Federico García Lorca y Salvador Dalí en Cadaqués, el verano de 1927

Federico García Lorca y Salvador Dalí en Cadaqués, el verano de 1927Fundación Federico García Lorca

Historias de Barcelona

El ambiente intelectual de Barcelona que marcó la creatividad de Federico García Lorca

Salvador Dalí y Margarita Xirgu son los dos grandes nombres catalanes clave en la vida del célebre poeta

Todos conocemos la figura de Federico García Lorca, uno de los poetas más emblemáticos y universalmente reconocidos de la Generación del 27. Para muchos el mejor, aunque esta afirmación es muy subjetiva. García Lorca logró integrar el folclore andaluz, el cante jondo y la tradición literaria española con las corrientes vanguardistas, especialmente el surrealismo, creando un estilo único.

Lo que a lo mejor no se conoce tanto es su vinculación con Cataluña. Y esta tiene dos pilares: la inmensa y compleja amistad con el pintor Salvador Dalí y el vínculo profesional y personal con la actriz Margarita Xirgu, musa y principal valedora de su teatro.

La relación de Lorca con Cataluña se inició en 1925 y finalizó en 1935. Ese primer año, Salvador Dalí lo invita a pasar una larga temporada en la casa familiar de Cadaqués (Gerona). El pueblo lo describió como «un sueño bueno que he tenido». Junto con la cercana Figueres, se convierte en el telón de fondo de una amistad que osciló entra la camaradería, la inmensa colaboración artística y una profunda e inconfesada pasión erótica por parte de Lorca.

Ambos evolucionaron estéticamente en Cadaqués. Gracias al apoyo de Dalí, Lorca expone por primera vez sus dibujos en la Galería Dalmau de Barcelona en 1927. Aquellos dibujos reflejan la influencia de la pintura moderna y el surrealismo de Dalí, mostrando un mundo onírico y angustioso de arlequines, figuras ambiguas y el mar.

Aquella influencia de Dalí le abrió una nueva sensibilidad artística, que más tarde se manifestaría en su obra como superación del andalucismo más folclórico, hacia un lenguaje más abstracto y universal, como el que queda plasmado en Poeta en Nueva York.

El paisaje ampurdanés, con sus olivos y la tramuntana, se incorporó en su imaginario como el espacio físico de una de sus crisis personales y artísticas más significativas.

Margarita Xirgu

Después vino Margarita Xirgu, la gran madrina de su carrera teatral. Se encontraron en el Hotel Ritz de Madrid en 1926. Lorca, que estaba en la Residencia de Estudiantes, le había hecho llegar un ejemplar de su obra teatral Mariana Pineda. El poeta, en 1915, cuando era un adolescente, la había visto en Granada interpretando Elektra.

Los presentó una amiga común, la actriz y escritora cubana Lydia Cabrera. Xirgu quedó inmediatamente cautivada por la obra y por la personalidad de Lorca. Este encuentro fue el «pistoletazo de salida» de una década de simbiosis artística. Xirgu se convirtió en la principal intérprete de la obra dramática de Federico.

Lorca junto a la actriz Margarita Xirgu y el dramaturgo Cipriano Rivas Cherif, retratados en 1935

Lorca junto a la actriz Margarita Xirgu y el dramaturgo Cipriano Rivas Cherif, retratados en 1935Josep Brangulí

El 24 de junio de 1927 Xirgu estrenó, en el Teatro Goya de Barcelona, la obra Mariana Pineda. La escenografía fue diseñada por Salvador Dalí. Federico encontró en la Xirgu no solo a una intérprete magistral de sus textos, sino a una colaboradora incondicional que entendía la profundidad poética y social de su drama.

Luego vino Yerma, en el Teatro Español de Madrid, el 29 de diciembre de 1934; Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, en el Teatro Principal Palace de Barcelona, el 12 de diciembre de 1935, y La Casa de Bernarda Alba, en Buenos Aires, en 1945.

Aunque no la estrenó, en su repertorio también tenía Bodas de sangre, lo cual fue fundamental para llevar esta obra aclamada a las giras internacionales, especialmente en América Latina, contribuyendo enormemente a su fama.

Lorca y Cataluña

Federico también visitó Sitges, L’Hospitalet, Badalona y Tarragona. Se enamoró de las Ramblas y de sus floristas. En 1935, durante el estreno de Doña Rosita, comentó que «la calle donde viven juntas a la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo desearía que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros, antigua de sangre: Rambla de Barcelona». Y terminó diciendo que «toda la esencia de la gran Barcelona, de la perenne, la insobornable, está en esta calle».

A parte de Las Ramblas y sus floristas, Federico sentía una profunda fascinación por la vitalidad urbana de Barcelona. Se puede asegurar que fue para él un centro cultural. La veía como un lugar de «espíritu, la aventura, el alto sueño de amor perfecto».

Dio charlas y recitales en el Ateneu Barcelonés, en el Ateneu Enciclopèdic Popular, en el Teatro Masriera, en la Residencia de Estudiantes -hoy Colegio Mayor Ramón Llull-, en el Teatro Goya y en el Teatro Principal. Estos actos, marcados por su extraordinario magnetismo, lo conectaron con el público barcelonés y el ambiente intelectual de la época.

A parte de Salvador Dalí y Margarita Xirgu, Federico estableció lazos de amistad con otras figuras de la cultura catalana. Entre ellos el escritor Josep Maria de Segarra, el crítico de arte, escritor y periodista Sebastià Gasch Carreras, el escritor y periodista Lluís Montanyà, el director y editor de la revista L’Amic de les Arts Josep Carbonell, el poeta Josep Vicenç Foix Mas, Anna Maria Dalí, o el filósofo Francesc Pujols.

En el verano de 1927, Lorca volvió a Cataluña para una larga estancia. Para anunciar a Dalí, quien estaba haciendo el servicio militar en Figueres, que ya había llegado a Barcelona, Lorca se hizo retratar por un fotógrafo callejero cerca del mar.

La fotografía en cuestión, en el Portal de la Pau.

La fotografía en cuestión, en el Portal de la Pau.

Luego retocó la imagen y la envió a Dalí, escribiendo sobre ella un saludo cariñoso. La fotografía, que inicialmente se pensó que había sido tomada en la Plaza Urquinaona, porque así lo escribió Lorca, se identificó posteriormente como el Portal de la Pau, cerca del monumento a Colón.

Cuando llegó a Cataluña por primera vez, parece ser que Dalí y un grupo de amigos le organizaron un falso ritual de bienvenida, una especie de bautizo pagano en honor a su llegada. Le colocaron una corona hecha con hojas de parra y le pidieron que jurara fidelidad a la tierra catalana. Le obligaron a beber de un vaso de ginebra. Tras beber, Lorca se desplomó dramáticamente. Dalí y el resto del grupo exclamaron: «¡Ya eres Cataluña-Federico!».

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