El presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, y el alcalde de Valencia, Joan Ribó, se saludan.

El presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, y el alcalde de Valencia, Joan Ribó, se saludan.GVA

Elecciones 28-M  Tras 8 años de imposiciones, Ribó quiere ahora «escuchar» y Ximo Puig «conversar» con los valencianos

Las encuestas pronostican malos resultados tanto para el socialista como para el de Compromís, por lo que aparentan acercarse a los vecinos después de dos legislaturas ignorándoles

Fue uno de los fundadores de Podemos, Pablo Iglesias Turrión, el que dijo que estar en la política activa conlleva «cabalgar contradicciones». Pocos más oportunos que él para decirlo, pero eso no significa que su marcha de la primera línea institucional haya dejado huérfano lo de 'donde dije digo, digo Diego'.
En la Comunidad Valenciana, casos como esos abundan, siendo sus máximos exponentes el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y el alcalde de la capital, Joan Ribó. Su norma general durante sus respectivas dos legislaturas ha sido la de hacer todo lo contrario de lo que proclamaban, pero en campaña electoral esas disonancias políticas han salido a flote todavía más, como los caracoles cuando llueve.
Tanto estos animales como las babosas necesitan mucha humedad para sus funciones fisiológicas, del mismo modo que el socialista y el nacionalista requieren arañar votos para asegurar su supervivencia política cuatro años más.
Para lograrlo ambos mandatarios han lanzado sendas campañas muy similares. Así, mientras el regidor levantino apuesta por «dialogar y escuchar» a los vecinos, el jefe del Ejecutivo regional lo hace de cara a «entablar una conversación con la ciudadanía en todas las plazas». Paradoja se queda corto. Contradicción, seguramente, también.
Llama la atención que, movidos por unas encuestas que sitúan al uno y al otro fuera de sus actuales cargos por revés electoral el 28 de mayo, ahora quieran acercarse a aquellos a los que han ignorado sistemáticamente en aras de imponer su proyecto ideológico a toda costa.

Independentismo catalán

En el caso de Puig, pretende acudir a las «plazas», pero es poco probable que en ellas explique a los asistentes por qué en sus dos mandatos se ha dedicado a imponer el separatismo catalán en todos los ámbitos de la vida diaria.
Aprovechando ese repentino afán por «conversar», el socialista tendría tiempo para hablar sobre los motivos que le han llevado a obligar a utilizar el valenciano en la Administración o que esta lengua –para ellos catalán– cuenta en una oposición a médico tanto como toda una experiencia profesional.
En este sentido, también podría extenderse cuanto quiera y más para que la multitud que espera sepa las razones por las que el valenciano se impone en las aulas junto a los postulados secesionistas de los 'Países Catalanes' anhelados por el separatismo.
Puig quiere hablar. Está por ver si por vocación primaveral o por los escaños que le dan los sondeos. El caso es que con quien no ha hablado ha sido con las víctimas de su inmersión lingüística. Si de verdad quisiera dialogar, tendría para rato, ya que de ellas hay en colegios, comercios o en la citada Administración.
Por último en cuanto a Puig, tampoco se sabe con quién conversó para subvencionar con dinero público millones de euros a entidades independentistas para que sus ideas calen en la Comunidad Valenciana. De momento y que se sepa, no hay constancia alguna de que reuniera a una amplia representación de asociaciones culturales de la región para plantearlo. Diálogo sí, pero con reservas.
El caso de Joan Ribó ni mucho menos es mejor. Cuando un alcalde tiene mosqueada a buena parte de sus vecinos es que mucha palabra no ha mediado en la gestión.
Se puede preguntar a los vecinos del ensanche cuántas veces el regidor levantino se ha reunido con ellos para plantearles proyectos tan pintorescos y rechazados como la 'supermanzana' o la estomagante construcción de carriles bici, muchos de ellos con peligro y alguno sin sentido práctico.
Lo mismo sucede en el centro. El cambio de sentido de algunas vías principales o la reducción de carriles en virtud de un supuesto ecologismo buenista jamás fueron consultados. Además, cuando los vecinos se quejan y piden hablar con el alcalde, la locuacidad de la que tanto presume el de Compromís queda reducida a cero. Ni rastro del alcalde.
Aspecto de cómo ha quedado la calle Calixto III de Valencia tras las obras de la ‘supermanzana’.

Aspecto de cómo ha quedado la calle Calixto III de Valencia tras las obras de la ‘supermanzana’.C.L.

En barrios fuera del centro como Penyaroja o la Zaidía el panorama es exactamente el mismo. Los residentes reclaman que se dote a las zonas de, al menos, los servicios básicos y se adecenten. Es ahí cuando Ribó ejerce de escapista y hace caso omiso a las peticiones vecinales. Ellos quieren dialogar. Él, por contra, ni escuchar.
Este aspecto no solo afecta a vecinos, sino que también los comerciantes están siendo perjudicados por el 'ordeno y mando' del alcalde de Valencia. El sinfín de obras y el nuevo modelo de ciudad implantado por el nacionalista no ha sido consensuado con nadie salvo con la ideología radical que practica.
Ha subido impuestos a las terrazas, ha peatonalizado plazas céntricas sin tener en cuenta los efectos que ello tendría, por ejemplo, en cuanto a carga y descarga o a las necesidades profesionales diarias de quien tiene un comercio.
La última prueba de su inexistente interés por las preocupaciones de sus convecinos se vio el pasado mes de marzo, cuando se produjo un hecho insólito solo a la altura de Ribó, que logró que un mercado entero como el de Colón parase su actividad. Nunca antes había pasado algo parecido.
El motivo fue que, al primar la ideología ante todo, el regidor instaló junto a dicho mercado unos tenderetes ambulantes que vendían verduras, frutas y hortalizas. Fueron los propios afectados los que denunciaron «competencia desleal», no solo porque ofrecen los mismos productos que ellos.
También porque únicamente pagan 1,82 euros al día, cantidad muy alejada de los aproximadamente cincuenta euros diarios que les cuesta a los dueños de los puestos levantar diariamente la persiana. A pesar de los múltiples intentos por acordar una solución, ni palabra por parte del Ayuntamiento.
En conclusión, después de ocho años sin querer dialogar con los vecinos, tanto Ximo Puig como Joan Ribó quieren hablar para remediar un sombrío escenario electoral. Sirva o no, la palabra el 28 de mayo es de los valencianos.
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