
Fachada de la Casa Joan Güell, sede del Centro Gallego de Barcelona
Historias de Barcelona
El día que unos ladrones asaltaron el Centro Gallego de Barcelona, se emborracharon y quemaron su biblioteca
Era una colección de gran valor histórico especializada en autores gallegos
El Centro Gallego de Barcelona hunde sus raíces en el siglo XIX: fue en 1892 cuando un grupo de inmigrantes procedentes de la terriña empezaron a reunirse para mantener sus raíces. Sin embargo, hasta 1948 no se instalaron en la que sigue siendo su sede a día de hoy, la imponente Casa Joan Güell, situada en el número 37 de la Rambla.
Este palacete modernista –que mandó construir el citado industrial, padre del célebre mecenas de Antoni Gaudí– da cobijo hoy a un activo grupo de gallegos que se sacuden la morriña con actividades socioculturales y grupos como un coro –Lonxe da Terra–, un grupo de pandeireteiras o una banda de gaitas. También hay un restaurante, el Louro, donde las vieiras y el pulpo á feira son la norma.
La historia del centro está llena de anécdotas, pero una de las más llamativas tuvo lugar en 1978, cuando un pavoroso incendio casi destruye el edificio. La anécdota la rescataba esta semana la presidenta del Centro Gallego de Barcelona, Pilar Ansede, en una entrevista para el digital local Línia La Rambla, a la que el periodista pregunta por la biblioteca de la institución, especializada en literatos gallegos.
Un robo y un incendio
Ansede responde explicando que en el citado 1978, la biblioteca «de gran valor histórico» se quemó durante un robo. «Al principio parecía que era por causas políticas, pero se descubrió que fue un ladronzuelo, menor de edad, que entró a robar al centro, y como no encontró dinero, se bebió el alcohol que había en el restaurante y caló fuego a la biblioteca».

Frescos en el techo del Centro Gallego de Barcelona
En un artículo sobre la Casa Joan Güell para El Periódico, Marc Piquer aporta más detalles. Según el reportero, fueron un par de delincuentes de poca monta que estaban fichados por la policía, «el Paco y el Tequila, entre otros». Su enfado vino motivado porque no encontraron la fortuna que esperaban, sino solamente «800 pesetas», concreta Piquer.
«Todo lo que destruyó el fuego –relata Olegario Sotelo en 88 gallegos– era importante, pero sobre todo la biblioteca, que se vio directamente afectada, y que, por el extraordinario valor de sus obras, algunas únicas, era -como ya hemos dicho- una de las más completas en su género». El presidente de entonces del centro, Xosé Lois Vázquez Sotelo, acometió la tarea de reconstruir la biblioteca y el resto de estancias quemadas.
El espacio se rehizo y se le añadió una pintura mural en la que aparece la Catedral de Santiago de Compostela. Al respecto, Ansede señala: «La hemos vuelto a reproducir tal y como estaba gracias a fotos que se conservan».