El alcalde de Valencia, Joan Ribó, junto al diputado nacional de Compromís, Joan Baldoví.

El alcalde de Valencia, Joan Ribó, junto al diputado nacional de Compromís, Joan BaldovíEUROPA PRESS

Elecciones 28-M  Compromís y su apego al cargo: Ribó aceptaría ser vicealcalde y Baldoví sigue con su acta en el Congreso

A pesar de su discurso regeneracionista, el alcalde de Valencia incumple su promesa de dos mandatos y el diputado compagina la campaña con su escaño en Madrid

Las elecciones locales y autonómicas de 2015 supusieron un antes y un después para Compromís. Tras varias citas en las que sus partidos se presentaron por separado y en las que el Partido Popular cosechaba mayoría absoluta tras mayoría absoluta, los nacionalistas consiguieron cambiar la dinámica y entrar en las instituciones.
Lo hicieron apoyándose, aprovechando el impulso del 15-M, en un discurso de regeneración basado en la transparencia de las instituciones y rompedor con los usos y costumbres de los partidos tradicionales, especialmente el PP.
Ese relato presuntamente regeneracionista trataba a los populares como si sus integrantes fuesen degenerados y era Compromís el Adán de la democracia, cuya misión no era otra que enseñar al resto de organizaciones cómo se ha de gestionar. Eso sí, en versión atea, naturalmente.
Para cumplir lo encomendado lo básico para ellos era distanciarse de la difunta Rita Barberá, que fue alcaldesa de Valencia durante veinticuatro años ininterrumpidamente. A tal efecto, el nuevo regidor, Joan Ribó, no dudó en entrar en su primer día en el cargo en bicicleta al Ayuntamiento, si bien durante estos años ha ido generando un entrañable cariño hacia el coche oficial que tanto criticó y desdeñó cuando convenía hacerlo.
En la misma línea del populismo reinante hace casi una década y todavía hoy impregnado en la vida política y social, Ribó también prometió por activa y por pasiva que no iba a estar en ningún caso más de dos legislaturas al frente del Ayuntamiento levantino.

Pandemia y posible vicealcalde

Lo cierto y verdad es que el único atisbo de que el nacionalista no fuese a optar a un tercer mandato tan solo se pudo intuir tras el verano, cuando su salud fue motivo de noticia al sufrir una hernia. Más allá de ese episodio puntual, políticamente la candidatura de Ribó jamás ha estado en cuestión.
Dicho con otras palabras, el regenerador Ribó incumple su promesa de no permanecer, si así lo deciden los valencianos, más de ocho años en el cargo. En el acto en que anunció sus intenciones, El Debate le preguntó acerca de este hecho. La respuesta del dirigente nacionalista fue escudarse en la pandemia y que, debido a ella, todavía quedan cosas por hacer en la ciudad.
Abandonar un cargo de responsabilidad siempre es difícil, tanto como fácil es prometer que uno no se va a perpetuar en él. Pero lo de Ribó va más allá, demostrando un apego al cargo pocas veces visto.
Actualmente, gobierna en el Consistorio levantino tras haber vencido en los comicios de 2019 y haber pactado con el PSPV-PSOE, tercera fuerza. Las encuestas sitúan al Partido Popular en apenas un mes como el partido más votado y con muchas opciones de recuperar la alcaldía de Valencia, una de las principales plazas para los de Feijóo.
Aunque el PP ganase pero la izquierda consiguiera sumar con el PSPV-PSOE como primer partido del bloque, Ribó no se bajaría de la moqueta institucional. En los últimos días, ha sido el propio regidor el que ha asegurado que no tendría ninguna pega en descender en el escalafón municipal y ser el vicealcalde de Sandra Gómez, la candidata socialista.
Por tanto, aunque después de las elecciones las cosas suelen cambiar respecto a la campaña, parece que Ribó se haya atornillado al escaño. A tenor de sus palabras, le da igual su estado de salud, los 76 años que cumplirá en septiembre, que los valencianos censuren electoralmente su gestión e, incluso, su propia promesa.
El alcalde de Valencia no es el único caso de recelo en Compromís a la hora de dejar su puesto de trabajo. Tampoco de cambiarlo, como está demostrando el diputado nacional de la coalición, Joan Baldoví.
Durante la sesión de control al Gobierno el pasado 29 de marzo, el parlamentario se despidió de facto de sus señorías. Lo hizo para dedicarse en cuerpo y alma a su candidatura a la presidencia de la Generalitat Valenciana, a la que se presenta el próximo 28 de mayo.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el diputado de Compromís, Joan Baldoví, en el Congreso.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el diputado de Compromís, Joan Baldoví, en el Congreso.ALBERTO DI LOLLI/EP

Como en él es habitual, lo hizo con un alarde de propaganda y sin ruborizarse al utilizar su escaño como un arma más de su campaña y atizar a PP y PSOE por no abordar -cuando la responsabilidad es del Gobierno- el asunto de la reforma del modelo de financiación autonómica.
Eso sucedió hace casi un mes. A día de hoy, Baldoví sigue conservando se acta de diputado, consciente de que su condición de parlamentario y uno de los más blanqueados por los medios de comunicación de izquierdas le seguirá permitiendo colocar sus mensajes electorales contando con unos altavoces que sus rivales no tienen.
El Debate se ha puesto en contacto con fuentes de Compromís, que confirman que el nacionalista «aún no» ha renunciado a su asiento en San Jerónimo. Al preguntarles a esas mismas fuentes sobre cuándo tiene previsto llevar a cabo esa renuncia anunciada el mes pasado, las explicaciones de la coalición no son mucho más extensas, ya que se limitan a indicar que se avisará de ello «cuando lo haga».
Baldoví ha empleado sus últimas intervenciones para tratar los temas sobre los que pivota el 28-M en la Comunidad Valenciana. En lugar de hacer preguntas a Sánchez o sus ministros para abordar esos asuntos y obtener respuestas, ha agotado sus tiempos de intervención, utilizando la Cámara Baja como si fuese un auditorio para un mitin.
Ante candidatos como Ximo Puig por parte del PSPV-PSOE y Carlos Mazón por el PP, el nacionalista queda relegado a un papel secundario. Si a eso se le une que no tiene el apoyo unánime de su partido como sí lo tenía Mónica Oltra y que su respaldo social también es menguante, no resulta extraño que se parapete en el escaño en Madrid.
Las despedidas siempre son difíciles. Si Ribó se resiste a ella y hasta la cambiaría por un cargo inferior al suyo actual, Baldoví está estirando el chicle del Congreso hasta más no poder. El 28 de mayo los valencianos votan y habrá que ver hasta qué punto esas despedidas se adelantan más de lo que sus protagonistas habrían deseado.
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