Colas interminables y aglomeraciones de pasajeros desorientados con trenes cancelados o con mucho retraso en la Estación de Sants de Barcelona
¿Estamos preparados para las emergencias?
La existencia de 17 Comunidades Autónomas significa que cada una desarrolla su propio sistema de emergencias, algo que no parece que redunde beneficiosamente en la coordinación
Está claro que no ganamos para disgustos. El pasado lunes, a las 12:38 de la mañana, se produjo un apagón generalizado que nos tomaba a todos por sorpresa, esa sorpresa tan característica que surge cuando se produce una emergencia en nuestro país. Me refiero a la sensación de impotencia y asombro cuando se produce un hecho de estas características ante el que nos sentimos absolutamente vulnerables y comenzamos a observar que aquellos que comandan el barco no tienen respuesta a nuestras preguntas.
Me gustaría, con el permiso de los lectores, introducir una especia de listado de cuestiones que definiría como «los diferentes deberes» de cada parte, aunque seguro que me olvido de algunos.
El deber de los técnicos y profesionales del ámbito, los que de verdad pueden determinar qué es lo que ocurrió en ese fatídico momento, es comenzar de inmediato a trabajar en descubrir cuál ha sido el problema y establecer las correcciones necesarias para recuperar la normalidad en el mínimo tiempo posible. En este deber están incluidos los miembros de la contrainteligencia de nuestro país que, con sus investigaciones, deberán aportar informaciones de valor a los órganos de decisión para disminuir la incertidumbre a la hora de tomar decisiones, esa es una de sus misiones fundamentales.
Decenas de personas en la calle este lunes en Madrid, durante el apagón masivo del sistema eléctrico en España
El deber de las autoridades políticas es informar y tranquilizar a la población, tratando de aportar explicaciones creíbles y nunca de introducir este asunto en el debate político para lanzárselo unos a otros como arma arrojadiza. Debería establecerse como norma que ante una situación de emergencia se aparque el debate político, que ya se podrá llevar a cabo después, cuando se haya actuado para recuperar la normalidad. Primero se atiende a lo verdaderamente grave y a los afectados y después vendrán las batallas políticas o legales sobre la responsabilidad o irresponsabilidad de cada uno en el asunto; primero se taponan las vías de agua y se garantiza la flotabilidad del buque, y después ya se determinará quién es el responsable de la avería.
Es su deber también, el de los políticos, porque son los responsables del país, organizar los diferentes sistemas de emergencia diseñados para acometer este tipo de situaciones y demostrar así que la gestión de emergencias es algo a lo que prestan permanente atención. En este sentido, y sin pretender entrar en debates políticos, asunto que no me compete, si aportaré, como persona con algún conocimiento de la gestión de emergencias, que la existencia de 17 Comunidades Autónomas significa que cada una desarrolla su propio sistema de emergencias, algo que no parece que redunde beneficiosamente en la coordinación ante un evento de esta naturaleza y con afectación sobre todo el territorio nacional.
Es deber de todos nosotros, es decir, de la población de nuestro país, de los ciudadanos, tratar de no perder la calma y tener un comportamiento que ayude a la solución del problema y restitución de la situación de normalidad y nunca a agravar el mismo. En este sentido, lo que yo pude observar ayer fue lo contrario, la entrada en una situación de «locura» que no parece indicar que estemos instruidos o sensibilizados. Las colas en los cajeros para sacar dinero, en las gasolineras, en el «chino» para comprar pilas o aparatos de radio, las compras de diversos materiales en los centros comerciales o supermercados, volviendo a revivir imágenes como la «crisis del papel higiénico», o arrasar los expositores de agua, da una idea de la facilidad con que nuestra población entra en pánico. Parece que la población estuviese pendiente de una situación apocalíptica con falta de todo tipo de productos y ante ello hiciese acopio de inmediato. Lo mismo de siempre, falta de respuestas producen actos incontrolados.
Desde luego, la reacción de la población es reflejo del poco trabajo de sensibilización y divulgación de una cultura correcta de acción ante las emergencias. Desconocemos absolutamente cuál es la forma lógica de actuación en estas situaciones y pasamos a convertirnos en parte del problema y no de la solución. Pero no podemos culpar a la población puesto que esto es una obligación de las autoridades, que deben diseñar planes de información y sensibilización para que los ciudadanos dispongan así del conocimiento adecuado y actúen en base a esas premisas. ¿Evitará esto que algunos entren en pánico y tengan comportamientos inadecuados? Pues no, pero minimizará mucho el número, lo que ya comenzará a ser parte de un funcionamiento adecuado.
Hace muy poco tiempo se informó por parte de la Unión Europea de la necesidad de disponer de un mínimo de elementos en la vivienda para estar en disposición de acometer los primeros días de una emergencia con ciertas garantías mínimas. Sin entrar a debatir si era el momento adecuado por el discurso de «tambores de guerra» que suena permanentemente, estoy seguro de que el lunes muchos echaron de menos no disponer de esta mochila de supervivencia y, aunque suene mal, les recuerdo a todos que esta u otra cuestión relacionada con las emergencias puede surgir mañana mismo.
Cuando las autoridades no ejercen la regulación deberían quizás ejercerla aquellos que ven que pueden aportar algo positivo y no poner el negocio por encima de la responsabilidad y el deber. Me refiero a que no entiendo porque la simple entrada en una situación de emergencia no genera de inmediato una respuesta por parte de los supermercados en la que se reduzca el número de elementos que se pueden adquirir por persona de determinados productos. Los supermercados no perderán ventas, sino que venderán los mismos productos a más personas, algo que es beneficioso para todos.
Después está, cómo no, el deber de los medios de comunicación y de los expertos, los influencers, los opinólogos y todos los miembros de este circo en el que se ha convertido la información diaria a través de las redes. Todos ellos deberían ser conscientes de que forman parte del aparato que debería informar a la población, y no desinformarla y mantenerla en una situación de permanente angustia y crispación. Cuando se producen este tipo de acontecimientos debemos dejar que hablen los realmente conocedores de la materia, no pasa nada porque los «egos» no se alimenten en unas horas, ya podréis después aportar vuestras teorías, conspiraciones, ocurrencias, relatos justificadores y todo lo que queráis, pero en este momento, es vuestro deber con la sociedad aportar cuestiones positivas, ser parte del buen funcionamiento y no ser cómplices de provocar más problemas de los existentes.
Y, por supuesto, no me olvido del deber de las FCSE y las FAS de nuestro país, que deben protegernos y controlar a aquella parte de los ciudadanos que puedan ver en este tipo de situaciones un momento ideal para violar la legislación vigente. Creo que, una vez más, han demostrado que siempre están a nuestro servicio y que reaccionan en tiempos realmente rápidos para estar en el frente de batalla. Gracias, compañeros por aportar vuestro granito de arena a la resolución de una situación de emergencia.
He escrito muchos deberes y responsabilidades de muchas personas o colectivos y ahora dejo que seáis vosotros los que determinéis quiénes han cumplido con sus obligaciones y quiénes no lo han hecho. Responder a esa pregunta creo que nos aporta una información vital, determinar qué tenemos que mejorar y corregir para gestionar mejor las emergencias.