Misil lanzado desde la fragata española Cristóbal Colón en un despliegue con la OTAN
Fuerzas Armadas La cumbre de la OTAN, el gasto en defensa y el «problema del parásito»
En estos momentos, que la noticia está en el porcentaje del PIB que la OTAN considera más adecuado para que las Naciones contribuyan al esfuerzo común de la Alianza y por extensión a Europa, convendría antes de entrar en la discusión sobre la cifra más adecuada, tener en cuenta algunas consideraciones.
La primera consideración a tener en cuenta es fijar claramente cuáles son los objetivos de la defensa y comparar la magnitud de los recursos asignados a esta con los beneficios que se obtienen de ella.
La segunda consideración es definir los recursos que aplicamos como gasto o como inversión. Esta premisa está muy relacionada con lo anterior pues la clave está en cómo considerar los beneficios que obtenemos de la defensa.
El poderío del B2 Spirit en vuelo
En la mayoría de los estados modernos y democráticos los objetivos de la política de defensa son parte integrante de la política general de la Nación y vienen definidos en el ordenamiento constitucional del propio estado que atiende a conceptos como: la libertad, la justicia, la igualdad, la soberanía, la independencia, etc. Siendo el mantenimiento de los dos últimos valores, objetivos prioritarios de la defensa nacional, y la más clara expresión de su beneficio.
Con respecto a la soberanía hay que entenderla como el conjunto de facultades ejercidas por el estado, no susceptibles de parcelación, ya que este habrá de contemplarse como un todo, en cuanto ente soberano.
Respecto a la independencia, es un concepto que configura la existencia de un ente soberano y la base sobre la que se establece el ámbito de competencias de la soberanía estatal.
Soldados ucranianos en el frente de guerra
Además de lo anterior, los grandes valores antes expuestos de libertad, justicia e igualdad solo son posibles de mantener y mejorar en un ambiente de estabilidad y seguridad.
Por ello, la estabilidad, seguridad y bienestar de los ciudadanos es un objetivo claro de la defensa de una Nación.
Aún hay otro punto muy importante a considerar, que es la situación de la Nación en el contexto internacional, en un mundo global, complejo y lleno de incertidumbres en el que los valores anteriores trascienden el ámbito nacional.
La pertenencia a alianzas regionales o globales lleva consigo unos compromisos y esfuerzos que afectan de lleno a los objetivos y medios dedicados a la defensa.
Ahora bien, en este campo internacional juega un papel muy importante el nivel de ambición de la Nación sobre el papel que desea jugar esta en el tablero mundial. Este nivel de ambición sobre la mayor o menor influencia que se quiere tener en el mundo y en sus relaciones e interdependencias, tiene repercusión en todos los sectores, tanto políticos como sociales, pero, sin duda, de manera especial en los recursos destinados a la defensa.
El presidente ruso, Vladimir Putin, con el presidente de os Estados Unidos, Donald Trump, en el marco de la cumbre de líderes del G20 en 2019
En la actualidad se producen, como estamos viendo, conflictos que afectan a la estabilidad y seguridad y que tienen un importante impacto en la evolución, prosperidad y bienestar de los pueblos, y es necesario hacer frente a ellos.
Cuando hablamos de conflictos es necesario conocer que existe un amplio rango que va desde un pequeño problema humanitario, siguiendo por una catástrofe natural de importancia y escalando a conflictos de diferente intensidad, llegando incluso a lo que podríamos considerar como una guerra total.
Quizás por ello, hoy más que nunca sería interesante profundizar en los conceptos de guerra y paz y tratar de encontrar los caminos que nos permitan mantener la esperanza de vivir en un mundo cada vez más amenazado.
Construir la paz, en este contexto, es una labor larga y difícil que deben acometer muchas personas e instituciones y cuyas decisiones afectaran, sin duda, a todos los sectores de la vida política, económica, militar y legal.
La paz no es la mera ausencia de la guerra, sino que es un valor ligado a la justicia al ser esta una condición indispensable para que la paz reine en una sociedad.
La guerra y la paz son algo más que dos fenómenos sociales, son dos estados que se suceden alternativamente a lo largo de la historia de los pueblos y hasta tal punto tiene relevancia que esta se ha considerado como un relato de las diferentes guerras que marcaban hitos o separaciones entre periodos de paz bien diferenciados.
Unidades de la OTAN del Grupo Marítimo Permanente 1 (SNMG1) participaron en el ejercicio liderado por Francia Polaris 25
La paz como valor supremo
Podemos considerar la guerra como un estado anormal o patológico de la sociedad por contraposición al estado de paz que consideramos como el normal y más optimista y por el que debemos inclinarnos.
