Cuba para que sentara la cabeza, cosa que no hizo: volvió a Barcelona sin que lo supieran sus padres y en 1911 empezó su carrera delictiva.

La primera estafa

Su primera víctima fue un comerciante de la calle Borrell de Barcelona, al que estafó 11.000 pesetas. Otras voces dicen que robó en la Academia Berlitz, de donde era director. El hecho es que, con ese dinero, empezó a viajar por Europa y América, asegurándose una vida de lujo.

El siguiente paso fue casarse con una rica heredera, algo que hizo en cuatro ocasiones en menos de cinco años, con mujeres de Cuba, Perú, Brasil y Uruguay. A todas las abandonó después de robarlas. Como tenía buena planta, era simpático, culto y hablaba idiomas, atraía a las mujeres. Hablaba perfectamente inglés, francés, alemán, italiano, portugués, castellano, catalán, valenciano, gallego y vascuence, y escribía en casi todos esos idiomas.

Con el nombre de Orlando de la Riva se casó con Inés Prieto en Montevideo. Después de robarle las joyas y empeñarlas le escribió una nota. En ella, entre otras cosas, le decía: «Como recuerdo grato de nuestra corta unión adjunto te envío las papeletas de empeño de tus más caras joyas. Resígnate pues, y que Dios te proteja».

«El nuevo Fantomas»

A lo largo de los años fingió ser militar, clérigo, agente diplomático, cineasta, aviador, hacendado y primo de Alfonso XIII. El New York Times dijo de él que era «maestro de falsificadores"; Le Fígaro, “el rey de los ladrones», y ABC, «el nuevo Fantomas». Entraba y salía de los psiquiátricos al hacerse pasar por loco, hasta que finalmente un juez lo declaró enajenado y sobreseyó todas sus causas. Esto ocurrió en 1927. El periódico La Vanguardia, el 24 de febrero de 1926, publicaba un retrato de este personaje:

Por telégrafo comunicaron ayer de Zaragoza que allí ha sido detenido Tomás Portolés, que hará un año próximamente se fugó del manicomio de San Baudilio, en el que estaba recluido en virtud del dictamen emitido por varios médicos que certificaron su anormalidad.

Fue detenido por el comisario de policía señor Castellanos, en la calle de Putxet, número 23, barriada de San Gervasio, domicilio accidental de Mario Pickman, en virtud de una confidencia; con las precauciones debidas y con agentes de la delegación de la Audiencia, se dirigió el citado comisario a la casa mencionada, procediendo a la detención de Pickman, que no opuso resistencia, aunque aseguró, al entregarse, lo mismo que tres años antes al ser detenido en Madrid, «que estaría poco tiempo en la cárcel».

En un coche, y maniatado, fue trasladado Pickman a la delegación de la Audiencia, y una vez en ella, contestando al interrogatorio a que le sometió el señor Castellanos, dijo que había llegado a Barcelona haría cinco o seis días, procedente del extranjero, y que había hecho efectiva una carta de crédito por valor de 40.000 pesetas en la sucursal del Banco Holandés, en el que debía cobrar otra, de 40.000 duros, a los pocos días.

En Londres, Milán o Génova y en París, sus hazañas han tenido éxito, consiguiendo siempre burlar la persecución de la policía. En París, de un solo golpe, se llevó de un Banco unos 500.000 francos. Cuando fue detenido estaba reclamado por los juzgados de Aviles, Tortosa, Cervera, Manresa, Jerez de la Frontera, Vich, Bilbao, Madrid, Gerona y los del Hospital y Audiencia de esta capital. Ignoramos si por algún otro. Actualmente, Antonio Lluciá, Mario Pickman, etc., etc., tiene 39 o 40 años y se le considera hombre de un capital saneado.

Aparte de todo esto, en París sustrajo un collar de perlas de una joyería de la Rue de la Paix cuando vivía en el Hotel Ritz del que se marchó sin pagar. Sólo en enero de 1920 estafó 60.000 pesetas al Banco de Vizcaya; 64.661 al de Barcelona y 49.360 al Hispano Americano.

En España se casó, que sepamos, al menos tres veces. Una de ellas se llamaba Adelaida Canes Sánchez, barcelonesa que veraneaba en Ribadeo. A esta le estafó 18.000 pesetas antes de desaparecer. Al final de sus días vivía de esta manera, como publicó La Vanguardia, el 5 de octubre de 1930:

Ayer falleció en nuestra ciudad el célebre aventurero, universalmente conocido por sus correrías y excursiones por todo el mundo, Antonio Lluciá, que usaba también, entre otros, el nombre de Mario Pickman.

Lluciá, que contaba en la actualidad unos 40 años, residía desde hace tres meses en una lujosa vivienda del Paseo de Gracia, donde deja esposa y dos hijos de corta edad, un niño y una niña.

Por cierto que Lluciá cayó enfermo el pasado domingo al mismo tiempo que su esposa, continuando ésta en cama. Parece dejar una respetable fortuna. Durante estos últimos tiempos Lluciá, formando sociedad comercial con un amigo suyo, se dedicaba al negocio de comisiones.

Lluciá se hallaba actualmente en libertad provisional mediante fianza, pues tenía pendientes todavía algunos procesos en el curso de los cuales había sido declarado irresponsable, obligándosele a ingresar en una casa de salud.

Con su muerte no acabó la historia delictiva de este personaje. En marzo de 1931 un industrial barcelonés presentó una denuncia. Parece ser que un tal señor Gómez lo había estafado. Después de revisar diferentes archivos, la policía concluyó que esa persona era uno de los mil y un nombre utilizados en vida por Lluciá.

Temas

comentarios
tracking