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Un helicóptero Chinook se dispone a efectuar una «toma en polvo» durante el ejercicio «Desert Trainers» en el campo de maniobras de San Gregorio (Zaragoza)Ejército de Tierra

Ejército de Tierra | Ejercicio «Train the Trainers»  Vuelo en desierto a bordo de un Chinook y un NH-90: visibilidad nula y más de 40 °C en un alud de polvo

Las FAMET lideran un ejercicio con 14 helicópteros de España, Francia y Reino Unido en el campo de maniobras de San Gregorio (Zaragoza)

Centro de Adiestramiento «San Gregorio», en las afueras de Zaragoza. Hay fuego en el aire. Un todoterreno del Ejército de Tierra nos recibe envuelto en una asfixiante burbuja de calor y enfila un camino árido y polvoriento, invadido por baches y desniveles. Así llegamos al puesto de mando, donde se está planificando en ese momento un complejo ejercicio multinacional liderado por el BHELTRA V (Batallón de Helicópteros de Transporte V) en el que vamos a participar. Se trata de «Train the Trainers», unas maniobras de vuelo en ambiente desértico, con visibilidad nula y temperaturas de 40 grados. Estas maniobras simulan situaciones en las que, al aterrizar, el polvo levantado reduce drásticamente la visibilidad (brownout), lo que exige el dominio de técnicas específicas para aproximación y aterrizaje con seguridad. También se practica el vuelo en condiciones de altas temperaturas, que afecta al rendimiento de las aeronaves, y resulta especialmente exigente para pilotos extranjeros poco habituados.

Las operaciones en ambiente desértico son claves en innumerables misiones donde despliegan los helicópteros de las Fuerzas Aeromóviles españolas. Por eso, el Ejército de Tierra ha reunido en este gigantesco campo de maniobras de unas 34.000 hectáreas a helicópteros y pilotos de cuatro países aliados. El objetivo es claro: instruir a los instructores de vuelo para que el conocimiento adquirido se multiplique en sus respectivas unidades, tanto nacionales como extranjeras.

Las FAMET han liderado un ejercicio con 14 helicópteros de España, Francia y Reino Unido, adiestrándose en vuelo en desierto y tomas en polvo con visibilidad nula y más de 40 °C.

Las FAMET han liderado un ejercicio con 14 helicópteros de España, Francia y Reino Unido, adiestrándose en vuelo en desierto y tomas en polvo con visibilidad nula y más de 40 °C.Ejército de Tierra

«Formamos a instructores para que, al regresar a sus unidades, puedan transmitir ese conocimiento a sus compañeros», explica el teniente coronel Carlos Vázquez, principal responsable del ejercicio. El teniente coronel es un militar con una amplia y acreditada trayectoria, y ha diseñado al milímetro cada movimiento de este difícil puzzle.

La actividad se centra en el vuelo en entornos con escasa o nula visibilidad, una capacidad crítica en operaciones militares reales, donde el polvo o la arena pueden convertir un aterrizaje en una maniobra de alto riesgo. Este tipo de entrenamiento, que los militares españoles denominan coloquialmente «tomas en polvo», exige un dominio técnico preciso y gran coordinación entre las tripulaciones. Todo está perfectamente organizado y controlado desde una torre táctica portátil.

El teniente coronel Carlos Vázquez nos indica que en el ejercicio participan catorce helicópteros y unos 178 militares, incluyendo personal de Reino Unido, Francia, Italia y Alemania, además de efectivos españoles. En el puesto de mando, un atril muestra los diferentes modelos, los países y sus horas de salida. Para garantizar la seguridad, el campo de maniobras se ha dividido en tres zonas operativas: Caja Azul, Roja y Verde, con turnos organizados de vuelo por la tarde y por la noche. Los helicópteros no pueden salirse del terreno asignado, evitando interferencias. Reino Unido ha desplegado tres helicópteros Apache, de ataque, mientras que Francia ha enviado dos NH-90 de maniobras, que se suman a los dos españoles de ese mismo modelo y a los dos Tigre. España aporta asimismo tres Chinook y dos Cougar. Los militares italianos —cuatro pilotos del Ejército de Tierra— participan como observadores, al igual que una delegación alemana, compuesta por técnicos y pilotos que siguen con atención las operaciones de los Chinook españoles. Precisamente en uno de estos míticos aparatos comenzamos el ejercicio.

Una nube de polvo tapa por completo la visibilidad en la rampa del Chinook

Una nube de polvo tapa por completo la visibilidad en la rampa del ChinookEjército de Tierra

A bordo de un Chinook, en un mar de polvo

El Chinook toma altura, el ruido es ensordecedor. El portón trasero está abierto y el intenso calor crea una cortinilla que difumina la silueta de otro Chinook que vuela a cola. El aire tórrido entra a raudales en la amplia cabina del helicóptero, donde la temperatura ya es alta de por sí. Los helicópteros surcan un interminable campo de matorrales, que desfilan ante nuestros ojos como un gigantesco secarral. Dos tiradores apostados en dos ventanillas laterales se aferran a las ametralladoras, junto a la cabina de los pilotos. El helicóptero se inclina, maniobra y sigue. Se detiene, da un giro de 90 grados, se inclina, gira de nuevo…

Un helicóptero Chinook envuelto en una nube de polvo durante el ejercicio "Train the trainers" de las Famet

Un helicóptero Chinook envuelto en una nube de polvo durante el ejercicio «Train the trainers» de las FametEjército de Tierra

De repente, en un cruce de caminos, se estabiliza y comienza el descenso. A medida que desciende se origina una gran nube de polvo que va en aumento. Un mar blanco nos engulle. Apenas hay visibilidad mientras el gigantesco helicóptero desciende. Los pilotos demuestran una tremenda pericia. La maniobra tiene que ser precisa y sin errores. El polvo entra a raudales y se une al calor en una fusión asfixiante. Las ruedas tocan el suelo en medio de la gran bola de polvo blanquecino. La visión es nula, pero a veces se abren claros que permiten vislumbrar matorrales moviéndose enloquecidos. El aparato sufre un rebote contra el suelo, se nota un cierto bamboleo... Aterrizaje perfecto… sin visibilidad.

