El presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, y el alcalde de Valencia, Joan Ribó, se saludan.

El presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, y el alcalde de Valencia, Joan Ribó, se saludan.GVA

Comunidad Valenciana  La izquierda valenciana ya no disimula sus hostilidades a cuatro meses de las elecciones

Las estrategias de campaña desatan dardos y provocaciones entre unos socios que hasta ahora se habían querido mostrar unidos

Conforme se van acercando unas elecciones, los mecanismos políticos obligan a partidos y candidatos a intentar determinar la agenda de temas a tratar, así como a marcar un perfil propio que les distinga de sus competidores por el poder.
Lograr este aspecto conlleva especial dificultad para las formaciones que están integradas en gobiernos de coalición, ya que si durante casi cuatro años se han mostrado -real o ficticiamente- como una unidad inquebrantable, mostrar sus diferencias a escasos meses de ir a votar puede chocar en la opinión pública.
En la Comunidad Valenciana, tanto en la Generalitat como en el Ayuntamiento de la capital, las hostilidades y reproches ya no se disimulan. Hasta Navidad todo se basaba en hacer creer que los diferentes gobiernos eran fuertes y estaban unidos. Pero una vez cruzado ese Rubicón, las cartas se han descubierto y cada partido juega su estrategia.
El ejemplo de ello más evidente es el del presidente de la región, Ximo Puig. En su caso, después de una legislatura cuanto menos convulsa a nivel interno, su hoja de ruta de cara a las elecciones se está basando en confrontar, nada más y nada menos, que con Pedro Sánchez.

El Imserso, último encontronazo

Con el presidente del Gobierno ha chocado en asuntos que en absoluto son livianos. El último tuvo lugar esta pasada semana en la Feria Internacional del Turismo (Fitur). Ahí, el jefe del Ejecutivo valenciano cargó públicamente contra la política sobre el Imserso.
Si bien es cierto que esa es una competencia en manos de la ministra Ione Belarra, en su intervención Puig se dirigió al Gobierno -por ende a Sánchez-, a quien le exigió que «pague lo que vale» porque «no se puede vender por debajo del coste».
Quizás el choque más duro entre los dos socialistas haya sido el que concierne al trasvase Tajo-Segura. Después que la vicepresidenta Tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, asestase un mazazo a los regantes del Levante con sus recortes a la obra sin justificación técnica ni medioambiental, Puig por fin se removió.
Así, miembros de su Gobierno asistieron a una manifestación en Madrid en defensa del trasvase y la propia Generalitat recurrió al Consejo de Estado para que emitiera un informe desfavorable al recorte.
Este escrito fue durísimo y en él se incluían expresiones como que la decisión del Ministerio era «inútil» o que carecía de aval científico.
Todo ello no sentó nada bien a Sánchez, que ya estaba mosqueado con Puig a cuenta de su desmarque a la hora de bajar impuestos.
Este cainismo electoral también se está produciendo a nivel local. En el Ayuntamiento de Valencia, el PSPV-PSOE se ha lanzado a por Compromís, conscientes del bajón electoral que le pronostican las encuestas a los nacionalistas.
Coaligados en el Consistorio, los socialistas saben perfectamente que la cartera más cotizada es la de Fiestas -llamada Cultura Festiva desde 2015-, en manos de Compromís. Es la que organiza las Fallas y todos los festejos populares, por lo que el contacto con la sociedad es constante y masivo.
Con tal de hacerse con esa concejalía, la candidata del PSOE y actual vicealcaldesa, Sandra Gómez ha provocado a los nacionalistas organizando un acto exclusivamente para presentar a la persona que, en caso de conseguir el bastón de mando los socialistas, llevará Cultura Festiva.
De hecho, la aspirante a la alcadía lo ha anunciado con un cartel propiamente fallero en el que no disimula sus intenciones a tenor del texto: «El PSPV te invita a presenciar el apropósito -suerte de acto- de presentación de su candidatura a la Concejalía de CULTURA FESTIVA». Pocas dudas al respecto.
Cartel del PSPV-PSOE anunciando el acto para la Concejalía de Cultura Festiva.

Cartel del PSPV-PSOE anunciando el acto para la Concejalía de Cultura Festiva.PSPV-PSOE

Evidencia de lo mal que ha sentado la actitud de la alcaldable es que el dirigente de Compromís Pere Fuset -que fue concejal del ramo y retomará la cartera tras Fallas después de ser absuelto- no ha tardado en responder: «¿Quiere el área de Fiestas el PSOE? Nosotros también estamos preparados para llevar la Policía Local», competencia actual de los socialistas.
No es el único dardo que Gómez se está encargando de disparar a sus socios de Compromís. Casi en paralelo al acto de partido, la vicealcaldesa cargó contra la vicepresidenta de la Generalitat, Aitana Mas.
En esta ocasión, le reprochó que no hubiese creado ni una sola plaza para mayores en residencias o centros de día públicos.
El tinte electoral de esta acusación es manifiesto, puesto que en los casi ocho años que tanto Compromís como los socialistas llevan siendo aliados en el Ayuntamiento y la Comunidad, no ha habido ningún atisbo de queja al respecto.
Pero este ambiente de tensión creciente entre los todavía socios pero recelosos mutuos no acaba ahí. En los partidos a la izquierda del Partido Socialista también se está produciendo, con el agravante de que la supervivencia de alguno de ellos podría depender de llegar a un acuerdo para concurrir juntos a las elecciones.
En este sentido, las negociaciones entre Compromís, Unides Podem y Esquerra Unida han saltado por los aires. Se sentaron a la mesa con el firme objetivo de conformar una coalición que aglutinase el 28 de mayo el voto de izquierdas más radical.
Sin embargo, las diferencias y los juegos de poder y búsqueda de influencia entre ellos se han impuesto y, salvo sorpresa de última, cada formación -al menos dos de ellas- se someterá al escrutinio ciudadano con su propia papeleta.
Este hecho supone dos aspectos notables. El primero es que la fragmentación del voto en la acera izquierda beneficiaría al bloque de centro-derecha, en tanto en cuanto este solo serían dos partidos, PP y Vox, tras la más que probable desaparición de Ciudadanos en el parlamento valenciano.
Igualmente, Unides Podem, a tenor de lo que vaticinan las encuestas, está en el alambre al rondar el 5% de los votos en la Comunidad. De no conseguirlo, no obtendría representación parlamentaria y le serviría casi en bandeja la Generalitat, tras ocho años de tripartito, al centro-derecha.
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