Si partimos de la paz como valor supremo tendríamos que enjuiciar a todas las instituciones, actividades y actitudes según nos acercaran o nos alejaran de ella.
Hoy en día, en la era nuclear, podemos afirmar que la Humanidad está, en su gran mayoría, en contra de la guerra y a favor de las soluciones pacíficas, y solo en casos muy excepcionales está legitimado el empleo de la fuerza, como cuando las naciones tienen el derecho y el deber de defenderse contra agresiones injustas.
En este sentido, y con un concepto ético de la paz podemos decir que el sistema defensivo de una nación no deba ni producir ventanas de vulnerabilidad ni provocar en otras naciones sensación de amenaza.
La paz para ser verdadera tiene que ser justa, una realidad dinámica y el objeto de una conquista continua que nunca debe darse por plenamente lograda. Por ello, podemos decir que la paz es un bien que debe buscarse, pero teniendo presente que su consecución a cualquier precio puede llegar a ser inmoral si atenta contra el conjunto de valores dignos de ser defendidos contra toda opresión que pretenda atentar contra la libertad y la justicia
Bandera de la OTAN, institución que se encarga de la defensa de Europa
También es necesario alertar contra el simplismo de ciertas campañas «pacifistas» que no buscan realmente la paz sino lograr ciertas condiciones políticas y sociales con fines no precisamente pacíficos.
Pero también, hay personas que realmente creen que la paz puede conseguirse suprimiendo los ejércitos y los armamentos, buscando la utopía, que si bien es positivo tender hacia ella, no debe olvidarse la realidad.
Bien, volviendo a los recursos aplicados a la defensa, podemos pensar que como los objetivos a alcanzar y sus beneficios son tan importantes podría justificarse cualquier volumen a emplear. Ahora bien, para que sean éticamente justificables los recursos de la Nación empleados en la defensa se necesita que:
- Garanticen, también, que se atienda a otros fines nacionales, necesarios y no relacionados con la defensa.
- No interfieran o se opongan al legítimo derecho del resto de la comunidad internacional a mantener sus propios fines.
Principios éticos
Por tanto son éticamente justificables los gastos/inversiones que garanticen la soberanía e independencia nacional sin que descuiden la consecución de los otros objetivos permanentes del Estado y que no amenacen a otras comunidades soberanas a convivir en paz y mantener su libertad.
Veamos otras facetas del gasto/inversión en defensa que nos ayuden a clarificar el tema.
Para el ejercicio de la soberanía nacional se deben tener en cuenta tres elementos fundamentales:
- La seguridad de suministro de medios materiales.
- La ventaja operativa.
- La autonomía de acción.
Capacidad estratégica
Estos elementos nos los puede proporcionar la base industrial y tecnológica nacional, lo que nos lleva a considerarla como una capacidad estratégica más de la Nación. En este sentido, tenemos que ampliar el concepto de nación y tener en cuenta la cooperación con nuestros aliados de la UE y la OTAN.
Por otro lado, el sector defensa de esa base industrial hace un uso intensivo de la tecnología y eso tiene un importante efecto derivado en muchos ámbitos de la economía por su:
- Alto grado de dualidad.
- Fuerte componente tecnológico.
- Elevado valor añadido.
Todo lo cual, además de ser un elemento clave para garantizar la soberanía y la seguridad de los ciudadanos, ayuda al crecimiento y desarrollo de la sociedad y su bienestar.
El problema del parásito
Por otro lado, la defensa es un bien público y por tanto hay que contraponer los «costes de oportunidad» que genera a la valoración de los daños materiales y morales que produciría la quiebra de la soberanía e independencia nacional, la integridad territorial y el ordenamiento constitucional.
Es un bien público, porque cumple los criterios básicos que lo definen:
- Es disfrutado por todos los ciudadanos sin exclusión.
- No se rivaliza por su consumo.
- Es intangible, no se percibe y es víctima de su propia misión, que es producir largos periodos de paz y estabilidad que llevan a generar en los ciudadanos la percepción de que los gastos/inversión en defensa no son necesarios.
- Responde a lo que en economía se conoce como el «problema del parásito», cuando hay consumidores que se benefician conscientemente de un bien no excluyente negándose a pagarlo.
No cabe duda, que la consideración de la Defensa como un bien público y necesario, necesita de un esfuerzo de comunicación y pedagogía por parte de las autoridades hacia los ciudadanos, de forma que se consideren partícipes del esfuerzo que la Nación y el resto de los aliados tienen que hacer en estos momentos en los que nos jugamos tanto para nuestra estabilidad y prosperidad.