Tres hombres se han situado durante todo el ejercicio apostados en el portón trasero. Uno está sentado al frente de una ametralladora, en la parte central de la rampa. Es el cabo Díaz, que asume uno de los puestos más arriesgados en una misión; los otros dos, tumbados, se comunican con la cabina a través de sus cascos y van supervisando cada momento del vuelo. Uno de ellos se desengancha de los arneses y salta a tierra para hacer comprobaciones. Su compañero le ofrece la mano, sube y se engancha de nuevo. Al poco regresa. A lo lejos se divisa otro Chinook envuelto en un polvoriento remolino. Tras unos momentos, el Chinook se eleva de nuevo con su peculiar despegue rápido. Entre el polvo y el calor, el helicóptero vuelve a un cielo cobrizo, tamizado por las nubes de polvo que van quedando en el horizonte. Otro helicóptero se pone a cola y podemos observar su inconfundible sombra en el árido suelo. Es impresionante que semejante mole tenga semejante maniobrabilidad. Otra gigantesca nube de polvo blanquecino nos engulle y el helicóptero aterriza de nuevo, siempre con la misma precisión.

Así es un helicóptero Chinook

Así es un helicóptero ChinookKindelán

Así es un helicóptero Chinook

Así es un helicóptero ChinookKindelán

En un NH-90, en una «zona ciega»

Bajamos rápido y corremos campo a través en un terreno seco y agrietado para alcanzar otro helicóptero que ya nos espera, un NH-90, un helicóptero de transporte táctico fabricado por Airbus. El helicóptero toma altura y enfila el horizonte. Puede alcanzar una velocidad de crucero de 300 km/h, pero es muy estable. Los caminos de tierra se entrelazan a veces y desde el aire tienen un cierto aire laberíntico sobre el tapiz amarillento del suelo. Queda atrás el perfil de Zaragoza. De repente gira, se inclina y se desliza entre los montículos. En el terreno se abre una gran hendidura, como una herida abierta. El aire es abrasador.

Llegamos a una pequeña ciudad fantasma en medio del desierto. Sus paredes blancas relucen desde lo alto. Es una zona para el adiestramiento en combate urbano de las unidades del Ejército de Tierra. En un nuevo giro la ciudad fantasma desaparece y el helicóptero se prepara para aterrizar en una «playa» de tierra rodeada de matojos. A media que se produce el descenso, se genera un verdadero alud de polvo que sube y atrapa al helicóptero en una «zona ciega». Nos sumergimos en una burbuja de polvo, hojarasca y bochorno, hasta que sentimos el suelo. Una vez en tierra, la polvareda se va disolviendo y el viento despeja la zona. Se hacen algunas comprobaciones en tierra. Todo está en orden. El helicóptero despega veloz y se dirige hacia el siguiente punto «caliente». Otro NH-90 nos sigue de cerca, de manera que pronto podemos observar desde el aire lo que acabamos de vivir. El NH-90 sobrepasa una construcción de ladrillo que apenas atisbamos y se adentra en una montaña de polvo y ruido que él mismo provoca. De repente se pierde y, como si de una explosión se tratara, la polvareda se extiende con rapidez y se lo traga. Hay unos momentos interminables de tensión, en los que es imposible ver nada... hasta que el helicóptero rasga la nube cenicienta que lo devoró y se sitúa de nuevo en formación junto a nosotros. El vuelo sigue.

Helicópteros británicos Apache y españoles del Ejército de Tierra entrenan juntos en Zaragoza en condiciones de baja visibilidad “Brown Out”

Helicópteros británicos Apache y españoles del Ejército de Tierra entrenan juntos en Zaragoza en condiciones de baja visibilidad «Brown Out»British Army

De noche y con visores nocturnos

Tras unas horas, y después de cenar un estupendo rancho en el pabellón habilitado como comedor, la noche se va apoderando del campo de entrenamiento. Cerca de medianoche volvemos al jeep , que nos devuelve a la larga hilera de helicópteros que participan en el ejercicio. Entramos en las oscuras tripas del Chinook. A lo lejos, el cielo se ilumina por los relámpagos de una tormenta eléctrica. Al rato, el helicóptero se eleva. Las luces de Zaragoza tintinean hasta que desaparecen tras un giro brusco. Las referencias se pierden. A veces la luz de la luna en cuarto creciente deja ver tenuemente el terreno que sobrevolamos. Los militares controlan el trayecto con sus visores nocturnos. El helicóptero se dispone a aterrizar. Es un «más difícil todavía», en el que la fuerte polvareda se pega a la oscuridad de la noche en una arriesgada combinación. Si algo queda claro a lo largo de este ejercicio, es que los helicópteros españoles han funcionado como una maquinaria de precisión. Además de la minuciosidad de la planificación y la compenetración de las dotaciones, los pilotos operan con la precisión de un cirujano ya sea en mitad de un huracán de polvo o en plena noche con visores nocturnos. «Sicut in coelo et in terra» («Así en el cielo como en la tierra»), como reza el lema de las FAMET, Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra.

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