Imagen de archivo donde se aprecian terrenos agrícolas
La unidad de medida agrícola que solo se usa en Valencia y que no entienden en el resto de España
En la Comunidad Valenciana, cuando un agricultor habla de sus tierras, lo más probable es que no mencione hectáreas ni metros cuadrados. Aquí la unidad de referencia sigue siendo la «fanecà», en castellano hanegada, una medida de superficie profundamente arraigada en la huerta y transmitida de generación en generación.
Esta unidad de medida no aparece en los manuales de matemáticas ni en los documentos oficiales del catastro. Sin embargo, en la vida cotidiana sigue plenamente vigente. Pregunte en cualquier pueblo de la Huerta o de la Plana a cuánto equivale un campo de naranjos y lo habitual será oír «quaranta fanecaes». Solo después llegará la conversión a hectáreas.
¿Cuánto mide realmente una hanegada?
Una hanegada equivale a 831 metros cuadrados, aproximadamente una doceava parte de una hectárea. Dicho de otra manera, algo menos que un campo de fútbol de césped artificial. Su origen se remonta a la Edad Media, cuando la cantidad de grano necesaria para sembrar esa superficie, una fanega, o haneg en valenciano, dio nombre también a la extensión de tierra correspondiente.
Lo llamativo es que la hanegada no es exclusiva de la Comunidad Valenciana. También existió en Murcia, Andalucía, Canarias o Baleares, aunque con equivalencias distintas. En algunos lugares superaba los mil metros cuadrados; en otros apenas llegaba a 600. En territorio valenciano se fijó en 831 metros cuadrados y, con el tiempo, esa cifra se convirtió en la referencia estable.
Imagen de un fragmento de cédula o listado con superficies y referencias de parcelas, posiblemente en hanegadas, de algún catastro histórico.
La historia de la hanegada refleja la evolución de la agricultura valenciana. En los siglos medievales, cuando la huerta se organizaba en torno a acequias y sistemas de riego heredados de la época andalusí, medir la tierra era esencial para determinar impuestos, derechos de agua y herencias.
Con la implantación del sistema métrico decimal en el siglo XIX, el Estado impuso las hectáreas y los metros cuadrados como medida oficial. Pero los agricultores valencianos nunca abandonaron la hanegada. Era demasiado práctica y estaba demasiado integrada en el habla diaria como para desaparecer.
Hoy, los documentos notariales y administrativos se redactan en hectáreas. Aun así, en el mercado, en la sobremesa familiar o en la conversación entre agricultores, la hanegada sigue siendo la medida natural.
Mucho más que una medida agraria
Con el tiempo, la hanegada ha adquirido un valor que va más allá de lo técnico. Se ha convertido en un símbolo identitario.
Hablar de hanegadas es hablar en el idioma de la huerta, de la tradición agrícola que ha modelado el paisaje valenciano durante siglos. Es mantener viva una forma de entender la tierra que conecta con generaciones anteriores, con quienes cultivaron naranjos, arroz o hortalizas midiendo en unidades prácticas y cercanas, no en cifras abstractas.
La hanegada no es solo una cifra matemática: es también una forma de reivindicar el arraigo al territorio. Mientras en otros lugares la «fanegà» cayó en desuso, en la Comunidad Valenciana sobrevivió precisamente porque seguía siendo útil y familiar.
Imagen de una cartografía antigua que pertenece a un plano del siglo XVII o XVIII
La persistencia de la hanegada muestra también el contraste entre lo urbano y lo rural. Para un vecino de Valencia capital, habituado a medir en metros cuadrados el piso donde vive, la palabra resulta extraña. En cambio, para un agricultor de la Huerta sigue siendo el patrón de referencia.
No es raro que un joven urbanita que hereda unas tierras se sorprenda al escuchar que su campo tiene «quaranta fanecaes». Solo después, con la calculadora en mano, descubre que posee algo menos de cuatro hectáreas.
Tradición que resiste
En una época en la que los sistemas internacionales de medida tienden a uniformarlo todo, la hanegada se mantiene como un pequeño acto de resistencia cultural. Recuerda que, más allá de la precisión del metro o la hectárea, las palabras también transmiten identidad.
Quizás dentro de unas décadas los jóvenes ya solo hablen en metros cuadrados. Pero hoy la hanegada sigue viva en la conversación diaria, en los acuerdos de la huerta y en la memoria de quienes trabajan la tierra.
Al fin y al cabo, la hanegada no es únicamente una cifra. Es la prueba de que la agricultura valenciana conserva su propio lenguaje, un idioma de la tierra que, como las acequias o las barracas, forma parte del patrimonio cultural de Valencia.
Y aunque las matemáticas digan que una hanegada son 831 metros cuadrados, para cualquier valenciano es, sencillamente, la medida justa para hablar de la tierra de la terreta.