Detalle de uno de los carteles realizados para la ocasión.

Detalle de uno de los carteles realizados para la ocasión.

Historias de Barcelona

El ballet ruso que recaló en Barcelona debido a la I Guerra Mundial y fascinó a Picasso

Los Ballets Rusos de Diaghilev encandilaron a la sociedad barcelonesa

El estallido de la I Guerra Mundial produjo una fractura en la historia de Europa. Todos creían que antes de Navidad estarían de vuelta en casa, y eso no ocurrió: el conflicto se prolongó hasta 1919 y terminó, en gran parte, por hastío y ganas de acabarla. Sin embargo, para algunos la guerra significó un parón artístico.

Es el caso, por ejemplo, de los Ballets Rusos de Diaghilev, que ya no podían viajar libremente por Europa. Tampoco París, Londres o Venecia estaban en condiciones de programar temporadas de ballet. Toda Europa estaba en guerra, menos España: como la temporada norteamericana había acabado, viajaron a Barcelona, que con su espíritu modernista y su efervescencia burguesa les ofreció el escenario perfecto.

Las primeras representaciones significativas tuvieron lugar en el Gran Teatro del Liceo en 1917. Para el público barcelonés, acostumbrado a un ballet clásico y tradicional, la irrupción de las propuestas de los ballets de Diaghilev significaron un cambio conceptual. Desafiaron las convenciones de un público que se entregó a unas innovaciones que, posteriormente, se conocieron como ballet moderno, y triunfó a nivel mundial con coreógrafos como Lifar, Massine o Balanchine. Todos ellos miembros de ese ballet.

El público del Liceo recibió tres impactos muy diferentes. El primero fue el visual, con diseños de escenografía y vestuario creados por artistas de vanguardia, como León Bakst, Alexander Benois o Pablo Picasso, que transformaron el escenario en un lienzo en movimiento.

La segunda fue la música, con piezas de Stravinsky y Satie, cuya música rítmica y disonante, como Petrushka, El Pájaro de Fuego o Parade, contrastaban con las melodías románticas del siglo XIX.

La última es la coreografía, con las invenciones de Michel Fokin, o Léonide Massine, les ofrecieron un vocabulario de movimiento, más expresivo, primitivo y menos centrado en la técnica virtuosa en sí misma.

Picasso y Diaghilev

Un personaje ligado a aquella estancia en Barcelona de los ballets y Diaghilev es Pablo Picasso. Se instaló en Barcelona desde junio hasta noviembre de 1917, después de una breve estancia en Madrid, acompañando a la compañía. Durante su estancia en Barcelona, se observa en su obra una especie de retorno al orden o neoclasicismo, en paralelo a su trabajo cubista. Esto se debe en parte a la influencia de las formas más clásicas del ballet y a su acercamiento a la cultura tradicional española, que se refleja en sus retratos de este período.

En Barcelona, Picasso convivió con la bailarina rusa Olga Khokhlova, miembro de la compañía, con quien se casaría al año siguiente. Pintó varios retratos de ella en un estilo figurativo y elegante. De esta época data su famoso retrato a Léonide Massine como Arlequín, que forma parte de la colección del Museo Picasso de Barcelona. Aunque el estreno mundial fue en París, mayo 1917, en Barcelona creó los diseños del ballet Parade, con música de Erik Satie y coreografía de Massine.

'Arlequín (Léonide Massine)', de Picasso (1919)

'Arlequín (Léonide Massine)', de Picasso (1919)Museu Picasso de Barcelona

Los diseños de Picasso para Parade fueron revolucionarios. Creó decorados, telones y vestuarios que aplicaban su lenguaje cubista a la escena. Los vestuarios de los managers, los personajes gigantes, rompieron con la tradición y causaron un escándalo y una gran división de opiniones. El ballet fue estrenado en el Liceo en noviembre de 1917.

La estancia de Picasso en Barcelona fue un punto de inflexión donde su arte vanguardista se fundió con el teatro y la danza, dando lugar a una de las asociaciones más importantes del arte moderno. Gracias a ello, en 1919 se encargó del vestuario y decorados de El sombrero de Tres Picos de Manuel de Falla, con coreografía de Massine.

Ruptura con Nijinsky

Una de las anécdotas de aquella gira la protagonizaron Diaghilev y Nijinsky. El 30 de junio de 1917 Nijinsky intentó abandonar la compañía para dirigirse a Madrid. Este, ya casado con Rómola de Pulszky, rompió su relación personal y profesional con Diaghilev. El empresario consideraba que Nijinsky estaba obligado contractualmente a bailar con su compañía.

Durante la gira por España, Diaghilev se valió de sus influencias, que llegaban hasta la Casa Real, para lograr que se dictara una orden de detención contra Nijinsky. El motivo era obligarlo a continuar con sus compromisos de actuación en el Gran Teatro del Liceo. Cuando la policía fue a buscar al bailarín en su hotel, los agentes le informaron que «ha sido dictada una orden de detención contra usted... por la del Gobernador Civil de Barcelona, en nombre del Rey».

Nijinsky se negó rotundamente a bailar bajo coacción y, desafiante, les dijo: «Llevadme al calabozo». Su esposa, Rómola, acudió desesperada a buscar ayuda. Logró contactar con Francesc Cambó, el influyente abogado, político y mecenas catalán, quien intercedió directamente para anular la orden y liberar al bailarín. De no haber sido por Cambó, Nijinsky habría pasado un tiempo en prisión en Barcelona.

Los Ballets Rusos regresaron a Barcelona en 1925. Fue la primera vez en España que los bailes rusos se retransmitieron en directo por Radio Barcelona, que había comenzado su andadura poco tiempo antes. Esto representó un hito en la difusión de la danza y la música en el país. La temporada de 1927 es considerada la última actuación de los Ballets Rusos de Diaghilev en España. Coincidió con la celebración de la Gran Gala de la coronación de Alfonso XIII en Barcelona.

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